JULIANO
EL APOSTATA
CRONICA
DE UNA TRAICION
Todo comenzó con un sueño.
Por la tarde había estado viendo un video del antiguo Imperio Romano. Quizás al
acostarme mi inconsciente provocó en mi sueño imágenes de un palacio suntuoso
por el que se movía un hombre joven. Luego vi un cuervo grande que entraba por
la ventana del palacio y que atacaba al hombre picoteándolo en su cabeza. Más
tarde el hombre joven se volvió hacia mí y me dijo: - Soy Juliano – Vi también
hombres vestidos con túnicas blancas que lloraban y que ante el cadáver del
joven se lamentaban, pues sobre el palacio y sobre todos los confines de la
Tierra se extendía una nube negra.
Al día siguiente me levanté
y miré en los libros de Historia y en internet,
jóvenes que viviendo en un palacio en el tiempo del Imperio Romano se
llamaran Juliano. Y curiosamente encontré la biografía y el busto en piedra de
Juliano el Apostata, un emperador que tuvo un periodo de reinado corto, pero
que jugó un papel decisivo en el Cristianismo.
Quizás fue mi capacidad
alucinatoria o el deseo de seguir buscando, pero en las noches sucesivas vi
muchas escenas, muchos pasajes y muchos personajes de aquel tiempo. Finalmente
puede elaborar un criterio personal de aquel proceso histórico y elaboré esta
pequeña narración que quizás produzca en
el lector la motivación necesaria para seguir en la búsqueda de la verdad.
No he alterado los hechos
históricos conocidos. De hecho me he limitado a transcribir fielmente la vida
de los personajes. Lo que intento transmitir es lo que no se conoce, las actuaciones ocultas de otros
seres que fueron decisivos y que trabajaron en la sombra. Estos personajes
quizás más míticos que reales fueron conocidos como “Los hijos del Sol” y más
recientemente como “Los Illuminati”. Una Fraternidad dedicada desde el
principio de la Historia del hombre a crear una sinarquía universal ética y de
pensamiento que impulse al ser humano a vivir en los valores de la Justicia, la
Paz y el Amor. Una Fraternidad que jamás formaron parte de ninguna religión y que
impulsan a lo largo de la historia el progreso de la inteligencia, la razón, la
ciencia y el humanismo.
He aquí los hechos:
ARRIO
Hemos buscado en las fuentes
más conocidas, datos de su biografía: Arrio (256 - 336) fue un presbítero de
Alejandría (Egipto), probablemente de origen libio, fundador de la doctrina
cristiana conocida como arrianismo.
Discípulo de Luciano de
Antioquía, se enfrentó a su obispo proclamando que Dios (el Padre) había creado
de la nada al Logos (su Hijo); que «hubo un tiempo en que el Hijo no existía»,
y que por tanto el Hijo era una creación de Dios y no era Dios mismo.
Su doctrina se conoce como
arrianismo, aunque ya existía antes de Arrio; por ejemplo, en las obras de
Pablo de Samosata. En Tertuliano se encuentra la creencia análoga a la de Arrio
de que el Hijo de Dios no existía antes de ser engendrado. En Justino Mártir se
encuentran sentencias subordinacionistas similares a las de Arrio, al igual que
en Orígenes.
La defensa del arrianismo
fue asumida por diversos líderes eclesiásticos, entre los que se destaca
Eusebio de Nicomedia, quien llegó a administrar el bautismo en su lecho de
muerte al emperador Constantino I el Grande. Sin embargo, el arrianismo fue
condenado como herejía por el Concilio de Nicea en el año 325. En este sínodo
de obispos triunfó la doctrina de la consustancialidad (homoousios, la misma
sustancia) del Padre y del Hijo. De los 318 obispos, 18 permanecieron
inicialmente firmes en sus creencias arrianas, pero las presiones fueron
mermando el número hasta que no quedaron más que dos: Eusebio de Nicomedia y
Teognio de Nicea, que no aceptaron la imposición del Credo Niceno. Finalmente
Arrio y sus seguidores Teonas y Secundo fueron excomulgados. El emperador
Constantino I decretó además el destierro de Arrio y de los dos obispos
arrianos (Eusebio y Teognio) a Iliria, además de decretar que los escritos
arrianos fueran quemados y quienes los ocultasen fueren condenados a muerte.
Pero años más tarde Constantino suavizó su postura hacia al arrianismo y un
concilio posteriores restauró la corriente como doctrina legítima al interior
de la Iglesia. Así ocurrió en el concilio de Tiro y Jerusalén (años 335-336),
que a posteriori no fue incluida en las listas oficiales de concilios, así como
ocurrió con los concilios previos a Nicea que abordaron el tema de los
donatianos. Como resultado de las reuniones de Tiro y Jerusalén, el emperador
terminó desterrando esta vez al obispo anti-arriano Atanasio de Alejandría,
quien fue acusado de usar los envíos de grano que salía de Egipto a
Constantinopla como chantaje para resolver una discusión sobre teología
especulativa.
La condena definitiva a los
arrianos llegó en el Primer Concilio de Constantinopla (381).
Posteriormente el arrianismo
pervivió entre los godos y otros pueblos germánicos. Arrio era un predicador
popular y se decía que sus sermones eran cantados y repetidos por la gente del
pueblo. Su obra principal fue Θαλια (Talía), hoy desaparecida, al igual que el
resto de sus libros, que fueron quemados y proscritos, aunque fragmentos de sus
textos han perdurado parafraseados en las obras de sus detractores y gracias a
ellos su pensamiento se ha podido reconstruir hasta cierto punto.
Arrio murió en extrañas
circunstancias (posiblemente envenenado) en 336, en la víspera del día en que
iba a ser readmitido en la comunión de la Iglesia.
Pero existen otros datos
ocultos, que no han salido a la luz y que es bueno que las personas conozcan.
Fue en la etapa en que Arrio vivió en Alejandría donde se fragua su carácter
iniciático y donde adquiere un compromiso silencioso con sus hermanos sectarios
y secretos que desde el principio de los tiempos fueron llamados “Hijos del Sol”
o “illuminati” Este compromiso, grabado
en el alma de los servidores solares tiene como prioridad el buscar en forma
incruenta el abolir la adoración a imágenes, seres y objetos que pretendan
arrogarse la divinidad.
En los protocolos de dicha
secta solar se dice que el maestro Hermes Trimegistro (Conocido como dios Thot)
fue el responsable que traslado sus normas, sabiduría y conocimiento desde el
desaparecido continente Atlantídeo hasta Egipto. Y fue con el Faraón
Akhetanton, donde dicha secta salió a la luz en forma oficial. Aunque los Hijos
del Sol, fueron luego perseguidos y dispersados por el General Horenjeb después
de la desaparición del propio faraón Solar Akhenatón.
Un grupo de eruditos y
buscadores de diversos orígenes y culturas, incluso algún cristiano, como
Arrio, se reunían con asiduidad en una taberna para dialogar y debatir sobre la
marcha del imperio y las incidencias propias de la vida en Alejandría. Las
gentes de Alejandría consideraban a este grupo como locos visionarios
afeminados y atontados, que para liberarse de sus obligaciones, utilizaban la
taberna y sus estúpidas charlas como algo lúdico que les daba ánimo para seguir
adelante.
Era más normal divertirse
bebiendo hasta la saciedad, comer o liberar la energía sexual con las prostitutas
de los barrios bajos de Alejandría. Pero ir a una taberna para hablar de
filosofía y tomar una copa entre verso y verso, se consideraba un oficio de
locos, excéntricos y visionarios. Pero era esta mala reputación, la mejor de
las cortinas que ocultaba otra actividad mucho más intensa y motivadora.
Era también conocido por las
gentes del pueblo, que después de la taberna, aquellos “eruditos locos” solían
visitar las dulces camas del prostíbulo más reputado de la época en aquella
ciudad. Era Erectia, quien gobernaba este local de placer. Y curiosamente esta
mujer, que se decía, había venido de Bretaña, era especialmente querida por
propios y extraños, pues además de dar placer a los hombres, también era
extremadamente generosa con los necesitados y desamparados del pueblo. También
era conocido por todos, que aun regentando un prostíbulo, ella no tenía vida
sexual alguna, puesto que las lenguas más autorizadas entre las “cotillas” de
la urbe decían que Erectia había jurado no amar a otro hombre a la muerte de su
esposo.
Todos respetaban este
compromiso de Erectia y les parecía normal, que después del tremendo movimiento
de visitantes que acudían a su local, buscara la soledad de su recinto,
derramando lágrimas por su esposo recordado y amado hasta la muerte. Pero
Erectia, no lloraba precisamente de dolor en la aparente soledad de su
aposento, sino de alegría, pues ni estaba sola en la obscuridad de la noche, ni
lo que allí pasaba podría producir tristeza alguna.
Aquel día el burdel estaba
en aparente reposo. Arrio, Cristonio y Abdías reían en un rincón de la
habitación. Junto a ellos en conversaciones paralelas, Erectia hablaba
despreocupada con otros tantos visitantes. Las mujeres sentadas junto a la
puerta del establecimiento movían las caderas en forma sensual para atraer la
clientela.
Un joven con una barba
incipiente, alto y con ojos azules entro temeroso en el prostíbulo. Venía de
Pérgamo y al parecer sus ropas sucias y desarregladas mostraban la prisa y los
nervios de alguien que busca respuestas rápidas, antes que mostrarse decoroso
ante los demás.
Algunas prostitutas se le
quedaron mirando en silencio, otras
comenzaron a reírse a la vez que se apartaban curiosas por lo que el joven
filósofo mostraba en su rostro.
El pelo largo caía recogido
en una coleta sobre los hombros. En su frente, pintado con pintura roja
aparecía un círculo con un punto en el centro. El joven no se inmutó. Entró en
el burdel y comenzó a mirar cada rincón, cada persona y cada sombra esperando
una respuesta. La risa se contagió, pero el hombre de la coleta seguía mirando
por doquier esperando alguna respuesta o algún signo.
Erectía se acercó al joven a
la vez que gritaba con fuerza a sus empleadas para que se callaran y salieran a
captar clientela. El joven miró a su vez a Erectia pues ella se había plantado
enfrente con los brazos en jarras.
- ¿Qué deseas joven? ¿Alguna mujer? ¿Por qué te has pintado
la frente?
- No deseo ninguna mujer y
tampoco sé lo que estoy buscando. Me han dado esta dirección y se me ha
indicado que debía venir. No sé por qué exactamente.
Arrio y sus compañeros
callaron y fijaron su mirada asombrados sobre el joven. Erectia le tomó por el
brazo y le llevó a la mesa de los filósofos. Todos callaron y el joven aún más.
Durante unos segundos solo se intercambiaron miradas. Erectia y sus amigos
estaban preocupados y con miedo, puesto que la policía secreta del Emperador se
adentraban y vigilaban todos y cada uno de los rincones del imperio.
Fue Cristonio quien
finalmente se abrió la camisa dejando mostrar un pecho peludo y voluminoso.
Pero curiosamente entre los dos pectorales tenía dibujado un círculo rojo con
un punto en el centro. Era pintura ocre. A continuación Arrio, Abdias y otros tres compañeros sentados a la
mesa hicieron lo mismo. Todos tenían el mismo círculo en el pecho. Erectia se
retiró la manga del brazo izquierdo para mostrar a la altura del codo el mismo
círculo con el punto en su interior.
El joven comenzó a respirar
pues entendía que aquellos seres estaban tan locos o tan perdidos como él.
Arrio atrajo su mirada a la
vez que le preguntaba.
- ¿Por qué te has dibujado este círculo?
El joven contestó con
precaución:
- Me llamo Máximo. Soy estudiante de Filosofía y vengo de
Pérgamo. Soy alumno de Edesio, de quien podéis obtener credenciales sobre mi
persona y mi honorabilidad. Aunque os ruego, si así lo hacéis, no le digáis que
me he pintado este círculo. Entiendo que al tener vosotros el mismo círculo,
habéis tenido la misma experiencia que yo o en todo caso, entenderéis lo que
voy a contaros.
