domingo, 27 de septiembre de 2015


CARTA PARA EL VECINO:



Hola vecino:
-          Lo siento vecino, ¡ Si….. Fui yo!
La que metió tu preciosa mesa de jardín dentro de tu aljibe, el tendedero, el sillón confortable de madera, el cubo de basura, el cajón de tu abuelo que cuidabas con tanto esmero, la espuerta paleolítica, las piedras decorativas………
Y no metí más porque no encontré nada de utilidad que me sirviera para salir del apuro.
Todo empezó el pasado domingo. Una bandada de grajos voló al menos durante 5 minutos sobre mi cabeza  gritándome:
¡cuidado, cuidado..! Acaban de llegar y no les gustas.
Al instante pude ver como una gran nave espacial se dirigía al monte Mato. Sitio conocido por los isleños por la cantidad de fenómenos ovnis y avistamientos que se han sucedido en ese lugar. Parece que el nombre de la montaña significa algo.
“Mato”, como si la propia cima estuviera diciendo:
Si te acercas te mato-
En fin, el día transcurrió sin mayor acontecimiento. Me fui a la cama y descanse estupendamente.
Al día siguiente como todas las mañanas me dirigí con mi perra, RA, a dar un paseo por los alrededores del pueblo cuando de repente, la perrita vio un conejo. Salió disparada como alma que lleva el diablo con mi beneplácito. En un par de minutos la perdí de mi campo visual.
El aire, el cielo y la tierra se tiñeron de un rojo intenso. Estaba claro que algo había sucedido. Empecé a llamar a la perra al principio con mucha tranquilidad y sin preocupación, pero en la medida que el animal,  ni venía ni respondía, mis pulsaciones cardiacas se iban acelerando.
¿Dónde estás Ra? Responde. Háblame.
La perra, seguía sin responder. Decidí dirigirme hacia un punto del camino de donde salía un chorro de energía roja tan fuerte que era el culpable de que se tiñiese el cielo y el aire.
Para gran desgracia, el centro de emanación estaba cubierto por una gran muralla de piedra que dificultaba el acceso. Empecé a llamarla de nuevo.
¡Ra, Ra!, responde….. Perrita ¿Dónde estás?
Al cabo de varios minutos sin respuesta, oí un suspiro suave y difuso.
¡Uy…….Uy……..!
Por fín, la había encontrado. La oía pero no la veía.
¿Dónde estás?, Háblame….
Volví a oír el mismo suspiro suave
¡Uy……….  ¡
La única forma de localizarla era subirse a la pared de piedra, ya que desde una posición superior tendría más visibilidad, además de allí brotaba esa masa roja que lo envolvía todo.
A duras penas conseguí subir, mire a mi alrededor y por supuesto no la encontraba, miré hacia abajo y ahí estaba.
La pared de piedra era un embalse y en el fondo del mismo se encontraba RA, a cuatro patas con cara de susto.
Nada más verme, empezó a gemir con lastima y juró que pude ver lagrimas salir de sus ojos. El pobre animal intentaba salir poniéndose a dos patas para escalar la pared pero no podía, la impotencia y el miedo estaban haciendo mella en ella.
-          No te preocupes Ra, voy a sacarte de ahí. No es tan profundo. Voy a coger algo para meter dentro y ahora vengo.
Empecé a pedir ayuda a las casas colindantes, pero nadie respondió. Como si la tierra se hubiera tragado a todo ser viviente, el silencio y el vacío lo llenaba todo.
Mientras yo buscaba algo para meter, el pobre animal me empezó a llamar desesperada.
-          ¡Ya voy Ra, Ya voy…..!
Cogí lo primero que me pareció útil, una piedra decorativa que tenían adornando un conjunto de macetas, la metí dentro del embalse y baje fácilmente.
Una vez allí, Ra vio el cielo abierto, empezó a lamerme y a intentarme decir que quería salir de allí a toda costa.
La cogí en brazos, me subí a la roca, miré hacia el borde del embalse para apoyarme en mi salida y en contra de toda previsión, la piedra era demasiado pequeña como para permitirnos salir a ninguna de las dos.
Sin móvil, sin escalera y sin altura suficiente para salir del aquel lugar, la perra y yo estuvimos atrapadas por un buen rato.
-          No sé cómo salir Ra, no alcanzo a la cima.
Como si el animal me entendiera, empezaba a trepar a dos patas por la pared con la misma suerte de antes.
En mi desesperación el viento me trajo un sonido:
