domingo, 8 de mayo de 2016

LA NATURALEZA NOS ENSEÑA

Creo que con el primer chupete que me dio mi madre, hará más de sesenta años, comenzó mi interés por el mundo esotérico. Nací así ¡Que le vamos a hacer! Otros tienes otras desgracias. Y no es que investigar el mundo paranormal, esotérico, astrológico o metafísico sea malo. Lo que realmente es pernicioso, es que sea este objetivo lo único o lo más importante de tu vida.
Tengo amigos desde hace más de cuarenta años que todavía están esperando cumplir una misión en la vida de profetas, sanadores, contactados o intermediarios de los extraterrestres, dejando en el camino la atención a sus hijos, el cuidado por las cosas pequeñas, la dedicación al bienestar social o el cultivo del estudio, la ciencia y el conocimiento. Todos queremos ser profetas. Todos deseamos hacer una gran misión o ser elegidos desde lo Alto para sanar, ayudar o iluminar a los descarriados, que son todos los que nos rodean.
Al final he comprendido que este tipo de comportamientos son patológicos y encierran zanganería, falta de auto-estima, ignorancia, egocentrismo o afán de emerger de la manada de una u otra manera.
Nuestra gran misión es producir amor, sonrisas, bienestar e inteligencia a los que nos son próximos. Al final he comprendido que ya no hay profetas, mesías o iluminados designados por los dioses. Estas paranoias han destrozado familias enteras y han desubicado a muchos de los de mi generación, impregnados del modelo de Supermán, Jesucrito o Buda; por citar algunos.
Esta introducción es una pequeña reflexión sobre algo que me ha sorprendido curiosamente. Después de leer miles de páginas sobre cualquier tratado paranormal o esotérico y aburrido de encontrar siempre las mismas respuestas; pues unos autores se copian a otros; me he puesto a observar a mis gallinas.
Algunos dirán: ¿Qué tiene que ver la metafísica con las gallinas? Quizás nada. O más bien, al haberme pasado toda mi vida entre libros, médiums, iluminados y contactados, no había reparado en la enseñanza perpetua que nos dicta la naturaleza.
Ahora que me tengo que ocupar del huerto, de los animales y de los árboles, me he dado cuenta que todo el ecosistema está inter-relacionado y en permanente pugna. Los animales son absolutamente territoriales y luchan a muerte por asegurar su comida, su territorio o su apareamiento. Si siembras una hortaliza, cientos de patógenos, gusanos y animalitos de toda especie y condición tratan de dejarte sin lechuga. Moscas, arañas y otros tantos insectos anidan entre los melocotones, las fresas o los tomates y te arruinan la cosecha. Hay que volverse ingenioso, analizar, estudiar y adelantarse a todas las amenazas si quieres comer patatas o coles. Por supuesto sin emplear venenos químicos, puesto que, en tal caso, te envenenas irremediablemente.
Viendo comportamiento humano he deducido que estamos absolutamente inmersos en el plano animal y que reproducimos al milímetro dichos comportamientos. Nos falta mucho para llegar a ser simplemente humanos; cuanto más, mesías, iluminados o superiores. Incluso en casi todos los casos superamos la animalidad de la naturaleza siendo más deletéreos que las especies, mal llamadas inferiores.
Todo esto viene a cuento por el curioso comportamiento de mis gallinas.
Resulta que el otro día entró en nuestra finca la perrita de nuestra vecina, una garafiana preciosa, que en un suspiro se abalanzó sobre una de nuestras gallinas y le propino un mordisco salvaje. Corrimos enseguida a sacarle de su boca a nuestra pequeña ponedora pero fue tarde. Nuestra gallina comenzó a dar convulsiones y a arrojar sangre por el pico. Nuestra vecina, una buena mujer, nos obsequió con una pequeña sonrisa -¡Estos animales! Comentó.
