martes, 25 de octubre de 2011

EL PLANETA DE LOS DIOSES

Me encontraba corriendo por un monte precioso lleno de encinas y vida para que  un segundo después me situase de lleno en una nave espacial, la cual, por cierto, estaba completa de gente, o mejor dicho, llena de humanos.
-          Pepito?, Que haces tu aquí? -  pregunté.
-          Pues no se…., hace un segundo estaba trabajando en mi ordenador y ahora mira donde estamos.
¿Dónde vamos? ¿Dónde estamos? ¿Cómo hemos llegado aquí?, nos preguntábamos todos los que nos encontrábamos en la nave, que seríamos una veintena.
Entre pregunta y pregunta la nave seguía su camino, hasta llegar a su destino. Un precioso planeta, parecido al nuestro, se abría ante nuestros ojos. Mares salvajes e indómitos, tierra volcánica de un color negro resplandeciente, vegetación frondosa.  Dos grandes soles iluminaban la silueta de la pista de aterrizaje. Como balizas y faros de orientación tenían una gran esfinge realizada con piedra volcánica y pirámides a ambos lados de la pista hechas del mismo material.
Antes de aterrizar pude ver la construcción de sus viviendas, hechas también de piedra volcánica, con una tecnología impresionante. Conseguían cero impacto visual. Eran totalmente redondas, aprovechando en cada momento las laderas de las montañas como base de la vivienda. Llenas de luces procedentes de la energía telúrica que emanaba el propio planeta; y eso sí, muchas antenas, el tejado de las viviendas estaban llenas de antenas por las cuales entraba dentro de las casas, lo que los  chinos hace  cuatro mil años llamaron prana y lo que los científicos hoy llaman neutrinos.
Aterrizamos sin darnos cuenta, y nada más hacerlo, del suelo del planeta aparecieron unas entidades oscuras corriendo a gran velocidad hacia nosotros,  con una aptitud nada hospitalaria. Al instante, otras entidades blancas (supuestamente robóticas) las rodearon y las hicieron regresar al lugar de donde habían salido. Digo robóticas porque por el ruido que emitían en sus movimientos casi metálicos y la velocidad de los mismos era imposible pensar que fueran humanos.
Una vez resuelto el fallido ataque, se abrió la puerta de la nave y casi todo el mundo salió. Digo casi todo el mundo,  porque Pepito y yo nos quedamos dentro.
Se conoce que nos tenían contados. Al ver nuestros huéspedes que faltaban dos, decidieron entrar por nosotros. Apareció un personaje vestido con túnica blanca, dulce en sus rasgos y ademanes , educado hasta el infinito. Se acerco hacia mí, me miró, me extendió la mano para que le acompañase y como yo era reticente en cogerla, empezó a cantarme en un idioma que no entendía pero que si lo sentía. Me era tan familiar esa música, y esa letra, me era tan conocida la voz con la que la entonaba, que me puse a escribirla. Pero lo que mi mano escribía no eran palabras ni letras sino dibujos y jeroglíficos. Era egipcio, estaba escribiendo en el antiguo egipcio y mi anfitrión me estaba cantando en su lengua madre.
No daba crédito, miré a Pepito y el pobre parecía hipnotizado, ni parpadeaba y yo sin poder parar de escribir, era como un tic, necesitaba escribir para entender qué me estaba diciendo, qué me estaba cantando, qué quería.
Como mi indecisión parecía que se prolongaba en el tiempo, apareció otra entidad  también vestida de blanco pero mucho más alta, con un ligero movimiento metálico al andar. Se acerco a mi simpático anfitrión y le dijo que ya estaba bien, que teníamos que salir de ahí pues el lugar no era seguro y que debería de ser un poco más impositivo. A partir de ese momento el tomó el control de la situación.
-          No! No!- Le oí decir en ese idioma egipcio- Está asustada, no te acerques a ella, le asustan los robots - Dame un poco más de tiempo
No le hizo mucho caso, y con paso metálico firme y decidido, mirada fija y fría, se dirigió hacia mí. Se quedo a cuatro pasos, cuatro pasos había de separación entre ese gigante medio robótico y yo. Y por supuesto se que fueron cuatro porque yo los retrocedí, después de esto su mirada cambió, se dio media vuelta, puso su mano en el hombro de Pepito y Pepito sin pensárselo se fue detrás de él como si se hubiese convertido en un perrito faldero.
¿Qué había pasado con el carácter indómito y rebelde de Pepito?
¡Estaba totalmente domesticado!.
Se fueron todos, mi dulce anfitrión, el gigante medio-robótico, el dócil y manso Pepito……
Me encontraba sola, sola en una fría y metálica nave espacial. Miré por la ventana y empecé a ver como de la tierra volvían a salir esas criaturas negras que corrían hacia la nave intentando devorar todo lo que había dentro y fuera de ella.
Cogí mi cuaderno y con piernas temblorosas, salí de la nave por el mismo pasillo por donde habían salido los demás.
En la mitad del pasillo estaba mi simpático anfitrión.
-          Me tenías preocupado- Me dijo en su idioma –
No podía reconocer las palabras pero si las entendía y sentía.
-          Ven conmigo, necesitas descansar, pronto te lo explicaré todo.
Me llevó a una de esas construcciones que he descrito anteriormente. Llenas de luz y tecnología, me metí en una ducha que olía parecido al ozono, me puse una ropa que se ajustaba a mi cuerpo de una forma tan inteligente que no marcaba ninguna forma, pero tampoco sobraba ni hacía bolsas por ningún lado. Bebí un líquido dulce y suave que me quito el hambre de golpe y me calmó el hormigueo del estómago y después de todo esto me dirigí por un pasillo hacia un gran salón principal donde mi anfitrión me estaba esperando.
Tienes que ducharte y cambiarte de ropa para estar aquí no por tí, sino por nosotros. Todas las cargas negativas de tu planeta habitan en tu piel, pelo y ropa, es necesario para que no nos contamines que te lo quites lo antes posible. Nosotros somos los Dioses que tus antepasados egipcios llamaron, Isis, Ra, Osiris……..
Visitamos tu planeta para ayudaros en vuestra evolución, pero también en la nuestra. Os damos los conocimientos en  tecnología, porque sin ella vuestra evolución es imposible. Sois descendientes genéticos nuestros, y  nuestra evolución se basa en el desarrollo de la inteligencia, del cerebro de las neuronas y no en la fuerza, la masa muscular o esquelética. Cuantas más generaciones pasen, más débiles seréis y mas necesitareis de la tecnología por lo que más usaréis vuestro cerebro.
Los cambios genéticos a vuestra especie los hacemos a través de vuestro cuerpo físico, pero sobre todo de vuestro cuerpo astral o alma. Los cambios genéticos realizados en el alma pasarán  a otro cuerpo físico tras la muerte y es así como conseguiréis además de la evolución material y física, la evolución espiritual.
Además, cogemos vuestra genética para mejorar nuestro planeta. Nosotros como raza hemos llegado desde hace miles de años a convivir en paz y armonía , pero el planeta tiene la memoria de nuestros antepasados, al igual que el tuyo. Hace millones de años mi especie paso por las mismas guerras que estáis pasando vosotros. La muerte, el hambre, la maldad, la violencia, se queda impregnada en nuestra corteza terrestre al igual que en la vuestra. Esas criaturas que has visto salir de la tierra después del aterrizaje son la consecuencia de miles de millones de años de violencia, guerra y sufrimiento.
Se evoluciona con el planeta, nosotros lo enfermamos y nosotros lo tenemos que curar. Usamos vuestro ADN, porque es muy parecido al de nuestros antepasados guerreros y violentos para salvar nuestro planeta. Extraemos vuestro genes y los mezclamos con la partícula divina, lo batimos haciendo una solución viable ( parecído a como vosotros fabricáis las vacunas) y lo inyectamos directamente en la corteza terrestre. Es así como vamos curando poco a poco nuestro planeta. Con estas curas conseguimos que no haya terremotos ni movimientos sísmicos y tenemos completamente erradicados los virus, parásitos y bacterias.
 Cuando las personas que tienen el ADN que nosotros extraemos mueren en tu planeta, su sangre ayuda también a mejorar vuestro planeta y a borrar la mala vibración de la violencia y la maldad.
Cuando consigáis nuestro estado de evolución, tendréis que hacer lo mismo que nosotros, sanar vuestro planeta.