-          ¡TAPOSSY… TAPOSSY!
-          TAPUMBA UETA, TA CA SI MAE.
Espíritus de antiguos guanches intentaban cuidarme y ayudarme. Las palabras entraban en mi oído y se dirigían a mi cerebro dándome  ánimo y aliento.
-          Sí, yo puedo- Pensé- cogeré carrerilla, me impulsaré  en la roca y saltaré para alcanzar el borde.
Así lo hice y así salí.
-          Por fin fuera, menos mal – pensé-
Había conseguido salir, pero Ra estaba todavía atrapada y cada vez más asustada. Al verme fuera el animal se empezó a poner nervioso pensando que me iría y la dejaría sola.
-          No te preocupes, voy a buscar ayuda, no me voy a ir.
Ni corta ni perezosa empecé a meter dentro del aljibe todo lo que a mi paso encontraba, un tendedero, un cubo de basura, una mesa que pesaba un quintal, una silla, una espuerta, un cajón, mas piedras………
Hice una escalera natural la cual me permitiría salir y entrar sin problemas.
-          Lo tenemos fácil Ra. Te voy a subir por la escalera.
Bajé de nuevo al embalse, posicione la escalera, cogí al animal en brazos (que curiosamente se dejaba hacer cualquier cosa con tal de salir de allí), y empecé a trepar por la escalera.
Una vez escalado el último peldaño, Ra era demasiado pesada para darle el empujón final y que saliera. La puse en mis brazos boca arriba, boca abajo, de lado……. No había manera. Me falta al menos medio metro para poderla secar.
Después de dos o tres caídas por culpa de que la escalera no era estable decidí dejar a Ra abajo y subir yo sola antes de que se rompiese todo el mobiliario y ninguna de los dos pudiese salir.
Una vez arriba, con bastante ansiedad, depresión y frustración, miré al animal y llorando le dije.
-          Ra, no puedo contigo, me voy a tener que ir a buscar ayuda y volver más tarde.
Ra, lo entendía todo. Eso de irme y dejarla sola no le gustaba nada por lo que empezó a llorar desesperadamente y yo con ella.
-          TAPOSY, TAPOSY…. – volví a oír-
Un soplo de aliento volvió a entrar en mi corazón, creó que la perra también lo oyó.
-          Vamos Ra, tu puedes hacerlo- Súbete a la mesa, luego a la silla, luego al cubo de basura, luego al cajón y salta que te cojo desde aquí. Tu puedes Ra, ¡TAPOSY, TAPOSY…! – le grité-
Como por arte de magia, el animal hizo exactamente lo que yo le dije y consiguió salir del embalse.
Los besos, abrazos, lametazos y demás muestras de cariño que me expreso fueron desbordantes.
Nos dirigimos a casa, esta vez pegaditos el uno al otro para no perdernos y evitar más incidentes.
Una vez en casa, me dirigí hacía mi mujer y le dije:
-          ¡Pepa, no sabes lo que me ha pasado!
Pepa estaba llorando, tirada en el suelo a cuatro patas. Le había dado una lumbalgia tremenda por coger más peso del que debía.
Le conté un poco por encima el suceso pero intente no demostrarle mucha mi angustia y agonía.
-          Pepa, tenemos que ir a sacar todos los muebles del embalse del vecino, ya que cuando venga y no los vea, donde menos se va a imaginar que están es en el aljibe.
La pobre Pepa, muerta de dolor, se sentó en el coche y me acompaño y ayudo a sacarlos.
-          Gracias Pepilla, ¿Qué haría yo sin ti?
Ni que decir tiene que me costó una semana de masajes diarios el quitarle la lumbalgia, pero al cabo de 7 días la deje tan en forma que podría  competir en la Transvulcania.
-          Solo te pido una cosa vecino aun sabiendo que la culpa fue mía. Si no quieres tapar el embalse como obliga la ley o poner una valla, por favor deja una escalera cerca. Porque esta vez no ha pasado nada pero mañana se puede caer otro animal o un niño.
Hay que intentar pensar siempre en el peligro que corren los demás (incluidos otras especies) cuando irrumpimos en la naturaleza.
El planeta es de todos, no solo nuestro, si cambios el hábitat al menos hay que protegerlo de peligros. Si algún animal o persona paga las consecuencias de nuestra desidia o abandono tarde o temprano eso repercutirá en nosotros.
Cuida la naturaleza para que la naturaleza pueda cuidar de ti.



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