Yo la hubiese matado, tanto a ella como su dichosa perra. Y es que cuando convives con tus animales, tu gallina es; con la justa proporción, como un hijo. Alguien del clan a quien proteges, amas y cuidas. Sobre todo, porque te da huevos.
Nos pusimos a la tarea de recuperar a nuestra pequeña y después de tres días a base de tratamientos permanentes, de aislarla y protegerla la sacamos adelante.
Pasaron un par de semanas y curiosamente en la zona donde le mordió la perra, nuestra gallina perdió el plumaje  y Kefrén, que asi la llamamos, reprodujo plumas blancas en la cabeza, distintas del resto del plumaje original. Es decir, nuestra gallina había somatizado el trauma. Recordé enseguida que cuando una persona ha recibido un susto o un trauma el pelo se le pone blanco. “Se ha dado tal susto que el pelo se le ha puesto blanco y parece envejecido” esta afirmación es común cuando constatamos tales hechos entre nuestros semejantes. Pues en los animales pasa exactamente lo mismo.
Dado que nos hemos dedicado muchos años a la Iridología, pudimos comprobar que la gallina había desarrollado una mancha en su iris en la zona que corresponde al pulmón, que es precisamente la zona donde el colmillo del perro perforó a nuestro animalito.
Igual que cualquier humano.
No pasaron un par de semanas cuando tuvimos otro susto del que también aprendimos.
Dado que nuestras ponedoras tienes ya dos años, conviene incorporar al gallinero otra generación para que vayas creciendo y no quedarse sin huevos. Pusimos junto a las primeras, tres polluelos jóvenes para que crecieran para el futuro.
Desde el primer día las gallinas veteranas comenzaron una feroz batalla contra las jóvenes. Todas y cada una de las viejas, atacaban sin piedad a las jóvenes hasta el punto de hacerles sangre. Como éramos novatos, nos asombramos, pues no podíamos concebir que nuestras queridas ponedoras fueran tan violentas ¿Cómo era posible que atacaran a los polluelos? Para nosotros era incomprensible.
Preguntamos a los más veteranos de nuestros vecinos y nos dijeron que o las separábamos o simplemente las mataban, incluso se las comían.
Tuvimos que dividir el gallinero, poner una puerta y hacer todo un ejercicio de ingenio para separarlas.
Una de las gallinas veteranas a la que llamos Micerinos, resultaba ser la más violenta. Además atacaba al ojo de las gallinitas, incluso haciéndoles sangrar. Pero en cuanto hay sangre, el ataque se vuelve más feroz, pues como en el caso del ser humano, la sangre parece tener la atracción obsesiva del violento y del criminal.
Días tras día, observando el gallinero y procurando que hubiese paz hasta que una de las mañanas vimos a Micerinos postrada en el suelo con estertores de muerte. Estaba inanimada. Estaba clínicamente muerta y no respondía a ningún estímulo.
La testamos de arriba abajo para ver si alguna rata le había mordido o alguna de sus compañeras, pero no era el caso, pues no presentaba ninguna herida.
Estábamos observándola con tristeza y vimos cómo un cuerpo luminoso salía de ella misma y se acercaba a una enorme entidad que había aparecido y al que los antiguos llaman “El Dios Pan” que es quien gobierna los animales y la naturaleza del planeta.
Nuestra gallina se marchaba para reunirse con su padre. Esta visión me hizo reflexionar sobre el mismo hecho que se da entre los humanos, que al tiempo de fallecer se reúnen con sus padres biológico y con sus seres creadores o dioses. Exactamente igual que nuestras gallinas. Al parecer debe ser una constante entre los seres vivos.
-          Devuélvemela por favor, devuélvemela…
-          Si, pero tienes que cuidarla.
La reanimamos con masaje. Le introdujimos por el pico vitaminas y estimulantes naturales para subir el sistema inmune y la dejamos aislada en una caja para ver si al día siguiente resucitaba o no.
Curiosamente por la mañana, Micerinos estaba en pie junto a una enorme cantidad de excremento que había arrojado durante la noche. Comprendimos que había tenido un cólico intestinal, que es una de las principales causas de la muerte de las aves.
