martes, 5 de junio de 2012


LA CLAVE ESTA EN LOS ARBOLES


Y el Señor Dios dijo, mirad, el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, con
Conocimiento del bien y del mal: y ahora, no sea que extienda su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre:

La tradición esotérica antigua nos dice que hace 500.000 años. En el centro del desierto de Gobi había una isla blanca donde moraban los dioses o mejor dicho, extraterrestres que habían venido a colonizar la Tierra.
Otra de las ubicaciones tradicionales donde la Biblia sitúa el paraíso, era Mesopotamia, entre los ríos Éufrates y Tigris.
Estos seres venidos del espacio habrían conseguido casi la inmortalidad. O en todo caso no les afectaba tanto las condiciones medioambientales que tenía nuestro planeta en aquel tiempo.
Estos seres habrían seleccionado un primate y le habían mejorado genéticamente para hacer emerger el “Homo Sapiens” nuestro pariente más cercano.
La Biblia habla de Matusalén, de Lameq y Enoc, antiguos patriarcas que habrían vivido cientos de años. Algunos casi un milenio. Bien es verdad que muchos estudiosos de los textos sagrados, nos dicen que no eran años, sino medidas de tiempo más cortas, incluso podrían estar hablando de meses. Pero Los textos sumerios, que son los textos más antiguos de nuestra historia escrita, insisten en dos extremos muy claros: Por un lado que los dioses o los hombres vivían en el mismo lugar geográfico, aunque con estancias separadas. Y que unos y otros alcanzaban edades longevas.
¿Por qué podían vivir tanto?..... La biblia nos da una pista clara al referirse de que un mítico árbol podía alargar la vida de las personas en forma extraordinaria. No sabemos cuál era ese árbol. Pero los dioses no querían que el hombre accediera a él. Quizás porque podría tener efectos secundarios sobre las personas o por que la anatomía de aquel primate nuestro no toleraba tal alimento. 
No sabemos cual era el árbol, y por otro lado, quizás los dioses se lo llevaron en el día de la partida o simplemente las condiciones climáticas del planeta, que por entonces afrontaba una era glacial que originó el Diluvio Universal, no le dejo crecer.
Este recuerdo inconsciente ha permanecido en el ser humano como un logro a conquistar, de hecho a través de la historia, Alquimistas e investigadores buscaron con tesón la mal llamada  “Piedra Filosofal” cuando en realidad, más que una piedra bien podría ser un vegetal, tal y como citaba el Libro Sagrado.
Efectivamente era un árbol, que con el tiempo despareció de la faz de la Tierra. Era un árbol con unas excelentes capacidades regenerativas. Que subía el sistema inmune y que actuaba como un antioxidante.
Ese árbol fue mutando con el tiempo, perdiendo la hojarasca hasta convertirse en in pequeño tubérculo bajo tierra, pero ese fruto ya había perdido su fuerza primigenia, albergando solo una pequeñas cualidades regeneradoras. Después de 500000 mil años, el ajo “Allium Cepa” es el sucedáneo pariente lejano de aquel árbol, que sigue conservando alguna excelente propiedad para curar el cuerpo humano.
Viendo los antiguos patriarcas que los Dioses extraterrestres que vivían en sus ciudades consumían periódicamente de este árbol. Buscaron robarlo y plantarlo en sus huertos. Pero los extraterrestres pusieron dicha planta en cuarentena con un sistema eléctrico al que no se podía acceder. Por esto dice la  Biblia:

“Por ello el Señor Dios lo envió lejos del jardín del Edén, de donde fue quitado.
 Así él alejó al hombre; y puso al este del Jardín del Edén a sus querubines, y una espada flameante que giraba a todos lados, para cuidar el camino al árbol de la vida”

Pero en cada cultura, en cada tiempo, todas y cada una de las civilizaciones, consideraron a un árbol, una planta o alguna pócima venida del vegetal, como sagrado o con poderes mágicos. Los héroes recibían la corona de laurel, o eran ungidos con aceite del Olivo Sagrado. En la propia Biblia se habla de “Los dos olivos” que están sentados a los lados del Señor de la Tierra. Otras tantas tribus consideraban a tal o cual árbol como sagrado. Todo esto porque en nuestro inconsciente colectivo todavía se recuerda aquel árbol traído por los dioses que prolongaba la vida y rejuvenecía al ser humano y a los propios dioses.
Otra de las pistas que nos da el texto sagrado es que la longevidad estaba asociada a comida vegetal. No a comida de origen animal.  Por otra parte el primate humano antes de ser mejorado por los dioses, no era sino un gorila más o menos estilizado. Y los gorilas no comen carne alguna.
Si queremos vivir más y mejor, casi con seguridad la clave está en el vegetal y no en la alimentación cárnica.
Otra de las claves alimentarias de los antiguos dioses extraterrestres era la enorme sabiduría que se podía adquirir de la ingestión del fruto de un árbol especialmente prohibido para el hombre, aunque no para los dioses.


