LA NATURALEZA NOS ENSEÑA
Creo que con el primer chupete
que me dio mi madre, hará más de sesenta años, comenzó mi interés por el mundo
esotérico. Nací así ¡Que le vamos a hacer! Otros tienes otras desgracias. Y no
es que investigar el mundo paranormal, esotérico, astrológico o metafísico sea
malo. Lo que realmente es pernicioso, es que sea este objetivo lo único o lo
más importante de tu vida.
Tengo amigos desde hace más de
cuarenta años que todavía están esperando cumplir una misión en la vida de
profetas, sanadores, contactados o intermediarios de los extraterrestres,
dejando en el camino la atención a sus hijos, el cuidado por las cosas
pequeñas, la dedicación al bienestar social o el cultivo del estudio, la
ciencia y el conocimiento. Todos queremos ser profetas. Todos deseamos hacer
una gran misión o ser elegidos desde lo Alto para sanar, ayudar o iluminar a
los descarriados, que son todos los que nos rodean.
Al final he comprendido que este
tipo de comportamientos son patológicos y encierran zanganería, falta de
auto-estima, ignorancia, egocentrismo o afán de emerger de la manada de una u
otra manera.
Nuestra gran misión es producir
amor, sonrisas, bienestar e inteligencia a los que nos son próximos. Al final
he comprendido que ya no hay profetas, mesías o iluminados designados por los
dioses. Estas paranoias han destrozado familias enteras y han desubicado a
muchos de los de mi generación, impregnados del modelo de Supermán, Jesucrito o
Buda; por citar algunos.
Esta introducción es una pequeña
reflexión sobre algo que me ha sorprendido curiosamente. Después de leer miles
de páginas sobre cualquier tratado paranormal o esotérico y aburrido de
encontrar siempre las mismas respuestas; pues unos autores se copian a otros;
me he puesto a observar a mis gallinas.
Algunos dirán: ¿Qué tiene que ver
la metafísica con las gallinas? Quizás nada. O más bien, al haberme pasado toda
mi vida entre libros, médiums, iluminados y contactados, no había reparado en
la enseñanza perpetua que nos dicta la naturaleza.
Ahora que me tengo que ocupar del
huerto, de los animales y de los árboles, me he dado cuenta que todo el
ecosistema está inter-relacionado y en permanente pugna. Los animales son
absolutamente territoriales y luchan a muerte por asegurar su comida, su
territorio o su apareamiento. Si siembras una hortaliza, cientos de patógenos,
gusanos y animalitos de toda especie y condición tratan de dejarte sin lechuga.
Moscas, arañas y otros tantos insectos anidan entre los melocotones, las fresas
o los tomates y te arruinan la cosecha. Hay que volverse ingenioso, analizar,
estudiar y adelantarse a todas las amenazas si quieres comer patatas o coles.
Por supuesto sin emplear venenos químicos, puesto que, en tal caso, te
envenenas irremediablemente.
Viendo comportamiento humano he
deducido que estamos absolutamente inmersos en el plano animal y que
reproducimos al milímetro dichos comportamientos. Nos falta mucho para llegar a
ser simplemente humanos; cuanto más, mesías, iluminados o superiores. Incluso
en casi todos los casos superamos la animalidad de la naturaleza siendo más
deletéreos que las especies, mal llamadas inferiores.
Todo esto viene a cuento por el
curioso comportamiento de mis gallinas.
Resulta que el otro día entró en
nuestra finca la perrita de nuestra vecina, una garafiana preciosa, que en un
suspiro se abalanzó sobre una de nuestras gallinas y le propino un mordisco
salvaje. Corrimos enseguida a sacarle de su boca a nuestra pequeña ponedora
pero fue tarde. Nuestra gallina comenzó a dar convulsiones y a arrojar sangre
por el pico. Nuestra vecina, una buena mujer, nos obsequió con una pequeña
sonrisa -¡Estos animales! Comentó.
Yo la hubiese matado, tanto a
ella como su dichosa perra. Y es que cuando convives con tus animales, tu
gallina es; con la justa proporción, como un hijo. Alguien del clan a quien
proteges, amas y cuidas. Sobre todo, porque te da huevos.