-          Ahora puedes apoyar la cabeza de lado aquí-  Me dijo.- Estarás más cómoda.
No se cómo, ni cuando, me había llevado a un laboratorio, en el cual me encontraba tumbada boca-abajo en una camilla con bastante dolor en una zona de la dorsal que todavía al día de hoy, me duele.
Lo siguiente que recuerdo es cerrar la puerta del parque natural donde hago ejercicio y seguir corriendo.
Ya dijo Hermes, en una de sus leyes herméticas:
 Lo que está arriba está abajo. Si nosotros le inyectamos un tumor a un ratón para conseguir el antídoto contra el cáncer ¿Por qué entidades más evolucionadas que nosotros, con una tecnología impresionante no  van a hacer lo mismo a nuestro cuerpo físico y astral?
Me hago una pregunta:
¿Qué memoria se le quedará a nuestro planeta cuando un niño de no más de 23 años, muere atropellado por sus compañeros en una competición de motociclismo delante de miles de aficionados que lo único que quieren  es que se corra más, más y más en un “deporte” de velocidad suicida y sin sentido?
¿Qué memoria se le quedará al planeta cuando el cuerpo de Gadafi yace tres días en el suelo siendo insultado, escupido y apaleado aún después de muerto por sus enemigos?
¿Cuántas vacunas necesitará nuestro planeta para curarse de tanta violencia, ambición y maldad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario