LA CLAVE ESTA EN LOS ARBOLES
Y el Señor Dios dijo, mirad, el hombre se ha vuelto
como uno de nosotros, con
Conocimiento del bien y del mal: y ahora, no sea que
extienda su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para
siempre:
La tradición esotérica antigua nos
dice que hace 500.000 años. En el centro del desierto de Gobi había una isla
blanca donde moraban los dioses o mejor dicho, extraterrestres que habían
venido a colonizar la Tierra.
Otra de las ubicaciones
tradicionales donde la Biblia sitúa el paraíso, era Mesopotamia, entre los ríos
Éufrates y Tigris.
Estos seres venidos del espacio
habrían conseguido casi la inmortalidad. O en todo caso no les afectaba tanto
las condiciones medioambientales que tenía nuestro planeta en aquel tiempo.
Estos seres habrían seleccionado un
primate y le habían mejorado genéticamente para hacer emerger el “Homo Sapiens”
nuestro pariente más cercano.
La Biblia habla de Matusalén, de
Lameq y Enoc, antiguos patriarcas que habrían vivido cientos de años. Algunos
casi un milenio. Bien es verdad que muchos estudiosos de los textos sagrados,
nos dicen que no eran años, sino medidas de tiempo más cortas, incluso podrían
estar hablando de meses. Pero Los textos sumerios, que son los textos más
antiguos de nuestra historia escrita, insisten en dos extremos muy claros: Por
un lado que los dioses o los hombres vivían en el mismo lugar geográfico,
aunque con estancias separadas. Y que unos y otros alcanzaban edades longevas.
¿Por qué podían vivir tanto?.....
La biblia nos da una pista clara al referirse de que un mítico árbol podía
alargar la vida de las personas en forma extraordinaria. No sabemos cuál era
ese árbol. Pero los dioses no querían que el hombre accediera a él. Quizás
porque podría tener efectos secundarios sobre las personas o por que la
anatomía de aquel primate nuestro no toleraba tal alimento.
No sabemos cual era el árbol, y por
otro lado, quizás los dioses se lo llevaron en el día de la partida o
simplemente las condiciones climáticas del planeta, que por entonces afrontaba
una era glacial que originó el Diluvio Universal, no le dejo crecer.
Este recuerdo inconsciente ha
permanecido en el ser humano como un logro a conquistar, de hecho a través de
la historia, Alquimistas e investigadores buscaron con tesón la mal llamada “Piedra Filosofal” cuando en realidad, más
que una piedra bien podría ser un vegetal, tal y como citaba el Libro Sagrado.
Efectivamente era un árbol, que con
el tiempo despareció de la faz de la Tierra. Era un árbol con unas excelentes
capacidades regenerativas. Que subía el sistema inmune y que actuaba como un
antioxidante.
Ese árbol fue mutando con el
tiempo, perdiendo la hojarasca hasta convertirse en in pequeño tubérculo bajo
tierra, pero ese fruto ya había perdido su fuerza primigenia, albergando solo
una pequeñas cualidades regeneradoras. Después de 500000 mil años, el ajo
“Allium Cepa” es el sucedáneo pariente lejano de aquel árbol, que sigue
conservando alguna excelente propiedad para curar el cuerpo humano.
Viendo los antiguos patriarcas que
los Dioses extraterrestres que vivían en sus ciudades consumían periódicamente
de este árbol. Buscaron robarlo y plantarlo en sus huertos. Pero los
extraterrestres pusieron dicha planta en cuarentena con un sistema eléctrico al
que no se podía acceder. Por esto dice la
Biblia:
“Por ello el Señor Dios lo envió lejos del
jardín del Edén, de donde fue quitado.
Así él
alejó al hombre; y puso al este del Jardín del Edén a sus querubines, y una
espada flameante que giraba a todos lados, para cuidar el camino al árbol de la
vida”
Pero en cada cultura,
en cada tiempo, todas y cada una de las civilizaciones, consideraron a un
árbol, una planta o alguna pócima venida del vegetal, como sagrado o con
poderes mágicos. Los héroes recibían la corona de laurel, o eran ungidos con
aceite del Olivo Sagrado. En la propia Biblia se habla de “Los dos olivos” que
están sentados a los lados del Señor de la Tierra. Otras tantas tribus
consideraban a tal o cual árbol como sagrado. Todo esto porque en nuestro
inconsciente colectivo todavía se recuerda aquel árbol traído por los dioses
que prolongaba la vida y rejuvenecía al ser humano y a los propios dioses.
Otra de las pistas que
nos da el texto sagrado es que la longevidad estaba asociada a comida vegetal.
No a comida de origen animal. Por otra
parte el primate humano antes de ser mejorado por los dioses, no era sino un
gorila más o menos estilizado. Y los gorilas no comen carne alguna.
Si queremos vivir más y
mejor, casi con seguridad la clave está en el vegetal y no en la alimentación
cárnica.
Otra de las claves
alimentarias de los antiguos dioses extraterrestres era la enorme sabiduría que
se podía adquirir de la ingestión del fruto de un árbol especialmente prohibido
para el hombre, aunque no para los dioses.
En la bíblica parece
indicarnos que el árbol del bien y del mal o el árbol de la sabiduría
tenía propiedades alucinógenas. De ahí que los dioses prohibiesen al hombre
tomarlo, quizás por los efectos secundarios de dicha ingestión. ¿Era una
droga?... Quizás, sí, y probablemente la prohibición fuese porque habría que
seguir algún protocolo sanitario al que no accedía nuestro “homo sapiens” de
aquel tiempo.
Volvemos a la clave
vegetariana. Si queremos vivir más hay que comer de un árbol. Si queremos saber
más hay que comer de otro árbol.
Los
árboles del paraíso son dos árboles "mágicos" que aparecen en el
Antiguo Testamento en la historia del Jardín del Edén. Uno de ellos es conocido
como el "Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal" (simplificado como
Árbol del Conocimiento; en hebreo עֵץ הַדַּעַת טוֹב וָרָע "Etz haDaat tov
V'ra") , y el otro es el "Árbol de la Vida". Según el Génesis,
estaba prohibido para Adán y Eva comer del primero, y luego de la desobediencia
del mandato divino, éstos son expulsados para evitar que también comieran del
segundo, igualando a Dios.
En
el libro de Enoc, Enoc hace una descripción
del paraíso,
con numerosos árboles, entre ellos menciona al "árbol del conocimiento del bien y el mal" con el
nombre del "árbol de la
sabiduría". El árbol estaba ubicado al lado del Paraíso de
Justicia, en un lugar con árboles numerosos en exceso y grandes, diferentes
unos de otros, en donde destaca un árbol distinto de todos los demás, muy
grande, bello y magnífico, el árbol de la sabiduría. El árbol es descrito tan
alto como un abeto,
sus hojas se parecen a las del algarrobo y
su fruto es como un racimo de uvas,
muy bonito; y con una fragancia que penetra hasta muy lejos, Igualmente se
menciona que los que comen de su fruto aprenden gran sabiduría. En esta
descripción, Remiel le
menciona igualmente a Enoc que:
Es el árbol de la sabiduría, del
cual comieron tu primer padre y tu primera madre y aprendieron la sabiduría y
sus ojos se abrieron y comprendieron que estaban desnudos y fueron expulsados
del jardín del Edén.
Igualmente
se menciona detalladamente en el paraíso un árbol que proporciona vida, siendo lo más
posible la descripción del "árbol
de la Vida". Enoc lo describe como un árbol rodeado por árboles
aromáticos, el cual supera a los demás árboles en altura a la manera de un
trono. Ese árbol presentaría un perfume que exhala una fragancia superior a
cualquiera y sus hojas, flores y madera no se secan nunca, y presenta un fruto
hermoso que se parece a los dátiles de
las palmas.
En esta descripción, Miguel,
que estaba encargado de esos árboles, le menciona igualmente a Enoc que:
Esta montaña alta que has visto y
cuya cima es como el trono de Dios, es su trono, donde se sentará el Gran
Santo, el Señor de Gloria, el Rey Eterno, cuando descienda a visitar la tierra
con bondad. No se permite que ningún ser de carne toque este árbol aromático,
hasta el gran juicio cuando Él se vengará de todo y llevará todas las cosas a
su consumación para siempre, pero entonces será dado a los justos y a los
humildes. Su fruto servirá como alimento a los elegidos y será trasplantado al
lugar santo, al templo del Señor, el Rey Eterno. Entonces ellos se regocijarán
y estarán alegres; entrarán en el lugar santo y la fragancia penetrará sus
huesos; y ellos vivirán una larga vida, tal y como la que sus antepasados
vivieron. En sus días no los tocará ningún sufrimiento ni plaga ni tormento ni
calamidad.
Otro de los árboles que los dioses tomaban
habitualmente, bien solo o bien mezclado con otros productos, era el Bambú.
Cuya composición era esencialmente de silicio. El bambú es un arbusto que crece
varios centímetros en un día y tiene una capacidad regeneradora extraordinaria
para el organismo.
Como hemos visto en la descripción del libro de
Enoc. El paraíso contaba con numerosos árboles de todo tipo, Destacando el Árbol
de la Sabiduría por su tamaño y su aroma. El hecho de que el Edén estuviera ubicado entre dos ríos,
entonces caudalosos, favorecía el crecimiento arbóreo y vegetal de la zona.
¿Por qué los dioses prohibieron a los hombres tomar
del árbol de la vida? La explicación es sencilla si se conoce la composición
básica el organismo de estos seres.
Ellos con millones de años de antigüedad vinieron a
la Tierra, cuando el hombre era un primate. En aquel tiempo el ser humano se
comportaba como un animal poco evolucionado. Cubierto de pelo y con pautas de
manada, no albergaba la inteligencia.
Los dioses aceleraron ese proceso y a aquel primate le inseminaron más grupos
neuronales. De esa inseminación se
produjo un salto evolutivo tremendo, que aún hoy en día tiene a los
antropólogos desorientados. Pero mientras que el homo sapiens creado era
inteligente, dichas inteligencia se veía inmersa en un cuerpo todavía primitivo
y atado a los instintos primarios de cualquier primate. Es por eso que aún hoy,
cuando el hombre ha conquistado cotas de sabiduría impensables para propios y
extraños, el cuerpo en sí mismo es prisionero de instintos primarios y reacciona
ante la cascada hormonal, sin que nuestra inteligencia pueda parar este proceso
evolutivo del cuerpo en sí mismo.
Si aquel primate de hace medio millón de años, le
hubiéramos dejado evolucionar mediante la experimentación y la experiencia,
quizás a los veinte o treinta millones de años, habríamos conseguido llegar a
una evolución más armónica entre el cuerpo y la inteligencia. Pero no solo no
se ha dado esto, sino que fuimos acelerados intelectualmente y no físicamente.
De ahí que nuestros comportamientos, como antes cite, a veces revisten
características animales, primarias, viscerales y poco evolutivas.
La composición de estos seres era orgánica, pero
con altas dosis de silicio. Por lo que su esqueleto era más elástico, más
permeable y con una mayor capacidad regeneradora. Y eran así, puesto que el
origen de la vida en su sistema Solar tenía como base de evolución, el carbono
y sobre todo el silicio. Ellos venían de un planeta de Cuarzo. Mientras que el
primate su base era el carbono. Y la ingestión excesiva de silicio se comporta
en el cuerpo humano como un veneno.
La alta producción de bambú en el paraíso, producía
un rico alimento a los dioses y un material excelente para trabajar el humano.