- Hace dos meses mientras dormía fui arrebatado en el
espíritu…..
El joven observó antes de
seguir la reacción de los presentes, pues decir a unos desconocidos que había
sido arrebatado en el espíritu, podía parecer de locos. Pero no solo no dijeron
nada, sino que Abdías que era el mayor movió los dedos indicándole que debía
seguir con el relato, pues al parecer tal afirmación les era muy familiar.
- …..Me vi fuera de mí. Un cordón brillante me unía a mi
cuerpo físico. Luego salí a toda velocidad por encima de la ciudad hasta llegar
a un lugar extraño. Era un objeto enorme que parecía como una almeja inmensa
brillante. No se cómo penetré en su interior, pero una sala llena de luz me
golpeó en los ojos con fuerza. Un ser alto y que reflejaba luz y sabiduría inmensa
toco mi frente y con su dedo dibujó el signo que vosotros lleváis en el pecho.
Luego sin mover los labios escuché su voz en mi cabeza:
- Ve a Alejandría. Allí encontrarás a nuestros hermanos.
Pinta este signo en tu frente y ellos te reconocerán. Debes aprender e
iniciarte en las enseñanzas de los Hijos del Sol. Está por renacer y tomar
cuerpo el Gran Alejandro, que una vez más, buscará unir a los hombres, crear un
solo credo y preservar el conocimiento.
- Lo curioso es que a la vez que el ser me decía esto, veía
las imágenes de Alejandro Magno cuando llegó a Egipto, donde fue iniciado en
los templos. Seguí escuchando su voz interior diciéndome:
- En unos pocos años tendréis un magnífico emperador que
debe ser instruido en los misterios. Tú serás su preceptor. Pero antes debes
aprender. Esto no es un sueño. Cuando esta mañana te levantes del lecho, tus
ojos y tus oídos verán donde los otros no pueden ver ni oír.
- Luego otros seres más pequeños me pusieron unos puñales
muy delgados en la cabeza y los introdujeron dentro de mí, pero no sentí dolor.
Esta es mi experiencia y por eso estoy aquí.
Los hermanos se miraron
admirados puesto que aquel joven había sido programado por los Hermanos
Superiores y había sido dirigido a su presencia.
El burdel se cerró. Las
mujeres se marcharon y solo quedaron en la sala diez hombres y dos mujeres.
Erectia encendió más
lámparas de aceite y cerró todas las ventanas de la habitación. Todos se
pusieron en círculo. A semejanza de los dibujos de su pecho, pusieron en el
centro una enorme piedra de turmalina negra pulida en forma magistral.
Encendieron el polvo de sándalo y mirra que contenían las escudillas metálicas
de la habitación. Abdías, tomó un pequeño bastón. Todos cerraron los ojos. El
silencio era total. Luego se comenzó a oír los pequeños golpes que Abdías,
producía al golpear suavemente su bastón sobre un cuenco de madera. La cadencia de
dichos golpes comenzó a acompasarse al
latido del corazón. Luego se hicieron más y más lentos forzando a los presentes
a relajarse. Pasaron unos minutos. Los golpes del bastón cesaron.
Los párpados de los hermanos
se abrieron al recibir un enorme esplendor.
Sobre la turmalina una llama
luminosa comenzó a dibujar la figura de un ser alto y de una belleza inusitada.
Máximo comenzó a llorar,
puesto que aquella fantasmal figura era el mismo ser que había visto en su
desdoblamiento. Todos escucharon en su cerebro la misma y rotunda voz:
- Soy Serapis, protector de Alejandría. Al igual que
vosotros pertenezco a la Fraternidad Solar y velo por mis hijos. Yo vine con
mis hermanos desde el principio de los tiempos a esta tierra y os creamos a
semejanza nuestra.
Las lágrimas surcaban con
suavidad el rostro de los presentes. Máximo se sentía compenetrado por una
energía o estado de conciencia que jamás había sentido en toda su existencia.
El Hierofante luminoso seguía impulsando palabras en la mente de los hermanos.
- Está por nacer mi protegido, el Gran Alejandro, que
retorna a vuestro mundo para seguir con su labor. Unir a los pueblos bajo un mismo
patrón evolutivo.
Luego la imagen se fue
apagando con suavidad mientras en la desvencijada habitación solo quedaba una
fragancia beatífica y unos seres enamorados de la magia y los misterios que,
una vez, más se habían desvelado para
ellos.
Seguían en círculo pues el
círculo representaba al sol y la turmalina negra del centro representaba el
hierofante o la conexión con la Fraternidad Solar a la que todos pertenecían.
Eerectia sirvió un poco de
vino dulce traído de Hispania y unos dátiles, que todos comieron encantados.
Las reuniones del grupo se prolongaban por toda la noche. En dichas reuniones
se debatía, se analizaban los sueños, sensaciones y reflexiones de cada miembro
y se programaban los actos para el futuro.
Tres veces al año como
mínimo debían reunirse para convocar al Hierofante y si alguno de los miembros
fallecía, era nombrado otro de acuerdo a las visiones que los hermanos tenían.
Hablando de visiones, conviene saber que en forma asombrosa, cada uno de los
miembros de la Fraternidad solar o de los Hijos del Sol, estaba informado del
programa que la Fraternidad llevaba a cabo, aun estando sus miembros a miles de
kilómetros. El vehículo fundamental era el mundo de los sueños. Era a través de
la vivencia onírica, que cada uno recibía en forma directa o indirecta las
impresiones y el conocimiento. Luego cuando los miembros se juntaban, en los
debates todos se maravillaban de como de una y otra manera, a retazos o
juntando piezas, se conseguía desmarañar cada enigma.
He citado el mundo onírico
de los sueños como vehículo del conocimiento y del contacto con la Jerarquía
Superior pero no es del todo cierto puesto que Máximo era clarividente al igual
que Cristonio y Abdías era telépata. Por otra parte Erectia además de
ser inteligentísima, era la madre espiritual de todos ellos y en ella
encontraban cariño, afecto y apoyo para su trabajo. Cada hermano, además de
estos citados, tenía una u otra facultad que les hacía diferentes. Todos eran
austeros en la forma de vivir. Algunos no comían animales y otros no
practicaban la vida sexual. Ocupaban puestos diversos en su tarea diaria. En la
Fraternidad había un legislador, varios filósofos, un arquitecto, dos médicos y
otros tantos miembros de diversas edades y diversos oficios. En Alejandría
nunca superaron los doce miembros, aunque en Constantinopla se llegó a duplicar
esta cifra. Nadie supo jamás que eran Hijos del Sol, pues estaban juramentados
para no revelar su identidad. No solo por el hecho de pasar desapercibidos,
sino fundamentalmente por preservar la vida.
Los miembros de la
Fraternidad no eran dotados psíquicos por el hecho de pertenecer a este
movimiento, más bien al contrario. El destino les había reunido por pensar,
vivir y percibir realidades diversas. Tal era el caso de Cristonio que pensaba
haberse vuelto loco cuando después de un pequeño accidente en que se golpeó la
cabeza, comenzó a ver colores alrededor de las personas, que solo él veía y a
ver a su tío muerto junto a la cama. Durante un tiempo pensaba que estaba
enfermo, pero luego la evidencia y la ayuda de Abdías le encaminaron a la
Fraternidad.
Cansado Cristonio de tanta
visión se acercó a la iglesia. Ese día estaban celebrando un funeral por una
anciana muerte. El sacerdote después de recitar los salmos afirmaba que la
anciana fallecida estaba junto a Jesucristo en el cielo. Pero Cristonio no
podía admitir tal afirmación, puesto que el cuerpo astral de la anciana estaba
sentado a su lado diciéndole que ella no estaba muerta y que hacía tanta gente
en la iglesia hablando de ella. Terminada la ceremonia Cristonio se acercó al
sacerdote para decirle que la difunta estaba allí en la iglesia y que ella
decía que o estaba muerte. El sacerdote pensó que Cristonio estaba endemoniado
y le faltó poco para llevarle ante los fanáticos cristianos, que no reparaban en matarle en nombre del
Salvador. Pero Cristonio veía en la calzada, en el mercado y en los campos miles de muertos que vivían y
se movían junto a los vivos. Solo cuando conoció a Abdías comprendió que no
estaba loco, pues Abdías, también veía lo que él estaba viendo y hablaba de una
realidad distinta y más inteligente que los clérigos cristianos, que además de
estar ciegos a los ojos del espíritu, gobernaban una multitud de ciegos
dirigiéndoles hacia la confusión y la superstición.
Máximo no podía entender
como la mayoría estaban bautizados o eran cristianos, incluso en el caso de
Arrio, era sacerdote en servicio de la Iglesia de Cristo.
Fue Arrio quien le sacó de
dudas:
- El Gran Cesar decía “Si quieres la Paz, prepara la Guerra”
y el mundo se rige por esta dualidad. Pero nadie puede tomar conciencia a palos
o imponiéndole una doctrina con las armas. Si así fuera, serían adeptos
obedientes que harían las cosas por miedo y no por sabiduría o conocimiento. Si
a estos sometidos se les libera de la presión, volverían a sus estados de
conciencia primitivos. Nuestra labor es crear un solo estado de conciencia
donde la inteligencia, la evidencia, la satisfacción colectiva, la prosperidad
y la práctica de la virtud sea el código fundamental de la vida. Si esto se
consigue el legislador sería justo, no habría diferencia entre ricos y pobres.
No habría crímenes y nadie desearía los bienes del otro, teniendo lo que
necesita para vivir.
- Nuestra labor Máximo, es
practicar la virtud entre unos y otros. Nuestra tarea es aconsejar y ayudar a
quien se ha despertado a los valores de la evolución universal. Yo soy
cristiano pues la enseñanza del Maestro no es mala. Su doctrina habla de amor y
esto es bueno. Las religiones del mundo hablan de la virtud, el problema es la
casta sacerdotal que primero inventa a un Dios, luego crea cielos e infiernos,
luego establece el pecado y siendo ellos, los inmediatos intermediarios de
Dios, atan y desatan, condenan y redimen en nombre de ese dios que nadie ha
visto y nadie conoce. Está dicho por Jesucristo: “Hay que ser astuto como
serpiente y cándido como paloma” Tú debes estar en el mundo en silencio, con el
manto de la humildad y del aparente servicio a la doctrina, pues mañana vendrá
un niño a quien deberás educar. No puedes emplear los métodos de los cristianos
que si no se acepta su doctrina queman, matan o extorsionan en nombre de su
Dios. Fue dicho por el propio Maestro. “Haced lo que dicen, no lo que hacen”.
Máximo afirmaba con la
cabeza, pues entendía que Arrio estaba jugando al escondite con su Obispo.
Utilizaba el disfraz del cristianismo para servir los valores de la
Fraternidad. Pero Máximo replicó:
- Vuestra doctrina está basada en la sangre, en la muerte y
en el dolor. Vuestros sacerdotes invitan a los fieles al sometimiento
espiritual, a la aceptación del dolor y a la obediencia ciega a los obispos. Si
vuestro líder Jesucristo ha venido al mundo para llevar a sus seguidores hacia
al masoquismo y el dolor, ¿Qué clase de doctrina es esa?