En la  bíblica parece  indicarnos que el árbol del bien y del mal o el árbol de la sabiduría tenía propiedades alucinógenas. De ahí que los dioses prohibiesen al hombre tomarlo, quizás por los efectos secundarios de dicha ingestión. ¿Era una droga?... Quizás, sí, y probablemente la prohibición fuese porque habría que seguir algún protocolo sanitario al que no accedía nuestro “homo sapiens” de aquel tiempo.
Volvemos a la clave vegetariana. Si queremos vivir más hay que comer de un árbol. Si queremos saber más hay que comer de otro árbol.
Los árboles del paraíso son dos árboles "mágicos" que aparecen en el Antiguo Testamento en la historia del Jardín del Edén. Uno de ellos es conocido como el "Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal" (simplificado como Árbol del Conocimiento; en hebreo עֵץ הַדַּעַת טוֹב וָרָע "Etz haDaat tov V'ra") , y el otro es el "Árbol de la Vida". Según el Génesis, estaba prohibido para Adán y Eva comer del primero, y luego de la desobediencia del mandato divino, éstos son expulsados para evitar que también comieran del segundo, igualando a Dios.
En el libro de Enoc, Enoc hace una descripción del paraíso, con numerosos árboles, entre ellos menciona al "árbol del conocimiento del bien y el mal" con el nombre del "árbol de la sabiduría". El árbol estaba ubicado al lado del Paraíso de Justicia, en un lugar con árboles numerosos en exceso y grandes, diferentes unos de otros, en donde destaca un árbol distinto de todos los demás, muy grande, bello y magnífico, el árbol de la sabiduría. El árbol es descrito tan alto como un abeto, sus hojas se parecen a las del algarrobo y su fruto es como un racimo de uvas, muy bonito; y con una fragancia que penetra hasta muy lejos, Igualmente se menciona que los que comen de su fruto aprenden gran sabiduría. En esta descripción, Remiel le menciona igualmente a Enoc que:  
Es el árbol de la sabiduría, del cual comieron tu primer padre y tu primera madre y aprendieron la sabiduría y sus ojos se abrieron y comprendieron que estaban desnudos y fueron expulsados del jardín del Edén.
Igualmente se menciona detalladamente en el paraíso un árbol que proporciona vida, siendo lo más posible la descripción del "árbol de la Vida". Enoc lo describe como un árbol rodeado por árboles aromáticos, el cual supera a los demás árboles en altura a la manera de un trono. Ese árbol presentaría un perfume que exhala una fragancia superior a cualquiera y sus hojas, flores y madera no se secan nunca, y presenta un fruto hermoso que se parece a los dátiles de las palmas. En esta descripción, Miguel, que estaba encargado de esos árboles, le menciona igualmente a Enoc que:
Esta montaña alta que has visto y cuya cima es como el trono de Dios, es su trono, donde se sentará el Gran Santo, el Señor de Gloria, el Rey Eterno, cuando descienda a visitar la tierra con bondad. No se permite que ningún ser de carne toque este árbol aromático, hasta el gran juicio cuando Él se vengará de todo y llevará todas las cosas a su consumación para siempre, pero entonces será dado a los justos y a los humildes. Su fruto servirá como alimento a los elegidos y será trasplantado al lugar santo, al templo del Señor, el Rey Eterno. Entonces ellos se regocijarán y estarán alegres; entrarán en el lugar santo y la fragancia penetrará sus huesos; y ellos vivirán una larga vida, tal y como la que sus antepasados vivieron. En sus días no los tocará ningún sufrimiento ni plaga ni tormento ni calamidad.
Otro de los árboles que los dioses tomaban habitualmente, bien solo o bien mezclado con otros productos, era el Bambú. Cuya composición era esencialmente de silicio. El bambú es un arbusto que crece varios centímetros en un día y tiene una capacidad regeneradora extraordinaria para el organismo.
Como hemos visto en la descripción del libro de Enoc. El paraíso contaba con numerosos árboles de todo tipo, Destacando el Árbol de la Sabiduría por su tamaño y su aroma. El hecho de que  el Edén estuviera ubicado entre dos ríos, entonces caudalosos, favorecía el crecimiento arbóreo y vegetal de la zona.
¿Por qué los dioses prohibieron a los hombres tomar del árbol de la vida? La explicación es sencilla si se conoce la composición básica el organismo de estos seres.
Ellos con millones de años de antigüedad vinieron a la Tierra, cuando el hombre era un primate. En aquel tiempo el ser humano se comportaba como un animal poco evolucionado. Cubierto de pelo y con pautas de manada,  no albergaba la inteligencia. Los dioses aceleraron ese proceso y a aquel primate le inseminaron más grupos neuronales.  De esa inseminación se produjo un salto evolutivo tremendo, que aún hoy en día tiene a los antropólogos desorientados. Pero mientras que el homo sapiens creado era inteligente, dichas inteligencia se veía inmersa en un cuerpo todavía primitivo y atado a los instintos primarios de cualquier primate. Es por eso que aún hoy, cuando el hombre ha conquistado cotas de sabiduría impensables para propios y extraños, el cuerpo en sí mismo es prisionero de instintos primarios y reacciona ante la cascada hormonal, sin que nuestra inteligencia pueda parar este proceso evolutivo del cuerpo en sí mismo.