Lo que nos dejó asombrados fue comprobar en los días posteriores, que el comportamiento de Micerinos había cambiado radicalmente. Los rasgos de violencia de los que había hecho gala hasta la fecha habían desaparecido. Las gallinitas jóvenes se acercaban a ellas y le quitaban la comida de la boca. Esta gallina se había convertido en pacífica delicada y armoniosa, simplemente porque había muerto y resucitado.
El pasar al “otro lado” lleva siempre consigo un trauma, que al regresar de la muerte clínica, produce en el ser humano un cambio drástico de comportamiento.
Hay mucha literatura al respecto, donde se repite un denominador común en el caso de regreso de la muerte clínica. Un cambio de comportamiento que lleva a los sujetos a una mayor conciencia y a un cambio de comportamiento más evolucionado.
Recuerdo al respecto un par de casos que investigué de dicha muerte clínica. En uno de ellos, una persona de cierta edad, murió en el quirófano de un hospital de Madrid. Ella observaba su cuerpo desde fuera. Desde lo alto, mientras escuchaba a los médicos decir que estaba muerta. Enseguida vio a sus padres fallecidos que le sonreían con amor. Luego apareció un ser con una túnica blanca que con una inmensa ternura le dijo:  -Todavía no te toca ¡Regresa!
Y cuando estaban cubriéndole para llevarla al depósito, nuestra amiga gritó: -¡No estoy muerta…No estoy muerta! Ante la sorpresa del personal médico.
Al poco de salir del hospital, se compró un sinfín de libros esotéricos y persiguió a sus hijos para que los leyeran:
- Estáis perdiendo el tiempo -Les decía- Todo por lo que luchamos no es correcto. Son las pequeñas cosas, el amor, el ser solidario y el vencer la pereza, la zanganería, el mal genio es decisivo para el espíritu. El ser más guapos, más ricos o más poderosos no es sino frenos para la verdadera evolución.
Y nuestra amiga persiguió día a día a sus seres queridos para que cambiarán el comportamiento, mientras que estas personas la tomaron por trastornada. Aquella persona había quitado el miedo a la muerte y además había cambiado todo su comportamiento empeñando todo esfuerzo en amar, ser solidaria y aprender.
El otro caso que investigué era de una joven absolutamente preocupada por la belleza, por ir a la moda y por conseguir ser una estrella de la canción y de la movida social. Tuvo un accidente y experimentó la muerte clínica. Cuando volvió, cambió radicalmente su vida. Comprendió que la belleza, la apariencia y el mal llamado triunfo social era una trampa para la evolución y desde aquel día se empleó en dedicarse a los demás, estudiar e investigar los misterios del Universo. La “Pija” de antaño se había convertido en un ser consciente, amable y maravilloso. Atrás había dejado a la impertinente, estúpida y superficial ser en el que se había convertido.
Micerinos, nuestra gallina, al igual que los seres que tienen la misma experiencia de muerte clínica había experimentado el mismo cambio. Al parecer este fenómeno debe ser una constante entre los seres vivos.
Algunos de mis lectores dirán que los años me están volviendo un poco tontorrón, pero la naturaleza me esta enseñando muchas lecciones que no aparecen en los libros y que están latentes en la vida misma.
Ahora mismo he comprendido que vamos demasiado rápidos por la vida, persiguiendo tonterías o banalidades. Y que no debería ser necesario morir para tomar conciencia de que hay que ser solidario, amable, armonioso y dejar de perseguir ser mesías, elegido y espiritual. La espiritualidad esta en las pequeñas cosas. En amar incondicionalmente lo que el destino ha puesto en tu entorno. La espiritualidad está en ser responsable, hacer la cama y asearte, cuidar tu cuerpo, pensar positivamente, ser solidario, no dejarse atrapar por la ira, no ser perezoso y crear las condiciones de vida más felices para ti tus semejantes.