Abdías respondió:
- Ciertamente Máximo, el ignorante contempla el lado
material de la doctrina y mata y vive en la muerte. Y el iniciado vive en la
luz y en el servicio a los valores positivos, produciendo alegría, bienestar e
inteligencia. Solo con ese espíritu de servicio y mezclado entre ellos, creando
inquietud y dando valores podremos poco a poco cambiar la conciencia de los
hombres equivocados. Sin guerras, sin enfrentamientos, con la no-violencia. Si
practicas la virtud, vives sano y feliz, antes o después se te acercará quien
tiene necesidad de ti y no del sacerdote que predica la renuncia, el dolor y el
masoquismo. La religión cristiana no se extinguirá en nuestros tiempos. Durará
más de 2000 años, pues se vertió sangre. Sangre de Cristo, sangre de los
mártires y sangre de las batallas para conquistar la conciencia humana en torno
a Cristo. Todo iniciado sabe que si queremos perpetuar las cosas, hay que
derramar sangre. Es por esto que los antiguos maestros ordenaban sacrificios de
los animales para atraer la buena cosecha. Pues la sangre activa el Sol y el
Sol da vida a la sangre. Es por esto que Jesús el Cristo, que conocía esta
doctrina, decía: “Yo soy la Luz del Mundo” y con su muerte se activó el Sol. Es
por esto querido Máximo, que los primeros apóstoles impulsaron el martirio de
muchos pobres adeptos, pues si se vertía sangre se perpetuaría la religión y la
doctrina. Es por esto que el que practica la magia negra tiene la necesidad de
matar para que su sacrificio mueva a las entidades malignas y se produzcan la intervención
del Reino de la Sombras. Una doctrina basada en la muerte es contraria a los
valores del espíritu y contraria a nuestra enseñanza, pero ¿qué luz va a ver el
ciego en un mundo de tinieblas si tú y otros como tú no enciende su farol y les
guía? ¿Qué valor tiene tu conocimiento si lo guardas en una cueva y no lo
compartes?...
Erectia tomó la palabra:
- Hay otra manera de atraer la fuerza del espíritu. Y no es
derramando sangre, sino produciéndola. Es decir, creando vida, llevando la luz
a la sombra, sembrando vida en el campo muerto, viviendo en la eternidad y en
el eterno devenir de la inmortalidad. Es por esto Máximo que nuestros hermanos
viven en los valores de la luz para contrarrestar en silencio los valores
negativos de los hijos de la sombra y de la muerte.
Fueron muchas las palabras
que se vertieron, los debates que se iniciaron y que nunca se terminaron, pero
vivir en el conocimiento y en la Fraternidad era un milagro que llenaba los
corazones de los iniciados. Máximo había encontrado a su familia y nunca la
abandonaría.
Antes de regresar a Efeso,
Máximo tuvo que enfrentarse a alguna que otra enseñanza, menos divina, más
humana y más vulgar, pero necesaria.
Habían pasado cuatro meses
desde que Máximo había llegado a Alejandría. Las reuniones entre los hermanos
seguían produciéndose con normalidad. El joven por su parte había comenzado a
alcanzar fama y fortuna por medio de sus clases de filosofía. Eran muchos los
jóvenes que le visitaban y que le pagaban sus clases.
Ocurrió cierto día que uno
de los alumnos solicitó la ayuda de Máximo, pues su madre había fallecido y el
joven solicitó que fuera él; su maestro, quien debía poner las monedas en los
ojos de su madre para que pagara al barquero, en su camino hacia las mansiones
de Hades. Máximo, viéndose obligado, se acercó a la casa de la difunta. La
mujer yacía sobre una mesa. Una túnica blanca la cubría. Máximo tocó con la
yema de los dedos los ojos cerrados de la fallecida. Luego sopló suavemente
sobre la boca de la mujer y cuando se disponía a poner las monedas sobre sus
ojos y ante la mirada sorpresiva de los presentes, la fallecida tosió con
fuerza y volvió a la vida entre sollozos. El propio Máximo se quedó perplejo.
Todos se maravillaron y comenzaron a alabar al maestro. En realidad la mujer
llevaba cuarenta y ocho horas en un estado cataléptico sin latido cardiaco y
sin proceso respiratorio, pero la muerte solo se da a las setenta y dos horas
después de la última respiración. Pero los presentes no conocían tal proceso y
pensaron que Máximo había hecho un milagro y que tenía poderes.
Aquel acto, para un ser
humilde, le habría impulsado hacia la reflexión y la búsqueda de respuestas,
pero Máximo era muy vanidoso y aquel acto disparó aún más su vanidad. Desde ese
día, su casa era un hervidero de curiosos, y de necios, que le pedían un filtro
de amor, una maldición para tal o cual enemigo o que le adivinara el futuro.
Máximo aun luchando contra sí mismo para no caer en tales prácticas terminó
sucumbiendo ante la oferta del dinero y de la vanidad y se ganó una gran fama
de Teúrgo o Mago y con esa fama retornó a Efeso y luego a Constantinopla. Y fue
esa fama la que finalmente le causaría la muerte en el futuro.
A este respecto Arrio le
amonestó varias veces, diciéndole:
- Mira Máximo, todo iniciado tiene el deber ético y moral de
no producir milagros y prodigios ante los ojos del ignorante, pues atrae sobre
si a circenses y alucinados que siguen la doctrina por los efectos, pero no por
el conocimiento. Son adeptos drogados y atontados con los efectos, y no con las
causas. Son seres sometidos al engaño. Y el que alimenta tales prácticas, atrae
sobre si un tremendo castigo que tiene que pagar vida tras vida. Un ser dotado
de poderes no es superior a otro. Por el contrario y normalmente suele ser al revés.
Pues esos poderes no están acompasados de la aristocracia espiritual que deben
acompañar a dichas facultades. Muchos enviados, profetas y dotados se han
perdido por su vanidad. El verdadero ser evolucionado es el que en silencio
practica la paciencia, la virtud, la generosidad y el amor incondicional hacia
el prójimo, el verdadero héroe es aquel que no llama la atención y se vence
asimismo en la pereza en la gula o en la envidia. El verdadero milagro es
conseguir erradicar los apegos, el deseo y la avaricia. Y todo esto se hace en
silencio. Los Hijos del Sol son seres sujetos a su karma personal de otras
vidas, tienes defectos y algunos graves, son limitados y tienen que luchar contra su naturaleza
humana. Los Hijos del Sol no tienen mérito por realizar el trabajo del
conocimiento y el servicio, pues es su compromiso adquirido por el que no
pueden recibir salario y beneficio alguno.
Máximo entendió, pero pasado
el tiempo y debido a su naturaleza humana, volvió a caer. Máximo había venido a
Alejandría dirigido por los dioses hacia el encuentro de sus hermanos. Vino
como Máximo el joven y volvía como Máximo el Teurgo.
Luego en Efeso y en
Constantinopla mil veces había solicitado la ayuda de Serapis para vencer su
vanidad y sus debilidades, pero Serapis jamás acudió cuando le llamara, sino
cuando el propio Serapis lo deseaba. Y es que un hijo del Sol como cualquier
mortal no tiene privilegio alguno y debe pulirse en la rueda de las
reencarnaciones vida tras vida en sus defectos y debilidades. Su única y maravillosa
recompensa es el conocimiento.
CONSTANTINO
EL GRANDE
Hacia el año 300-400 de
nuestra Era, el antiguo Imperio Romano entraba en un proceso de
decadencia. El Imperio estaba
fraccionado y dividido. Bizancio se
había convertido en Constantinopla haciendo honor al que la hizo grande, el
emperador Constantino apodado el Grande.
La sociedad de este gran
imperio estaba compuesta por los romanos de Italia, pero en mayor medida por
las gentes y pueblos que habían sido conquistados por los romanos y que fueron
llamados Bárbaros. Oriente había integrado un sinfín de pueblos y no existía en
todo este vasto territorio una unidad de lengua, de religión y de cultura.
Por otro lado los cristianos
habían crecido en número incontrolable y sus adeptos y practicantes eran, tanto gentes sencillas del más bajo nivel,
como aristócratas y comerciantes de las más altas esferas. En las calles de
Constantinopla o de Alejandría se podía encontrar en la misma vía, una iglesia
cristina, como un templo dedicado a Apolo u otro a Mitra. Además de todas estas
corrientes doctrinales, existían los que practicaban la antigua filosofía y los
sabios que debatían en sus academias y enseñaban a Sócrates, Platón o los
antiguas corrientes filosóficas griegas y romanas.
Eran tiempos donde la vida
no valía gran cosa y a un Cesar le sucedía otro mediante el asesinato o el
envenenamiento y donde los parentescos y matrimonios se pactaban por sórdidos
intereses dominadores. Por el simple hecho de ser hijo, sobrino o pariente del
Emperador, tu vida estaba en juego desde el mismo día del nacimiento. El caos
ético y moral invadía todo el imperio y las alternancias del poder no
propiciaban un futuro estable o esperanzador.
Los Maestros y sabios que se
formaban en la Filosofía y la Ética antiguas tenían sus propias escuelas de las
que vivían y formaban a sus alumnos recibiendo dinero o bienes al respecto. Si
el Maestro tenía mucha reputación, tenía más alumnos y a su vez más dinero.
Para ser un buen filósofo,
erudito o helenista debían de pasar muchos años, recorrer muchas escuelas y
ganarse un prestigio por medio de la enseñanza, los discursos y las
publicaciones. Pero para ser cristiano tan solo se requería Fe y el bautismo,
por tanto en la que, por entonces se consideraba secta cristina, se ubicaban
gentes de muy baja cultura, sin patria, sin Dios y sin relevancia que podían
acceder a ser cristiano de pleno derecho sin demostrar nada. Es por esto que
dentro del cristianismo de aquella época se podían encontrar gentes venidas de
las más diversas culturas y orígenes pero con muy pocos escrúpulos, con
tendencias reprobables y con escasos valores éticos. Por otra parte el ejemplo
de los mártires que habían dado su vida por Jesucristo, impulsaba el heroísmo
dogmático por el cual estaba bien visto
imitar a los mártires muriendo, defendiendo con espada la doctrina o dejándose
llevar por discursos anti-heréticos, capaces del más vil asesinato o de una
masacre indiscriminada de inocentes. Al fin y al cabo todo se hacía por Dios y
los herejes eran hijos del diablo, equivocados y perdidos en el pecado.
Constantino fue elevado a la
categoría de Emperador por sus tropas en el año 306 y gobernó el imperio romano
durante treinta años. Según todas las
tradiciones se le considera el grande por su etapa de crecimiento y de
esplendor que alcanzó su imperio. En occidente se le denominó El Grande pero la
iglesia no le santificó, aunque sí lo hizo la Iglesia Ortodoxa que le hizo
santo. Aunque a decir verdad, este personaje tenía de todo menos la santidad.
Legalizador de la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313. Convocó el
Primer Concilio de Nicea en 325, que otorgó legitimidad legal al cristianismo
en el Imperio romano por primera vez. Se considera que esto fue esencial para
la expansión de esta religión, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio
de Cesarea hasta nuestros días, le presentan como el primer emperador
cristiano, si bien fue bautizado cuando ya se encontraba en su lecho de muerte,
tras un largo catecumenado.
Su relación con el
cristianismo fue difícil, ya que fue educado en la adoración del Dios Sol (Sol
Invictus), cuyo símbolo portaba y cuyo culto estaba asociado oficialmente al
del emperador.
Su conversión, de acuerdo
con las fuentes oficiales cristianas, fue el resultado inmediato de un presagio
antes de su victoria en la batalla del Puente Milvio, el 28 de octubre de 312.
Tras esta visión, Constantino instituyó un nuevo estandarte para marchar a la
batalla al que llamaría Lábaro. La visión de Constantino se produjo en dos
partes: En primer lugar, mientras marchaba con sus soldados vio la forma de una
cruz frente al Sol. Tras esto, tuvo un sueño en el que se le ordenaba poner un
nuevo símbolo en su estandarte, ya que vio una cruz con la inscripción «In hoc
signo vinces» («Con este signo vencerás»). Mandándolo pintar de inmediato en
los escudos de su ejército, venció a Majencio. Se dice que tras estas visiones
y por el resultado militar de la batalla del Puente Milvio, Constantino se
convirtió de inmediato al cristianismo.
Poco después de la batalla
del Puente Milvio, Constantino entregó al papa Silvestre I un palacio romano
que había pertenecido a Diocleciano y anteriormente a la familia patricia de
los Plaucios Lateranos, con el encargo de construir una basílica de culto
cristiano. El nuevo edificio se construyó sobre los cuarteles de la guardia
pretoriana de Majencio, los Equites singulares,
convirtiéndose en sede catedralicia bajo la advocación del Salvador,
substituida ésta más tarde por la de San Juan. Actualmente se la conoce como
Basílica de San Juan de Letrán. En 324 el emperador hizo construir otra
basílica en Roma, en el lugar donde según la tradición cristiana martirizaron a
San Pedro: la colina del Vaticano, que actualmente acoge a la Basílica de San
Pedro. En el 326, apoyó financieramente la construcción de la Iglesia del Santo
Sepulcro en Jerusalén.
En febrero del año 313, y
probablemente aconsejado por el obispo de Córdoba Osio, Constantino se reunió
con Licinio en Milán, donde promulgaron el Edicto de Milán, declarando que se
permitiese a los cristianos seguir la fe de su elección. Con ello, se retiraron
las sanciones por profesar el cristianismo, bajo las cuales, muchos habían sido
martirizados como consecuencia de las persecuciones a los cristianos y se
devolvieron las propiedades confiscadas a la Iglesia. El edicto no sólo
protegió de la persecución religiosa a los cristianos, sino que sirvió también
para las demás religiones, permitiendo que cualquier persona pudiese adorar a
la divinidad que eligiese. Un edicto similar ya se había emitido en el año 311
por Galerio, entonces emperador, primero entre sus iguales, de la tetrarquía.
El edicto de Galerio concedía a los cristianos el derecho a practicar su
religión, pero no a recuperar los bienes confiscados. El Edicto de Milán incluía
varias cláusulas que establecían que todas las iglesias confiscadas durante la
persecución de Diocleciano, serían devueltas, así como otras disposiciones
sobre los anteriormente perseguidos cristianos.
La veneración a María, las
imágenes, la Trinidad, la naturaleza de Cristo, y otras creencias que serían
dogmáticas luego, se formaron durante las discusiones de carácter teológico en
el consejo de Nicea.
En el año 314,
inmediatamente después de su plena legalización, la Iglesia cristiana ataca a
los paganos: en el Concilio de Ancyra, se denuncia el culto a la diosa
Artemisa. En 326 Constantino ordenó la destrucción de todas las imágenes de los
dioses y la confiscación de los bienes de los templos. Ya en 319 había
prohibido la construcción de nuevas estatuas de los dioses y que se rindiera
culto a las existentes. Muchos templos paganos fueron destruidos por las hordas
cristianas y sus sacerdotes fueron asesinados. Entre el año 315 y el siglo VI
miles de una serie de disposiciones que favorecen al cristianismo frente a la
religión tradicional (prohibición de las haruspicia, la magia y los sacrificios
privados, exención fiscal a los clérigos cristianos, se otorga jurisdicción a
los obispos, aunque el cristianismo no se convierte en la religión oficial del
Imperio romano hasta el Edicto de Tesalónica de 380.
En Dydima, Asia Menor, es saqueado el oráculo
del dios Apolo y torturados hasta su muerte sus sacerdotes paganos. También son
desahuciados todos los paganos del monte Athos y destruidos todos los templos
paganos de ese lugar.
En el año 326, el emperador
Constantino, siguiendo las instrucciones de su madre Helena, destruye el templo
del dios Asclepio en Aigeai de Cilicia y muchos más de la diosa Afrodita en
Jerusalén, en Afka en el Líbano, en Mambre, Fenicia, Baalbek, etc.
En el año 330 el emperador
Constantino roba todos los tesoros y las estatuas de los templos paganos de
Grecia, para llevárselos y decorar su Nova Roma (Constantinopla), su nueva
capital del Imperio romano.
Constantino fue también
conocido por su falta de piedad para con sus parientes consanguíneos y afines,
como por ejemplo la ejecución de su cuñado el Emperador romano de Oriente
Licinio en 325, a pesar de que había prometido públicamente no ejecutarle antes
de su rendición el año anterior. En 326, Constantino ejecutó también a su hijo
mayor, Crispo y unos meses después a su segunda esposa Fausta (Crispo era el
único hijo que tuvo con su primera esposa Minervina). Corrieron rumores sobre
una presunta relación entre hijastro y madrastra que supuestamente podría haber
sido la causa de la ira de Constantino, sin embargo, estos rumores sólo se
encuentran documentados por los historiadores Zósimo (siglo V) y Juan Zonaras
(siglo XII) y sus fuentes no han sido establecidas. Otra de las teorías sobre
la muerte de Crispo fue que Fausta estaba envidiosa ya que el hijo de
Constantino no era hijo de ella y era un gran comandante militar y probable
sucesor al trono, acusándolo falsamente ante el Emperador de anti-cristiano.
Luego Constantino se arrepintió y vivió atormentado por la muerte de Crispo
hasta que fue bautizado, ya que le prometieron que esta ceremonia lavaría sus
pecados.
Hasta aquí los datos
históricos conocidos.
Lo que no se sabe es que Constantino fue
iniciado en el culto al Sol y en la veneración de Apolo el Dios Solar por
excelencia. Tanto en sus monedas con en sus edictos aparece el emperador como
“Sol Invictus”. Fue Arrio, amigo personal del emperador quién le inició en los
misterios Solares.
Fue en los primeros años de
su reinado cuando el emperador mando llamar a la corte a Arrio.
Constantino se encontró de
la noche a la mañana de ejercer como solado a pasar a gobernar con el máximo
poder. Su cultura teológica era muy escasa. El como casi todos los soldados
practicaba el culto a Mitra. Pero en el imperio romano las religiones, sectas,
y adoraciones diversas, la importación de dioses extranjeros que los emigrantes
traían consigo habían generado un caos sobre el que había que legislar o poner
orden y Constantino ni podía ni sabía hacerlo. Es por esto que llamó a Arrio a
su corte para que le instruyera:
- ¿Dime buen Arrio; Qué dios es el verdadero y a quien
debemos adoración?
- A ninguno, gran señor. Pues por cada hombre, pueblo o
raza, existe una diversa concepción de Dios. Todos terminan creando dioses a su
imagen y semejanza. Y una vez creados, se crea en igual medida castas de
intermediarios, sacerdotes, adivinos y servidores de dicho dios, que terminan
por imponer, manipular y dominar a la raza ignorante. Estas castas sacerdotales
se dotan de un supuesto mandato de sus dioses y crear leyes y normas.
Establecen pecados y faltas, que llevan consigo el castigo correspondiente.
Estas castas sacerdotales consiguen poder y dominio mediante la amenaza de
muerte eterna, de castigos en el más allá o de represalias de su Dios. Y si hoy
se produce un terremoto, no es sino por
castigo divino o si tal o cual personaje está enfermo, sigue siendo castigo
divino por desobediencia o no haberse plegado a los deseos de dicha casta.
- ¡Pero Arrio tu eres cristiano y en vuestra doctrina existe
el infierno y la condenación eterna a quién no siga los mandamientos de vuestra
Fe!.
- Ciertamente soy
cristiano, pero mi espíritu no lo es.
- No puedo entenderte ¿Eres o no eres cristiano?
- El obispo Atanasio y sus seguidores consideran que Jesús,
el hijo de Maria, el Dios padre y el
Espíritu Santo, son una misma, cosa; Tres personas distintas y un solo Dios
verdadero. Yo no creo en dicha doctrina. Soy seguidor de la enseñanza de Cristo,
por eso soy cristiano, pero Jesús, el hijo del carpintero era tan dios como yo.
Un ser nacido de madre no puede ser adorado. Nadie conoce al Padre y mucho
menos saber si tuvo hijos y mucho menos si Jesús es su único hijo. Pues de ser
así, los hombres de color querrían un hijo de dios negro, y los amarillos, lo
querrían de su tono de piel. Además los pueblos que tienen a su vez sus propios
dioses, no pueden encontrar argumentos para renunciar a los suyos y adorar a
Cristo.
Arrio se acaloró pues los
argumentos que defendía le estaban llevando a fuertes críticas, incluso
amenazas de muerte de muchos obispos.
Respiró en profundidad y prosiguió:
- Permitirme divino emperador que os pregunte yo a su vez:
Si mañana se obscurece el Sol y no vuelve a salir ¿Qué pasaría con la vida, las
plantas, el aire y los seres humanos?
- Sin duda, estimado amigo, moriríamos todos en breve
tiempo. Todo se volvería hielo y las plantas y los animales no crecerían.
- Y si es así, Divinidad, ¿Por qué no adorar al Sol? Pues de
él depende la vida y nuestra existencia.
- Tu argumento parece irrebatible. Si el Sol es el que nos
da la vida y nos permite crecer y desarrollar nuestro camino de evolución, pues
tendremos que adorar al Sol, como el Dios Creador.
- Es por esto mi Señor, que todos los pueblos de la Tierra
adoraron en mayor o menor medida al Sol. Es por esto que los egipcios adoraron
a Ra, el dios del Sol o vuestros antepasados a Apolo. Incluso los propios
cristianos aceptan el parentesco solar de Cristo con nuestro astro. Pues él
dijo “Yo soy la luz del mundo” y sin duda la luz del mundo es el Sol. Es por
esto que cuando a una persona sencilla se le dice que debe adorar a otro hombre
semejante a él en su naturaleza o al Sol que le da la cosecha diaria y la miel
y el queso de sus hijos, se inclinara por la obviedad de la más grande las
manifestaciones de vida, que es la divina luz de nuestro astro.
- Ciertamente lo que me expones puedo entenderlo
perfectamente, pero tú mismo te contradices al decir que a Dios nadie le conoce
y por tanto no puede ser el mismo Sol.
- Muy inteligente mi Señor, ciertamente el Padre Creador,
como es llamado por los cristianos no tiene forma, es espíritu. Y desde El y
por El fueron creadas todas las cosas. El propio maestro Jesús se refiere al
Padre como objeto de adoración. Pero nuestro Salvador jamás consintió ser
adorado, pues él decía reiteradamente a sus discípulos: “Maestro solo hay uno y
está en los Cielos”.
Arrio fijó la atención en el
sitial donde estaba sentado el Emperador y dijo a su vez:
- Si observas la silla donde estás sentado, te darás cuenta
que antes de ser silla ya existía como árbol en el bosque. El oro que recubre
la misma, hace miles de años que estaba en la mina, esperando ser extraído por
el minero. Los clavos que unen las diversas partes de la misma estaban asimismo
en la naturaleza unidos a la roca y en el subsuelo. Pero sólo cuando el
carpintero ideo la silla y la ejecutó se produjo la silla como ahora la vemos.
Toda materia o principio manifestado, tiene un principio no manifestado. Solo
cuando el creador, en este caso el carpintero ideó y se imaginó la silla, fue
cuando comenzó a crearse. El Sol es en igual medida materia que nos da la vida,
pero por encima de él siempre hay un principio mental, un creador, un impulso
de la vida y de la existencia.
Sin duda ese creador ha de
ser Apolo; pues es el dios del Sol –dijo Constantino-
- ¡No mi señor! Pues Apolo es una entidad creadora que en
los primeros tiempos de la creación humana, engendró y creo a los primeros
hombres. En igual medida otros creadores o dioses de vida, adorados por otras
razas, crearon a seres blancos, rojos, amarillo, o negros. Pero por encima de
él existe una Suprema Inteligencia Pensante, que nadie ha podido ver y que es
venerada tanto por nosotros como por el propio Apolo. Ra, Isis u Osiris, por citar
algunas deidades, son seres más evolucionados que los humanos, pero son
materiales, manifestados y tuteladores de sus hijos, que somos nosotros. Pero
ellos viven en un Universo mental, al igual que nosotros. Cuando representamos
a Dios, lo hacemos imperfecto y semejante a nosotros. ¿Pero quién ha visto a
Dios?... Si Dios es la Suprema Inteligencia Creadora, sin forma y a su vez
siendo y compenetrando todas las cosas.
- ¿Entonces el Jesucristo de los cristianos es un ser
semejante a Apolo?
- Ciertamente mi Señor, es un ser manifestado que vino a
ayudar al ser humano mediante una doctrina basada en el amor. Es por esto que
yo soy cristiano. Pues su doctrina predica la virtud pero no puedo aceptar que
sea Dios y menos el hijo único de Dios.
Constantino, que era
ciertamente lego en Metafísica y Teológica, iba comprendiendo a duras penas lo
que le transmitía Arrio. Pero su inquietud no cesaba.
- En tal caso, estimado amigo. ¿Qué más da adorar a Apolo o
a Cristo o Ra; si por encima de ellos está el verdadero Dios?
- Es cierto amado Emperador. Lo que estos mensajeros o
creadores de vida nos aportaron fue una forma de vida; leyes; ética y normas
que regulen la vida entre la jauría humana. Pero no deben ser objeto de
adoración, pues solo a Dios se le puede adorar.
- ¿Pero cómo puedo adorar a Dios si no lo veo y no tiene
forma?
- No lo ves, mi Señor, pero lo puedes sentir. Cuando vives
intensamente el amor, cuando siente el gozo de la vida y de la virtud, cuando
te proyectas a la eternidad de tu alma, es entonces cuando puedes ser
acariciado por su presencia. Y el gozo es personal, interior y propio. Vivimos
en un mundo de formas y de reglas y de normas. El ser humano no puede sentir a
Dios, pues está más próximo en la evolución a las bestias que a los ángeles; es
por esto, que las religiones y las doctrinas guían al ignorante hacia la
conquista de un estado de conciencia que le permita vivir en armonía y en paz
con sus semejantes y son las castas sacerdotales las que creamos estas normas
pues son éllas las que preservan, ordenar y hacen más armoniosa la vida. Pero
estas religiones son creadas por los hombres y para los hombres. Pero poco o
nada tienen que ver con Dios.
Languidecía el día y en el
palacio las candelas de aceite comenzaban a dibujar las siluetas de los dos
hombres proyectándose en los muros. Constantino había comprendido
definitivamente que por encima de las doctrinas había algo más profundo que
cada uno podía descubrir y sentir en su interior. El Emperador comprendió que
la religión y la política eran la misma cosa: Normas de hombres equivocados y
ciegos que pretendían guiar a otros hombres, pero Dios era un elemento
inmaterial, superior e inalcanzable para muchos. Y fue a partir de este momento
que Constantino comenzó a comerciar con los cristianos y a llevarles la
corriente con su dios y con sus doctrinas, pues el número de cristianos en el
imperio superaba a los que seguían la doctrina de la vieja Roma. Por otra parte
el ejército en su mayoría adoraba a Mitra y si se pronunciaba a favor de los
cristianos podía darse una rebelión con trágicas consecuencias. Es por esto que
solo próximo a su muerte acepto se bautizado, pues en este caso, si había
alguna revuelta a él no le afectaba.
Constantino I fue un
excelente legislador y mucho más hábil en lo religioso, pues contentó a todos y
no entró en la polémica doctrinal, gracias a los consejos de su amigo Arrio.
Pero sus criterios morales o éticos nunca fueron firmes, puesto que presionado
por la corte desterró a Arrio fuera de Constantinopla, para volver a llamarlo
al tiempo del Concilio de Nicea.
Constantino fue siempre un soldado y un legislador, que adaptó su
imperio a la corriente cultural o dominante de su tiempo, pero no tuvo ninguna
inclinación religiosa pues veía como los defensores más acérrimos de la
religión no eran sino ambiciosos y perversos personajes que querían dominar,
enriquecerse o prevalecer. Constantino tuvo la habilidad de comprender que
todas las castas sacerdotales de todas las religiones eran pobres hombres que
dirigían a otros más pobres
espiritualmente sin escrúpulos, dogmatizados y fanatizados por normas y
misterios dictados por visionarios o seres con poca lógica y aún menos ciencia.
CONCILIO
DE NICEA
Lo que es arriba es abajo;
dice la Doctrina Hermética. Es por esto, que mientras los cristianos se
preparaban para un concilio; en lo alto, los Hijos del Sol, se habían convocado
en la gran estancia de cristal que surca los cielos. El Consejo de los 24
Ancianos, debatía sobre la conveniencia de apoyar una u otra opción en torno a
las diversas partidas de los cristianos.
Eran muchos cismas,
divisiones y confrontaciones que los seguidores de Cristo tenían en aquel
tiempo. Cada obispo en un señor que ordenaba y dirigía su pueblo de acuerdo a
sus propios criterios.
Los Hijos del Sol de lo
Alto, tenían como objetivo fundamental, la unión de todas las razas, pueblos y
creencias bajo un solo patrón evolutivo. Pues si la gran masa humana adquiría
una de serie de valores mínimos, se podía acelerar la evolución en forma
continuada. Las divisiones y diversidad de criterios frenaban la evolución. Y
cada año, siglo o tiempo por recorrer salía un iluminado o profeta que en
nombre de “tal o cual Dios” producía un cisma o una separación. Y por supuesto
esta separación llevaba consigo guerra, sangre y retroceso. Los Hijos del Sol,
siempre temieron y aún temen el dogma, la fe ciega y las castas sacerdotales
Un elocuente silencio se
hizo en la sala. Y aunque pareciese una contradicción era silencio y era
elocuente en la medida que las palabras iban de mente en mente de cada uno de
los 144 seres que formaban el consejo. Era telepatía entre pura entre seres
cuya evolución superaba en 20 millones de años a los humanos.
El anciano de Andrómeda tomó
la palabra:
- Los seguidores de cristo son mayoría en el Imperio Romano,
y aunque dispersos y poco organizados, han desarrollado el embrión de un
entendimiento universalista. Quizás la idea de Cristo puede ser el acicate para
unificarles, crear leyes y establecer normas de entendimiento.
El anciano de Orión replicó:
- Esta idea nos llevaría a largo plazo a un retraso
evolutivo. Si se dictan normas y leyes absurdas y antinaturales basadas en la
fe o en el dogma, los seres humanos pasarán miles de años abandonando la
capacidad de descubrir por si mismos su verdadera naturaleza y el libro
interior que todo ser creado lleva dentro. La religión se jerarquizará de tal
manera que cada representante de su dios tiranizará o someterá el juicio la
libertad y la capacidad de cada individuo
de expresarse en libertad. Se propiciarán guerras, apostasías, herejías y
cismas, con millones de muertos. Cristo terminará siendo el arma más mortífera
que la humanidad haya creado, pues no solo no lo entendieron, sino que le han
convertido en un instrumento de dolor, de sangre y de muerte y sus mandatos
inclinan al sufrimiento por imitación. Los obispos no han entendido su mandato
y santifican a los mártires y a los que se torturan en nombre de Jesús.
Los señores de Sirio
dijeron:
- Nosotros programamos la vida de Jesucristo y no podemos
consentir que nuestro enviado este prisionero de un Karma sangriento y absurdo
por milenios. El predicó la luz y el conocimiento. Él les entregó las
herramientas para alcanzar la libertad. Si la secta cristiana sigue adelante,
nuestro enviado estará prisionero de cada invocación, rezó y pensamiento de
cada humano que le rece y le invoque por siglos. Nos esforzamos mucho en crear
una alternativa de luz y no de dolor. Pero los Señores del Mal han
instrumentalizado su figura para producir retraso e involución.
El debate se animaba y
proseguía por diversas opiniones y consejos. Todos eran conscientes que no
bastaba con impulsar ideas, mandar profetas o instruir iluminados. Las Fuerzas
del Mal no iban a permitir liberar al hombre, pues estas malignas entidades con
LuzBell a la cabeza viven y se alimentan del dolor de la muerte y del desorden.
Y una raza dividida, mortificada y enfrentada les permitía perpetuar su
presencia y su alimento en el planeta Tierra.
Finalmente el Concilio
celeste concluyó por unanimidad que se
debía potenciar el apoyo decidido al conocimiento, la ciencia y la
inteligencia. Se impulsaría el apoyo a los filósofos, matemáticos y pensadores
para crear una opción liberadora que llevará a la Humanidad a una Sinarquía
basada en un modelo evolutivo razonable animado por valores éticos que
impulsaran la paz, la justicia y la libertad.
El consejo convocó a los
señores del Karma y se les dio instrucciones para que se activara el
renacimiento o reencarnación de Alejandro.
Los señores del Karma,
conscientes del mandato recibido impulsaron el adiestramiento en el plano
astral del enviado y diseñaron su vida casi al milímetro.
Los señores del Karma
solicitaron la ayuda de Luuin el gran maestre de los Astrólogos del Destino y
diseñaron el programa de Alejandro. Estos seres que interpretan los altos
designios de Poimandres; la Suprema Inteligencia, saben que se debe hacer
encajar los programas de los seres humanos dentro de las leyes planetarias. Y
comprendieron que hacia el año 331 se daban condiciones perfectas para hacer
nacer al designado. El problema era que si se elegía ese año la vida del
programado sería corta. Pero después de un exhaustivo estudio y de valorar las
conjunciones planetarias y de diseñar la carta natal de Alejandro establecieron
dicho año como el más propicio.
A los señores del Karma les
tocaba ahora crear las condiciones emocionales, ambientales y el parentesco e
infancia del enviado. Ellos sabían que si la infancia del programado se daba en
el dogma y el dolor, buscaría la forma de liberarse en sentido contrario. Y de
esta manera liderar una alternativa basada en la filosofía, el razonamiento y
la lógica. Tendrían por tanto que programar en igual medida junto al niño que
habría de nacer, filósofos y seres evolucionados con capacidad de seducir y
educarle en los verdaderos valores.
El Concilio Celeste concluyó
con la acción de los Servidores Astrales, que aquella misma noche arrebataron
en espíritu a Máximo, Abdías, Arrio y otros tantos Hijos del Sol del plano
humano, para que en forma consciente e inconsciente programaran la enseñanza
del que, en seis años, nacería con el nombre de Juliano.
Viendo el emperador que la
división de la iglesia era caótica y que la dispersión de doctrinas en el
imperio producía enfrentamientos, se propuso unificar lo más posible el tema
religioso entre sus súbditos. Si tenía a todos los obispos a su favor,
influiría sobre la gran masa de imperio. Constantino quería pasar a la historia
como un benefactor de lo que inevitablemente nadie podía parar; es decir, la
cristianización de todo el mundo civilizado.
El emperador llamó al obispo
Osio de Córdoba y por supuesto a su amigo Arrio, que después de vivir unos años
en el exilio finalmente volvía a Constantinopla para servir los intereses del
astuto monarca. Por otra parte era obligado invitar a Arrio, dado que la mitad
de los convocados al concilio seguían sus postulados frente al obispo Alejando
y su seguidor Atanasio.
La llamada al concilio fue
universal, pero la dispersión del credo católico era tal que de los cerca de
mil obispos tan solo se presentaron alrededor de trescientos. Incluso el propio
Papa Silvestre se negó a presidir el concilio, como hubieses sido lo correcto.
Era una maniobra política del emperador más que una cuestión de fe.
Los enfrentamientos entre
los obispos fueron tremendos. Los arrianistas postulaban que Jesucristo no era
dios, al ser creado por el Padre por tanto no podía ser adorado, aunque si
seguido. Los seguidores de Atanasio afirmaban que el Maestro era igual que el
Padre; es decir era Dios con todos los atributos del Creador.
Finalmente Constantino
inclinó la balanza hacia los postulados de Atanasio y los suyos y por dictamen
del monarca se divinizó a Cristo. Para más desgracia Arrio moría en el mismo
tiempo del Concilio y al no poder defender sus argumentos la derrota fue
evidente. Todavía pasaron décadas de enfrentamiento entre los dos postulados
hasta que en el Concilio de Constantinopla en el 381 se estableció
definitivamente y hasta nuestros días la doctrina de la divinización de Jesús
el Cristo.
Muerto Arrio la Fraternidad
Solar se reunió de nuevo. Esta vez la reunión fue en Efeso. Cristonio, Abdías,
Erectia y otros tantos recordaban con amor a su hermano Arrio. El joven Máximo
había convocado a todos en su casa. La Fraternidad había recibido una gran
derrota. Pero los Hijos del Sol, sabían que las fuerzas del Bien y del Mal
pugnaban desde el principio de los tiempos por llevar a cabo sus fines. Y que
una aparente derrota, no era sino un tiempo de aprendizaje y reflexión para reiniciar
una nueva cruzada en pos de la Sinarquía de todas las razas, pueblos y
culturas, bajo el imperio de la razón, la inteligencia y el Humanismo.
Pero la reunión no era tanto
para celebrar la muerte de Arrio, sino para amonestar a Máximo por sus
prácticas contrarias a la Ética Solar. Cuando decimos celebrar la muerte de
Arrio, estamos revindicando que para los Hijos del Sol, morir en este plano es
ascender al plano superior. Morir es el punto de encuentro con el espíritu, que
es donde se da la verdadera vida. El mayor sufrimiento de los Hijos del Sol, no
está en morir, sino en la indignidad, en el hecho de no haber realizado el
propósito de la vida y de haber fallado en la oportunidad de una nueva
reencarnación. En aquella reunión se
nombró a Prisco como un nuevo Hijo del Sol y se le asignó la tarea de acompañar
y vigilar a Máximo en sus prácticas poco éticas.
Efectivamente Máximo
practicaba la magia y los sortilegios. Se sabía que cobraba grandes cantidades
de dinero por filtros de amor y por inclinar la voluntad de una persona en
favor de otra. También era cierto que nunca practicó la magia para hacer daño a nadie en forma
consciente. Pero el hecho de enriquecerse con estas prácticas no era correcto.
Máximo practicaba la numerología y la Astrología. Y dentro de la Fraternidad
Solar los hermanos que practicaban Astrología eran considerados maestros
superiores. Era por tanto más exigible un comportamiento ético a dichos
maestros.
Máximo era brillante como
Filósofo pero un poco arrogante. Tenía un intelecto innato superior a los
maestros y filósofos de su tiempo, pero su arrogancia le habían propiciado más
de una amenaza. Además consideraba a los cristianos como borregos descarriados
que seguían una doctrina supersticiosa.
Era conocido en Efeso una
anécdota que le podía haber costado la vida. Fue en el mercado de la ciudad.
Una pobre mujer había ido a pedir ayuda a un sacerdote para que le ayudara a
curar su hijo que sufría de altas fiebres. Le encontró en el mercado y se puso
de rodillas suplicando que acudiera a su casa a bendecir a su pequeño:
- Padre le ruego acuda a mi casa y bendiga a mi hijo para
que Jesucristo le cure.
- Está bien mujer, yo bendeciré a tu hijo y si tienes fe, se
curará.
Máximo que contemplaba la
escena, indignado por los gritos y los gestos de la mujer levantó la voz y
dijo:
- Mujer, acude a un médico en vez de a un sacerdote. Ninguna
oración curará a tu hijo, sino es la medicina, la higiene y la alimentación
adecuada.
La mujer le miró con asombro y cohibida por aquellas rotundas
palabras. El sacerdote giró la cabeza y con un grito airoso increpó a Máximo.
- ¡Blasfemo! ¿Acaso Dios nuestro Señor no puede curar a su
hijo?
- Te aseguro galileo que tu dios no está aquí para
administrarle ninguna medicina al niño y el título de dios se lo habéis dado vosotros. ¿Y cómo puedes ser
tan astuto que supeditas la curación del niño no a vuestro dios sino a la fe de
esta pobre mujer? Sois unos mentirosos que traficáis con la ignorancia y la
buena fe del pueblo. Si el niño no se cura, dirás que la mujer no tuvo
suficiente fe y de esta manera además de morir el niño condenáis a la madre con
una tremenda culpa por no haber tenido la suficiente fe y amor para salvar a su
hijo. ¿Quién salva al niño vuestro dios o la fe de la mujer?...Yo te aseguro
que solo si el dios Plutón lo consiente morirá o no morirá.
Los ojos del sacerdote se
inyectaron de sangre. Otros tantos cristianos se arremolinaron junto a ellos
con una clara animosidad de atacar a Máximo.
- Eres un infiel, ateo, y además practicas la magia. ¿Cómo
puedes citar al dios Plutón y ponerlo por encima de nuestro Señor?
Máximo le miró con desprecio
y se marchó sin volver la vista atrás. Solo la presencia de los soldados
impidió que se linchara al mago.
Máximo no se refería al dios
Plutón en sí, sino que como astrólogo había visto en miles de temas
astrológicos de las personas, que la muerte se da cuando los planeta, alcanzan
unas determinadas posiciones y que el Dios de la Muerte solo puede actuar en
dichas conjunciones pues es el momento preciso para morir. Y ninguna oración,
ruego sortilegio e invocación puede alterar la Ley de los Astros Celestes.
Además entre los astrólogos de Alejandría, se conocía la carta natal de
Jesucristo y se utilizaba en las enseñanzas secretas de tal disciplina, junto
con la de los Cesares y los Emperadores.
Habían sido varias noches de
estudio con Abdías, para interpretar la carta de Cristo. El dios de los
cristianos había dicho en la cruz “Padre, ¿Por qué me has abandonado? Y es que
el Maestro conocía por la enseñanza recibida en Oriente entre los brahmanes
hindúes, que la hora de la muerte está escrita en el mismo instante de nacer y
nada ni nadie puede alterarla, pues el universo no se mueve por la voluntad de
un padre o un dios sino por la Ley de la Suprema Inteligencia. Jesús había
rezado pero fue el Dios Saturno que se enfrentó a Marte en su tema natal y eso
le había causado la muerte. Ninguna oración podría haberse salvado. Es por esto
que antes de morir el maestro dijo “Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu”.
Los cristianos odiaban a
muerte a los hombres de ciencia y a los filósofos. Y en mayor medida a los
astrólogos, pues consideraban que iban contra la voluntad de dios. Pero
curiosamente los Cesares, Emperadores y hombres poderosos solicitaban con
frecuencia los servicios del astrólogo y de una u otra manera se les respetaba
la vida por miedo a la represalia de dichos poderosos.
Fue en los siglos
siguientes, que el Papa y los obispos consiguieron el máximo poder y mataron,
quemaron y persiguieron con impiedad a los inteligentes y sabios que se oponían
a su doctrina y en mayor medida a los astrólogos. Y fue en esa Edad Media,
donde surge la leyenda de “Los illuminati” que en realidad eran hombres sabios
que se reunían en el anonimato y en la sombra por miedo a ser prendidos o
asesinados por la Iglesia. Este nombre no es sino una derivación de la palabra
luz o de los iluminados por la luz; es decir “Los Hijos del Sol”.
Una vez más Máximo juró ante
sus hermanos que dejaría de enriquecerse con la magia, y que solo se ganaría la
vida dando clases de Filosofía, pero la naturaleza humana repite los mismos
errores y con el tiempo volvió a las andadas. De hecho cuando finalmente entró
al servicio del emperador Juliano, no volvió a frecuentar la Fraternidad, pues
ganó en arrogancia y en prestigio y no oía ningún consejo. Pero la Fraternidad
no intervino pues sabía que la tarea que tenía que hacer junto a Juliano,
informándole y educándole, no se iba a perjudicar y el Karma de Máximo que era
la vanidad y el egoísmo era tan solo suya y solo él a través de la
experimentación y las diversas vidas podía resolverlo.
Por otra parte el recién
admitido en la orden Prisco jugaría un papel importante en el futuro de la
Orden. Pues aunque entró más tarde que Máximo, su tarea fue decisiva.
Fue Cristonio quien
encomendara a Prisco una extraña tarea que incluso los más viejos de la orden
no podían entender. Al recién nombrado se le ordenó partir a la tierra de
Harrán (Sur de Turquía lindante con Irak) y se presentara como Hijo del Sol ante
el pueblo Mandeo. Para que estos le reconocieran tenía que entregar a sus
sacerdotes un extraño amuleto que el
propio Cristonio le entregó envuelto en un lienzo. Prisco del Epiro quiso
abrirlo pero Cristonio le cerró la mano diciendo: - Solo cuando estés solo o en
presencia del sumo sacerdote Mandeo deberás exhibirlo. Es un sello sagrado que
deberás guardar con tu vida y entregarle al siguiente que la Fraternidad te
ordene.
JULIANO
EL APOSTATA
En el comienzo de su
biografía se puede leer:
Son muchos los autores que
han escrito sobre este joven de personalidad arrolladora que sobresalió por
igual en el campo de batalla como en la administración y en la política
financiera durante el escaso tiempo que ostentó el poder: cinco años como César
en las Galias y un año y ocho meses como Emperador único. Dada su erudición y
su afición a escribir y filosofar, han llegado hasta nuestros días algunas de
sus obras donde incluye una autobiografía. No vamos por tanto a reproducir de
nuevo su vida, puesto que se puede consultar en muchos textos sobre la vida de
Roma. Nos centraremos en aspectos más trascendentes que nadie conoce. En todo
caso haremos una pequeña síntesis de dicha biografía:
Juliano nace hacia el año
333 de nuestra era. Era hijo de Juliano Constancio y de Basilina, sobrino a su
vez de Constantino el Grande y primo del Emperador Constancio II. Su infancia y
juventud está jalonada de dolor puesto que tuvo que presenciar la muerte de su
padre y otros parientes ordenada por el propio Emperador que como antes dijimos
no reparaba en quitarse posibles rivales al trono.
Debida a su corta edad, el
Emperador no lo mató pero se aseguró tenerlo vigilado a lo largo de su reinado.
Como el mismo afirma, gracias a su afición por los libros y el conocimiento
salvo su vida, puesto que hizo creer a todos que se ordenaría sacerdote y que
no le interesaba la vida política. Esto le permitió sortear a la guardia
secreta del propio Constantino. Pero siempre anidó en su corazón un odio
visceral por ambos emperadores. Siendo ya adolescente tiene que asumir a su vez
el asesinato de su hermano Gallo a manos de Constancio.
El arriano Eusebio, obispo
de Nicomedia, protegió a Juliano y encargó a Mardonio, eunuco escita, gran
conocedor de Homero y pedagogo su educación La educación de Mardonio tuvo la
doble consecuencia de imbuirle de helenismo y de un ideal de vida austera y
dedicación al estudio. En Constantinopla fue discípulo del gramático Nicocles y
del rétor Hecebolio.
En el 341, tras la muerte de Eusebio,
Constancio decide trasladar a los dos huérfanos a Macellum, una villa cercana a
Cesarea, en Capadocia, adonde fueron en 344-345. En aquella región inhóspita
permaneció Juliano seis años, dedicándose al estudio apasionadamente. Años más
tarde, en una epístola a Ecidio, escribía rememorando a Safo: «Unos aman los
caballos, otros los pájaros, y otros los animales salvajes; yo desde mi
infancia tuve pasión por los libros». Fue quizá aquí, en Macellum, donde
recibió el bautismo, ya que llegó a tener, dentro de la organización eclesiástica,
el cargo de lector.
Probablemente en el 351 vuelve,
autorizado por Constancio, a Nicomedia y
visita Pérgamo, donde estudia con Aedesio, Eusebio y Crisancio, pasando luego a
Éfeso, en donde conoce a Máximo, el teurgo que tanta influencia tuvo en su
vida. En esta fecha se suele situar su apostasía del cristianismo, hecho que
debe de ser encuadrado dentro de la línea del acendrado helenismo de Juliano y
del panorama desolador de la iglesia arriana. En ese mismo año, Constancio, que
había sido «protector» de los dos jóvenes, nombra César de Oriente a Gallo.
Tres años más tarde caería ejecutado por orden del mismo Constancio, víctima de
una delación. La sospecha se cierne después sobre Juliano, que es obligado a
acudir a Milán; a través de la mediación protectora de la emperatriz Eusebia,
es desterrado a Atenas, donde frecuenta las escuelas paganas junto con S.
Basilio y S. Gregorio Nacianceno.
De nuevo es llamado a la corte de Milán.