Si aquel primate de hace medio millón de años, le hubiéramos dejado evolucionar mediante la experimentación y la experiencia, quizás a los veinte o treinta millones de años, habríamos conseguido llegar a una evolución más armónica entre el cuerpo y la inteligencia. Pero no solo no se ha dado esto, sino que fuimos acelerados intelectualmente y no físicamente. De ahí que nuestros comportamientos, como antes cite, a veces revisten características animales, primarias, viscerales y poco evolutivas.
La composición de estos seres era orgánica, pero con altas dosis de silicio. Por lo que su esqueleto era más elástico, más permeable y con una mayor capacidad regeneradora. Y eran así, puesto que el origen de la vida en su sistema Solar tenía como base de evolución, el carbono y sobre todo el silicio. Ellos venían de un planeta de Cuarzo. Mientras que el primate su base era el carbono. Y la ingestión excesiva de silicio se comporta en el cuerpo humano como un veneno.
La alta producción de bambú en el paraíso, producía un rico alimento a los dioses y un material excelente para trabajar el humano.
Los dioses produjeron un compuesto a base de clorofila y polen de flores, mezclado con lo que los humanos llamamos bellotas, que los primeros patriarcas tomaban y conseguían alargar la vida, pero el “Árbol de la vida” que lo dioses lo tomaban mezclado con altas dosis de bambú, no era tolerado por el organismo de nuestros antepasados, y de ahí la prohibición bíblica de no tomar de ese árbol.
Por otro lado el árbol de la sabiduría era una droga que producía hiperactividad cerebral y destruía neuronas. Mientras que los dioses lo utilizaban dentro de sus recetas para activar el sistema circulatorio y para regenerar el proceso neuronal.
Estos seres habían conseguido casi la inmortalidad. Y su base alimentaria era vegetal.
Pero esto no era todo. Aquellos seres conocían que la materia más evolucionada requería de energía más pura  y elevada. El cerebro era una materia con una composición altamente sofisticada y aunque se nutre de glucosa y aceites esenciales, de sangre, oxigeno y otros nutrientes. Requería de algo semejante al Prana, al que se refieren los hinduistas. Es por esto que en sus construcciones existían invariablemente las formas piramidales, en la medida que estas construcciones atrapan infinidad de neutrinos, que son el principio de la vida y la energía primordial del universo.  Eran seres equilibrados entre el espíritu y el cuerpo. Y por esto inculcaron en el hombre, no solo la construcción de pirámides sino las pautas del yoga y la meditación.
En Egipto, el faraón celebraba cada año la ceremonia de la regeneración introduciéndose en la “Cámara del Rey” de la gran pirámide.
En la india, se utilizaba la meditación y el yoga para captar esta energía cósmica, que regenera el espíritu.
Pero aquel hombre primitivo, empujado por su naturaleza animal, más preponderante y por vivir en un planeta donde los procesos evolutivos son primarios, comenzó a comer carne y a apartarse de la enseñanza de los dioses, que habrían abandonado nuestro planeta en el Diluvio Universal.
Viendo que los humanos se habían apartado del camino. Inculcaron en nuestros padres la agricultura en vez de la ganadería, pero finalmente nuestra fuerte naturaleza animalesca, siguió con la manía de matar y de comerse al animal.
En nuestros tiempos, además de comer carne y proteína animal en demasía. Se inyectan en la alimentación de nuestro ganado infinidad de hormonas de crecimiento y estrógenos animales, que inducen al cáncer de mama, o de próstata, hasta el punto, que según los informes de OMS uno de cada tres personas tendrá cáncer en los próximos años.
La clave está en los árboles, en los frutos, en las plantas y en la energía cósmica. Solo cuando entendamos el legado y la ley de nuestros Dioses, podremos retornar a la senda del crecimiento. Matusalén vivió 900 años, pero los vivió de la mano de los seres superiores, los vivió cumpliendo la ley ética y moral que debe seguir un ser evolucionado. Nosotros en la actualidad estamos apartados el camino y nos hemos perdido en la senda del devenir evolutivo.
La memoria colectiva de la Humanidad recuerda en su inconsciente que hubo un árbol maravilloso que daba la vida eterna. Es por esto que a veces aflora este recuerdo en nuestro arte y en nuestras evocaciones emotivas y lo representamos en películas como “Avatar” donde se rinde culto a un árbol, que nos recuerda a todos el “Árbol de Paraíso”
He visto esta películas tres veces, y he comprobado como al ver las imágenes del árbol madre que sustenta a la raza de aquel planeta,  las lágrimas resbalaban suavemente por mis mejilla, pero curiosamente algún que otro espectador sentados en las butacas contiguas a la mía, también lloraban, rememorando la vieja memoria del paraíso, del “Árbol de la Vida” y del “Árbol de la Sabiduría”.
Por último no olvidéis tomar brotes de bambú, que son ricos en silicio y evitar el consumo de carne.
Lice Moreno
www.heliocentro.org