Los dioses produjeron un compuesto a base de
clorofila y polen de flores, mezclado con lo que los humanos llamamos bellotas,
que los primeros patriarcas tomaban y conseguían alargar la vida, pero el “Árbol
de la vida” que lo dioses lo tomaban mezclado con altas dosis de bambú, no era
tolerado por el organismo de nuestros antepasados, y de ahí la prohibición
bíblica de no tomar de ese árbol.
Por otro lado el árbol de la sabiduría era una
droga que producía hiperactividad cerebral y destruía neuronas. Mientras que
los dioses lo utilizaban dentro de sus recetas para activar el sistema
circulatorio y para regenerar el proceso neuronal.
Estos seres habían conseguido casi la inmortalidad.
Y su base alimentaria era vegetal.
Pero esto no era todo. Aquellos seres conocían que
la materia más evolucionada requería de energía más pura y elevada. El cerebro era una materia con una
composición altamente sofisticada y aunque se nutre de glucosa y aceites
esenciales, de sangre, oxigeno y otros nutrientes. Requería de algo semejante
al Prana, al que se refieren los hinduistas. Es por esto que en sus
construcciones existían invariablemente las formas piramidales, en la medida
que estas construcciones atrapan infinidad de neutrinos, que son el principio
de la vida y la energía primordial del universo. Eran seres equilibrados entre el espíritu y
el cuerpo. Y por esto inculcaron en el hombre, no solo la construcción de
pirámides sino las pautas del yoga y la meditación.
En Egipto, el faraón celebraba cada año la ceremonia
de la regeneración introduciéndose en la “Cámara del Rey” de la gran pirámide.
En la india, se utilizaba la meditación y el yoga
para captar esta energía cósmica, que regenera el espíritu.
Pero aquel hombre primitivo, empujado por su
naturaleza animal, más preponderante y por vivir en un planeta donde los
procesos evolutivos son primarios, comenzó a comer carne y a apartarse de la
enseñanza de los dioses, que habrían abandonado nuestro planeta en el Diluvio
Universal.
Viendo que los humanos se habían apartado del
camino. Inculcaron en nuestros padres la agricultura en vez de la ganadería,
pero finalmente nuestra fuerte naturaleza animalesca, siguió con la manía de
matar y de comerse al animal.
En nuestros tiempos, además de comer carne y
proteína animal en demasía. Se inyectan en la alimentación de nuestro ganado
infinidad de hormonas de crecimiento y estrógenos animales, que inducen al
cáncer de mama, o de próstata, hasta el punto, que según los informes de OMS
uno de cada tres personas tendrá cáncer en los próximos años.
La clave está en los árboles, en los frutos, en las
plantas y en la energía cósmica. Solo cuando entendamos el legado y la ley de
nuestros Dioses, podremos retornar a la senda del crecimiento. Matusalén vivió
900 años, pero los vivió de la mano de los seres superiores, los vivió
cumpliendo la ley ética y moral que debe seguir un ser evolucionado. Nosotros
en la actualidad estamos apartados el camino y nos hemos perdido en la senda
del devenir evolutivo.
La memoria colectiva de la Humanidad recuerda en su
inconsciente que hubo un árbol maravilloso que daba la vida eterna. Es por esto
que a veces aflora este recuerdo en nuestro arte y en nuestras evocaciones
emotivas y lo representamos en películas como “Avatar” donde se rinde culto a
un árbol, que nos recuerda a todos el “Árbol de Paraíso”
He visto esta películas tres veces, y he comprobado
como al ver las imágenes del árbol madre que sustenta a la raza de aquel
planeta, las lágrimas resbalaban
suavemente por mis mejilla, pero curiosamente algún que otro espectador
sentados en las butacas contiguas a la mía, también lloraban, rememorando la
vieja memoria del paraíso, del “Árbol de la Vida” y del “Árbol de la
Sabiduría”.
Por último no olvidéis tomar brotes de bambú, que
son ricos en silicio y evitar el consumo de carne.
Lice Moreno
www.heliocentro.org