El 6 nov. 355, Constancio, forzado por necesidades político-militares, le
nombra César de las Galias en solemne acto público. Al poco tiempo casa con la
hermana del Emperador, Helena, y parte hacia las Galias. Al principio, su mando
es más nominal que real, vigilado estrechamente por los comisionados de su primo
que intentan desprestigiarle y perderle. Pero muy pronto se revela no sólo como
buen estratega sino, sobre todo, y ello era fundamental en aquel momento
histórico, como gran administrador y efectivo legislador. La Galia conoce con
él momentos de paz y recuperación. En agosto del 357, vence a los alamanes en
la batalla de Argentoratum (Estrasburgo). Tras diversas campañas victoriosas,
provoca que sus legiones galas le nombren Emperador. Constancio, aunque ocupado
con la expansión persa, se dirige hacia él con su ejército. Él hace lo propio,
en una marcha triunfal y meteórica a lo largo del Danubio, dispuesto al
enfrentamiento directo. Sin embargo, Constancio muere en el camino a causa de
unas fiebres malignas, con lo que Juliano queda dueño único del Imperio sin
batalla (noviembre del 361). El 362 es el gran año de la actividad febril de
Juliano: juicio de Calcedonia para eliminar a los antiguos partidarios de
Constancio (acto que se debe interpretar como un intento de reconciliación con
el ejército), reformas de la corte de Constantinopla, restauración del
paganismo de forma oficial, reforma de la enseñanza mediante una ley que
prohíbe la docencia en las escuelas a los cristianos, una serie de medidas
económicas encaminadas a la reducción de impuestos, etc. Al año siguiente, su
reforma monetaria pretende estabilizar la inflación de que era víctima el
Imperio desde años atrás. En Antioquía se enfrenta a las duras críticas de sus
súbditos por los problemas económicos surgidos con motivo del reclutamiento,
acuartelamiento y preparativos para la campaña de Persia.
Parece ser que fue en
Antioquía donde escribió, al menos comenzó, su tratado Contra los Galileos
(conservado parcialmente en Cirilo de Alejandría), un duro ataque contra los
cristianos. El 5 de marzo se dirige al frente del ejército contra Sapor II,
rival de Roma, en un intento de dar al traste con el Imperio persa, lo cual
redundaría a su vez en beneficio de su lucha e intenciones
ideológico-políticas. Víctima de un engaño y quizá de una traición de componentes
de su propio ejército, tras haber llegado victoriosamente hasta Ctesifonte, es
herido mortalmente en un combate. Llevado a su tienda, muere al filo de la
media noche del 26 jun. Fue un Emperador militar, administrador, con claro
entendimiento de los problemas que le rodeaban, hipócrita para la consecución
de sus fines, intelectual en su círculo de amistades, e intentó organizar un
Estado en el que religión pagana, cultura y justicia estuviesen ensambladas.
Hasta aquí las notas
extractadas de su biografía. Veamos lo que no está escrito y que corresponde
ahora sacar a la luz:
Además de la infancia fue en
la Galia, como Cesar, cuando tuvo que enfrentarse a un momento clave que
definiría su destino. Por un lado si hubiera seguido de Cesar obedeciendo a su
primo Constancio, sin duda su vida hubiera sido más plácida y se hubiese hecho
viejo, filosofando y leyendo como a él le gustaba. Pero dentro de él se agitaba
el espíritu de Alejandro el Magno y fue este espíritu el que le impulsó a
revelarse contra Constancio y presentarle batalla. Como dice su biografía el
destino le fue favorable y su primo murió justo antes de entrar en batalla, por
lo que se proclamó Emperador.
Una vez en la corte mandó
desterrar y sustituir a casi todos los cortesanos que de una u otra manera
habían servido a su primo. Los pocos que quedaron, fue por intersección de su
mujer.
Mientras que los cortesanos
salían por una puerta, filósofos, escribas y pedagogos entraban por otra.
Juliano era un apasionado de Platón y le gustaba filosofar con todos ellos.
Su preparación helenística
estaba a la altura de los más preparados. Máximo y Prisco ya le habían servido
en la Galia como consejeros y ahora residían en palacio con pleno derecho y con
el máximo reconocimiento.
Juliano era un apasionado de
la magia y tenía en Máximo el máximo exponente de este arte. Su fama de Teurgo
le precedía.
- Máximo ¿Cómo es posible que puedas mover los objetos con
solo mirarlos? ¿A que dios invocas?
- Mi Emperador, todo está en la mente. Si te concentras con
fuerza verás que las cosas se pueden mover.
- Me concentro pero no puedo. Hago esfuerzo pero no lo
consigo. ¿Quién te enseñó a ti?
- Aprendí con la observación. De niño disfrutaba imaginando
mi futuro. Dibujaba los acontecimientos de mi futura vida. Pasaba horas en
soledad en mi alcoba dibujando en la mente cada detalle, cada idea, cada forma.
Al final comprendí que la fuerza creativa del ser humano radica en la
imaginación y que esta imaginación es intensa en los artistas en los poetas o
en los genios y pobre en los resignados y sometidos a la costumbre y al dogma.
Si imaginamos con fuerza, si lo que imaginamos está de acuerdo a la Ley de la
Armonía, las cosas se sucederán con toda
seguridad en el tiempo futuro.
- Querido Emperador finalmente debemos afirmar que la
imaginación es más potente que la voluntad. Es por esto que aun poniendo toda
la voluntad y todo el esfuerzo no lo conseguirás. Somos dioses cuando empleamos
la imaginación, pues creamos lo que no está. Visualizamos lo que deseamos y
esta entidad imaginada se rodea de las fuerzas primordiales para producir
movimiento, acción o reacción de las cosas materiales.
Juliano le contestó:
- La clave sin duda está en tu infancia, pues educaste tu
mente en la imaginación constante. Tú viviste en una familia acomodada con el
amor del padre y de la madre a tu servicio. Yo, mi querido amigo, aun siendo
ahora Emperador, viví con la pérdida de mis progenitores y con un miedo atroz a
ser prendido y asesinado. Mi imaginación por tanto estaba teñida de miedo. ¿Es
quizás por esto que no puedo mover los objetos y que no se concentrarme?
- Sin duda mi Señor. El acto creativo además de imaginación
debe estar dotado de entusiasmo, de fe, de confianza y armonía interior.
Máximo enseñó a Juliano los
conceptos primarios de Astrología y Numerología. El emperador se entusiasmaba
con estas ciencias y progresaba. Si el destino le hubiese permitido seguir
estudiando se habría convertido en todo un maestro.
Máximo contribuyó de una
manera indirecta a consolar el odio y el rencor de Emperador por medio del
análisis de su carta natal.
Aquel día, ambos estaban
enfrascados en el estudio de su tema natal de nacimiento. Máximo estaba
enseñándole lecciones de Ptolomeo, el gran Astrologo Egipcio, teniendo delante
el mapa celeste del propio emperador.
- Decidme, mi Señor
¿Cómo se debe interpretar la oposición directa de Marte contra tu Sol a los
tres años de tu edad?
Juliano fue rápido
razonando: - Marte es el dio de la guerra y el Sol es el padre, por tanto a mis
tres años el dios Marte se enfrentó a mi padre.
- ¿Cuándo murió vuestro padre, divino Emperador?
- Pues a cuando yo tenía tres años…
Los ojos de Juliano se
quedaron abiertos y pasmados ante tal afirmación. Pasaron unos segundo y
replicó:
- ¿Quiere esto decir que la muerte de mi padre ya estaba
pactada de antemano? ¿Quiere esto decir que Constantino no fue un asesino pues
estaba cumpliendo con su destino cuando mandó matar a mi padre?
- Por supuesto que fue un asesino y su acción es reprobable.
Pero nada ni nadie podían haber cambiado la Ley Cósmica. De tal manera que a
tus tres años Marte actuó contra tu padre. Y si no hubiese sido Constantino,
otro acto o acción había producido daño o impacto en la figura de tu padre.
Nada ni nadie puede alterar la Ley del Cosmos. No se puede alterar la Ley pero
si su intensidad. Es por esto que el odio del emperador Constantino,
instrumentalizó tu oposición y mató a tu padre, pero tan solo porque la Ley se
lo permitía. Pero si Constantino no hubiese tenido odio, sino compasión, esta
oposición se hubiera expresado de otra manera, quizás con un golpe en la cabeza
de tu padre o alguna afrenta de cualquier otro ser u acción menos violenta.
- ¿Pero por qué tuvo que ser Constantino y por qué tuvo que
ser mi padre?
- Estimado Emperador, además de la Ley de los Astros, existe
la Ley del Karma, por la cual una causa de hoy tiene un efecto mañana. Quizás
en otra vida fue tu padre quien mandó matar a Constantino. Nunca lo sabremos. Y
como hombres de ciencia, debemos observar la ley y aprender de ella.
Juliano comprendía que todo
tiene un porqué y que cada cosa que sucede no es por casualidad. Y estas
reflexiones y coloquios con Máximo le ayudaron a poner paz en su corazón y
centrarse en el ejercicio de su mandato como Emperador hacia su pueblo.
Máximo le enseñó a interpretar
los sueños y a creer en la magia.
Prisco por su parte le
enseñaba la lógica y la Filosofía y muchas noches los tres se enzarzaban en
peleas dialécticas debatiendo argumentos de Platón, Sócrates o de los viejos
filósofos.
Mientras que Prisco se
ejercitaba en la paciencia y el la rectitud, Máximo era altanero y humillaba a
la gente de la corte y a los nobles del imperio. Se sabía con el favor del
Emperador, y con este favor se enriquecía constantemente. El odio de sus
enemigos fue aumentando. Prisco por el contrario ayudaba a unos y otros sin
pedir nada a cambio.
Hacía 10 años que Prisco
había cumplido la misión que le encargara Cristonio. Su misión fue secreta en
extremo, pues siguiendo instrucciones de su superior, nunca reveló, ni siquiera
a Máximo, amigo y compañero suyo, lo que vivió en aquellas lejanas tierras.
El viaje duró dos semanas.
Finalmente se adentró en las tierras de
Harrán y dio con los Mandeos. Era una gente silenciosa, muchos de ellos
tenían un don especial para la orfebrería. Tallaban el oro y la plata de una
manera magistral. Entre ellos había sacerdotes de diverso grado. Sus costumbres
eran ancestrales y según manifestaban su pueblo había sido expulsado de
Palestina hacia el año 37, pero sus costumbres venían de la tierra de los
Faraones, de donde habían aprendido los ritos y las maneras de vivir y de
realizar sus actos religiosos.
Prisco no tuvo dificultad
para hablar con ellos, a pesar de que empleaban un dialecto muy antiguo. Había
entre ellos comerciantes que iban con frecuencia a la corte del Emperador a
vender las joyas y le ayudaron en la traducción.
En cada aldea y a cada
sacerdote que entrevistaba le mostraba el sello que la había dado Cristonio,
pero nadie reaccionaba. Habían pasado dos semanas y comenzaba a preguntarse si
aquella misión no era, sino una prueba para acceder a la Fraternidad. Pero fue
entonces cuando acudió ante un sacerdote de unos sesenta años con barba blanca,
que tenía una mirada especialmente serena. Prisco se sintió atraído por aquel
hombre y pidió a su intérprete que le ayudara a traducir. El intérprete le miró
con aire burlón y le dijo:
- Jashir está un poco loco. No creo que te sirva de ayuda.
Todos en la aldea dicen que está más allá que acá. Se dice que habla con los
Señores del Cielo y a veces pasa días enteros sin comer, sentado con las
piernas cruzadas y mirando al horizonte. Cuando está así no oye ni escucha,
incluso si le pinchas no siente dolor. Es un hombre raro.
Prisco le miró y este le
respondió con una mirada tierna. Fueron tres o cuatro segundos, pero el hijo
del Sol no se atrevía a hablar.
- Te estaba esperando
El intérprete y el propio
Prisco se quedaron helados, aquel hombre hablaba correctamente su idioma. El
intérprete se retiró con un poco de miedo y Prisco se adelantó ante aquella
invitación. Luego Jashir se abrió un poco la camia a la altura del esternón y
dejo ver un dibujo hecho como a fuego, que representaba un círculo redondo con
un punto en el centro. Prisco se quedó asombrado y maravillado, pues aquel
hombre tenía el mismo círculo en el pecho que el que le habían hecho a él en la
iniciación de la Fraternidad Solar.