Nos pusimos a la tarea de
recuperar a nuestra pequeña y después de tres días a base de tratamientos
permanentes, de aislarla y protegerla la sacamos adelante.
Pasaron un par de semanas y
curiosamente en la zona donde le mordió la perra, nuestra gallina perdió el
plumaje y Kefrén, que asi la llamamos,
reprodujo plumas blancas en la cabeza, distintas del resto del plumaje
original. Es decir, nuestra gallina había somatizado el trauma. Recordé
enseguida que cuando una persona ha recibido un susto o un trauma el pelo se le
pone blanco. “Se ha dado tal susto que el pelo se le ha puesto blanco y parece
envejecido” esta afirmación es común cuando constatamos tales hechos entre
nuestros semejantes. Pues en los animales pasa exactamente lo mismo.
Dado que nos hemos dedicado
muchos años a la Iridología, pudimos comprobar que la gallina había
desarrollado una mancha en su iris en la zona que corresponde al pulmón, que es
precisamente la zona donde el colmillo del perro perforó a nuestro animalito.
Igual que cualquier humano.
No pasaron un par de semanas
cuando tuvimos otro susto del que también aprendimos.
Dado que nuestras ponedoras
tienes ya dos años, conviene incorporar al gallinero otra generación para que
vayas creciendo y no quedarse sin huevos. Pusimos junto a las primeras, tres
polluelos jóvenes para que crecieran para el futuro.
Desde el primer día las gallinas
veteranas comenzaron una feroz batalla contra las jóvenes. Todas y cada una de
las viejas, atacaban sin piedad a las jóvenes hasta el punto de hacerles
sangre. Como éramos novatos, nos asombramos, pues no podíamos concebir que
nuestras queridas ponedoras fueran tan violentas ¿Cómo era posible que atacaran
a los polluelos? Para nosotros era incomprensible.
Preguntamos a los más veteranos
de nuestros vecinos y nos dijeron que o las separábamos o simplemente las mataban,
incluso se las comían.
Tuvimos que dividir el gallinero,
poner una puerta y hacer todo un ejercicio de ingenio para separarlas.
Una de las gallinas veteranas a
la que llamos Micerinos, resultaba ser la más violenta. Además atacaba al ojo
de las gallinitas, incluso haciéndoles sangrar. Pero en cuanto hay sangre, el
ataque se vuelve más feroz, pues como en el caso del ser humano, la sangre
parece tener la atracción obsesiva del violento y del criminal.
Días tras día, observando el
gallinero y procurando que hubiese paz hasta que una de las mañanas vimos a
Micerinos postrada en el suelo con estertores de muerte. Estaba inanimada.
Estaba clínicamente muerta y no respondía a ningún estímulo.
La testamos de arriba abajo para
ver si alguna rata le había mordido o alguna de sus compañeras, pero no era el
caso, pues no presentaba ninguna herida.
Estábamos observándola con
tristeza y vimos cómo un cuerpo luminoso salía de ella misma y se acercaba a
una enorme entidad que había aparecido y al que los antiguos llaman “El Dios
Pan” que es quien gobierna los animales y la naturaleza del planeta.
Nuestra gallina se marchaba para
reunirse con su padre. Esta visión me hizo reflexionar sobre el mismo hecho que
se da entre los humanos, que al tiempo de fallecer se reúnen con sus padres
biológico y con sus seres creadores o dioses. Exactamente igual que nuestras
gallinas. Al parecer debe ser una constante entre los seres vivos.
-
Devuélvemela por favor, devuélvemela…
-
Si, pero tienes que cuidarla.
La reanimamos con masaje. Le
introdujimos por el pico vitaminas y estimulantes naturales para subir el
sistema inmune y la dejamos aislada en una caja para ver si al día siguiente
resucitaba o no.
Curiosamente por la mañana,
Micerinos estaba en pie junto a una enorme cantidad de excremento que había
arrojado durante la noche. Comprendimos que había tenido un cólico intestinal,
que es una de las principales causas de la muerte de las aves.
Lo que nos dejó asombrados fue
comprobar en los días posteriores, que el comportamiento de Micerinos había
cambiado radicalmente. Los rasgos de violencia de los que había hecho gala
hasta la fecha habían desaparecido. Las gallinitas jóvenes se acercaban a ellas
y le quitaban la comida de la boca. Esta gallina se había convertido en
pacífica delicada y armoniosa, simplemente porque había muerto y resucitado.
El pasar al “otro lado” lleva
siempre consigo un trauma, que al regresar de la muerte clínica, produce en el
ser humano un cambio drástico de comportamiento.
Hay mucha literatura al respecto,
donde se repite un denominador común en el caso de regreso de la muerte
clínica. Un cambio de comportamiento que lleva a los sujetos a una mayor
conciencia y a un cambio de comportamiento más evolucionado.
Recuerdo al respecto un par de
casos que investigué de dicha muerte clínica. En uno de ellos, una persona de
cierta edad, murió en el quirófano de un hospital de Madrid. Ella observaba su
cuerpo desde fuera. Desde lo alto, mientras escuchaba a los médicos decir que
estaba muerta. Enseguida vio a sus padres fallecidos que le sonreían con amor.
Luego apareció un ser con una túnica blanca que con una inmensa ternura le dijo:
-Todavía no te toca ¡Regresa!
Y cuando estaban cubriéndole para
llevarla al depósito, nuestra amiga gritó: -¡No estoy muerta…No estoy muerta!
Ante la sorpresa del personal médico.
Al poco de salir del hospital, se
compró un sinfín de libros esotéricos y persiguió a sus hijos para que los
leyeran:
- Estáis perdiendo el tiempo -Les
decía- Todo por lo que luchamos no es correcto. Son las pequeñas cosas, el
amor, el ser solidario y el vencer la pereza, la zanganería, el mal genio es
decisivo para el espíritu. El ser más guapos, más ricos o más poderosos no es
sino frenos para la verdadera evolución.
Y nuestra amiga persiguió día a
día a sus seres queridos para que cambiarán el comportamiento, mientras que
estas personas la tomaron por trastornada. Aquella persona había quitado el
miedo a la muerte y además había cambiado todo su comportamiento empeñando todo
esfuerzo en amar, ser solidaria y aprender.
El otro caso que investigué era
de una joven absolutamente preocupada por la belleza, por ir a la moda y por
conseguir ser una estrella de la canción y de la movida social. Tuvo un
accidente y experimentó la muerte clínica. Cuando volvió, cambió radicalmente
su vida. Comprendió que la belleza, la apariencia y el mal llamado triunfo
social era una trampa para la evolución y desde aquel día se empleó en
dedicarse a los demás, estudiar e investigar los misterios del Universo. La
“Pija” de antaño se había convertido en un ser consciente, amable y
maravilloso. Atrás había dejado a la impertinente, estúpida y superficial ser
en el que se había convertido.
Micerinos, nuestra gallina, al
igual que los seres que tienen la misma experiencia de muerte clínica había
experimentado el mismo cambio. Al parecer este fenómeno debe ser una constante
entre los seres vivos.
Algunos de mis lectores dirán que
los años me están volviendo un poco tontorrón, pero la naturaleza me esta
enseñando muchas lecciones que no aparecen en los libros y que están latentes
en la vida misma.
Ahora mismo he comprendido que
vamos demasiado rápidos por la vida, persiguiendo tonterías o banalidades. Y
que no debería ser necesario morir para tomar conciencia de que hay que ser
solidario, amable, armonioso y dejar de perseguir ser mesías, elegido y
espiritual. La espiritualidad esta en las pequeñas cosas. En amar
incondicionalmente lo que el destino ha puesto en tu entorno. La espiritualidad
está en ser responsable, hacer la cama y asearte, cuidar tu cuerpo, pensar
positivamente, ser solidario, no dejarse atrapar por la ira, no ser perezoso y
crear las condiciones de vida más felices para ti tus semejantes.