- Sin duda tú eres un hermano mío y seguramente Cristonio te
ha avisado de mi llegada.
- No hermano, no me ha avisado ningún hijo de mujer, sino un
hermano del cielo. ¿Cuál es tu nombre?
- Me llamo Prisco y soy de Epiro. Pertenezco a la
Fraternidad de Los Hijos del Sol y fue iniciado en Alejandría. Mi superior
Cristonio me dijo que te mostrara este sello.
Jashir tomo el sello en su
mano a la vez que dos lágrimas salían de sus vidriosos ojos azules como el mar.
- Traes el sello de Nuestro Señor Elijah, el que vive en el
trono de la eternidad, el inmortal. Entra en mi casa, mi buen hermano y come
pan y vino conmigo para festejar este encuentro y rememorar a nuestro Señor.
Hablaron durante una semana
entera y Prisco aprendió no solo metafísica y religión, sino la verdadera magia
que reside en el corazón y no en los milagros.
Antes de marchar Jashir le
dijo:
- Por lo que se me ha dado a comprender, dentro de unos años,
volveremos a vernos, justo unos pocos días antes de mi marcha hacia la “morada
de los hombres felices” Conservaré la vista, la mente y el corazón despierto
hasta que cumpla mi último mandato. Ve en paz y recuerda cuanto has aprendido.
Prisco retornó a Alejandría
ante Cristonio y le puso al corriente de su encuentro. Cristonio se alegró
diciendo:
- Por lo que se me ha dado a comprender, dentro de unos
años, volveremos a vernos, justo unos pocos días antes de mi marcha hacia la
“morada de los hombres felices” Conservaré la vista, la mente y el corazón
despierto hasta que cumpla mi último mandato. Ve en paz y recuerda cuanto has
aprendido.
Esta fue la extraña visita
que realizó Prisco a aquellas lejas tierras y aunque unos años después Máximo
le suplicaba que le revelara los detalles de aquel viaje. Prisco jamás dijo
nada, ni a su compañero ni al Emperador. Máximo no llevaba bien el hecho de no
saber más que su compañero puesto que era más viejo en la Orden y esto le
producía una envidia insana.
Volvamos a Palacio para ver
a Juliano agobiado por el tremendo peso del gobierno de su pueblo. Aunque se
había rodeado de filósofos y de hombres de ciencia, muchos nobles emparentados
con su esposa, eran cristianos.
Las quejas de los Obispos y
el enfrentamiento directo contra el Papa le producían desasosiego y comenzó a
temer alguna revuelta.
Juliano creía en la verdad
que nace de la observación, de la inteligencia y del razonamiento. No creía en
dogmas ni en dioses invisibles. De pequeño había sido objeto de una enseñanza
cristiana impuesta a la fuerza y de una u otra manera no toleraba la doctrina
de los galileos. Pero era Emperador de todo un pueblo que además de
filósofos, sobre todo, eran cristianos.
Por otra parte los hijos de los barbaros y de los pueblos conquistados por el
imperio habían renunciado a sus dioses antiguos y se habían educado en las
iglesias cristianas.
Más de una vez había pedido
el consejo de Máximo y Prisco pero estos no dudaban en absoluto a favor del
paganismo helénico o de la corriente neoplatónica o socrática. Para estos Hijos
del Sol, los cristianos eran unos bárbaros ignorantes que seguían sin
razonamiento alguno una serie de dogmas y misterios que no tenían ni pies ni
cabeza. Pero Juliano, no podía dejarse llevar solo por la opinión partidista de
sus dos amigos y reclamaba también el consejo de otros tantos. Cuanto más
consultaba más era su desasosiego e intranquilidad.
Eran las tres y treinta y
tres de la madrugada cuando Prisco vio en sueños la cara de Cristonio y de
Jashir. Ambos le miraban con un inmenso amor paternal. Luego una voz metálica
que retumbaba en la cabeza le gritó:
- El tiempo ha llegado
Prisco saltó en camisón de
su litera y corrió a las estancias del Emperador. Los guardias de la entrada le
pararon en seco:
- ¿Cómo osas gritar y despertar al Emperador?
Prisco se calmó lleno de
vergüenza, puesto que además de ir semidesnudo, estaba llorando y gritando ante
la cámara del Emperador. Iba a darse la vuelta cuando la puerta se abrió y
salió Juliano aún más desnudo que él y con el pelo revuelto.
- ¿Qué te pasa Prisco?
- Ha llegado el momento mi Señor. Ha llegado el momento mi
señor.
- ¿El momento de qué?
El emperador tomó el brazo
de Prisco y le condujo al salón. Le hizo sentar y le dijo:
- ¿Estas soñando o despierto?
- Ciertamente mi Señor he tenido un sueño y tú que eres
conocedor del mundo onírico donde se expresan los dioses sin duda me
entenderás.
Prisco contó al Emperador el
viaje que había hecho a las tierras del sur del imperio y el encuentro con un
hombre sabio. Le habló también de otro hombre tan sabio como éste que vivía en
Alejandría. Y cómo ambos seres le habían llamado en sueño.
- Si son tan sabios ¿Cómo es que no les conozco?
- Divino Emperador, su sabiduría no es como la de los
Filósofos sino sabiduría del alma, sabiduría del corazón. Ellos te pueden dar
la solución a cuanto te turba.
- Solo por ser sabios ya merece la pena conocerlos. Hazles
llamar cuanto antes y tráelos a mi presencia.
Prisco salió corriendo
rebosando alegría, pues de nuevo iba a abrazar a sus padres espirituales. En
ningún momento dijo al Emperador que formaban parte, al igual que él y Máximo
de la Fraternidad Solar o de los “illuminati”.
No fue necesario ir a
buscarlos. Justo cuando se estaba preparando el plan de viaje, ambos
aparecieron en palacio. ¿Quién les había avisado?...
Prisco que era más joven e
impetuoso se lanzó como un loco al cuello de ambos, con tal fuerza que casi los
derriba. Cristonio le miró con ternura y le dijo:
- Llama a Máximo pues es un hijo de Sol y tiene que estar
presente en nuestra entrevista con Juliano.
Prisco les introdujo en la
sala del trono. Los dos ancianos portaban sendos báculos pues su estabilidad no
estaba garantizada. Se aproximaron al trono y se disponían a arrodillarse. Pero
Juliano, además de ser Emperador era un aristócrata espiritual, que no podía
consentir que dos venerables ancianos se arrodillaran ante él. Bajo del trono,
les tomó del brazo y les dijo:
- Por Prisco he sabio de vuestra sabiduría y os agradezco
vuestra presencia. Yo soy rey entre mi pueblo, pero aprendiz en el
conocimiento. No aceptaré por tanto ningún signo de sumisión ante mí de vuestra
parte. Consideraos huéspedes reales y acomodaros.
Luego todos pasaron al salón
privado de Juliano, que estaba repleto de papiros y rollos. Los sirvientes
reales pusieron cinco sillas, pues Máximo había llegado y se sentaron con
expectación. Cristonio y Jashir respiraban con dificultad, y no por que
estuvieran gruesos, sino por su edad. Ambos superaban los setenta años.
Cristonio tenía muy poco pelo en la parte anterior de la cabeza, pero su
melena blanca como la leche caía lacia
sobre sus hombros. Su barba era corta pero recortada y cuidada con esmero.
Jashir tenía mucho más pelo. Se veía que el aire libre le había curtido y las
arrugas de la sabiduría se repartían por toda su cara. Su barba más larga, como
correspondía a un sacerdote de su secta le daba un aire de verdadero profeta.
Solo un sirviente quedó en
la sala. Pero….¡era cristiano!
Cristonio tomó la palabra:
- Mi señor, hemos venido a solicitud de Prisco, nuestro
hermano para contarte una larga historia. Sabemos de tu amor por el
conocimiento y hemos creído conveniente que conozcas viejas leyendas de tiempos
antiguos y de hombres viejos.
Prisco que era el más joven
de todos, tímidamente prosiguió:
- Señor, sabemos de la turbación que te aflige y de los
tiempos tan difíciles que te toca vivir. El Imperio está dividido entre sectas,
credos y filosofías y la anarquía reina en los liceos en las iglesias y en las
academias. Estos dos venerables ancianos me hablaron de historias y verdades
antiguas que no escuché nunca a ningún filósofo ni maestro. Quede cautivado por
su sabiduría y entendí que debía traerlos ante ti, pues de sobra es conocido
por todos el amor que profesas al conocimiento.
Juliano tomó una copa en su
mano a la vez que se acomodaba en la silla, diciendo:
- Yo mismo soy un pozo de contradicciones. Fui bautizado,
estudie a Platón y a los clásicos y aprendí de muchos pueblos a los que
habíamos conquistado en el pasado. Hablad por tanto.
Jashir tomó la palabra. Con
voz cadenciosa pero aún enérgica dijo:
- Gran señor. Os contaré la historia de mi pueblo y aunque
larga y pesada no deja de ser nuestra regla de vida y nuestra guía ética y
moral por la que aún hoy nos guiamos:
- Hace muchos siglos nuestro pueblo vivía en el delta del
Nilo. Junto a nosotros vivían los judíos, con quien tuvimos una gran
convivencia por el hecho de que ellos eran trabajadores y canteros de las
inmensas construcciones de egipcios y nosotros éramos y aún somos, orfebres que decorábamos las gargantas y
brazos de las cortesanas egipcias y ornamentábamos las tumbas y los templos de
su pueblo.
Durante muchos años, aprendimos de los
sacerdotes y fue el propio Dios Seth quien enseño a nuestro primer padre el arte de los metales. En los viejos
tiempos, los dioses convivían con los hombres. Fueron tiempos felices. El
hombre vivía muchos años y alcanzaba la sabiduría. Los pueblos vivían en paz.
Pero luego los dioses se marcharon de la Tierra y las enseñanzas fueron perdiéndose.
El hombre de enfrentó al hombre y la vida fue cada vez más corta pues no
seguíamos los consejos de nuestros creadores.
Pasaron muchos años y el
dios del abismo vomitó fuego y piedras sobre la tierra (volcán de Santorini) y
el delta del Nilo se inundó y se cubrió de piedras que caían del cielo. Los
judíos comprendieron que era el momento de marchar pues serían muchos años los
que tardarían en rehacerse de tal catástrofe. Nuestro pueblo tuvo que emigrar
en igual medida puesto que si la construcción se paraba, nuestro trabajo también se terminaba.
Algunos judíos pasaron a
Chipre y a Grecia y el grupo más numeroso se adentró en el desierto del Sinaí,
capitaneados por un egipcio, al que los cristianos conocen con el nombre de
Moisés. Nuestros antepasados se unieron a la expedición y después de muchos
años nos asentamos en Palestina. Allí vivimos durante muchos años, pero los
judíos seguían con sus doctrinas y nosotros con la nuestra.
Todo iba bien y nuestros
pueblos vivían en paz. Hasta que un rey judío llamado Acab se casó con una
princesa extranjera llamada Jezabel.
Fue esta mujer la que obligó
a todos los residentes de Israel a abandonar sus cultos y dioses para imponer
el suyo. Todos los sacerdotes de Yahvé y los nuestros fueron abandonando los
viejos cultos hasta que solo quedó uno que seguía fiel a la tradición. Su
nombre era Elijah (Elias) que perseguido por Jezabel se refugió en las
montañas. Fue tal la penuria que paso este gran hombre que los cuervos le
traían comida para no morirse de hambre. Elijah vestía con pieles de camello y
era tosco en sus modos y ademanes pero era el ser más grande que había conocido
el ser humano. Jezabel envío emisarios para prenderle, pero Elijah hizo bajar
fuego del cielo y los quemó a todos.
Finalmente Elijah propuso a Acab y a Jezabel hacer un sacrificio ante el
pueblo. Por un lado estaban los sacerdotes de Baal que era el dios extranjero y
por otro él solo con Yahvé. Todos convocaron el fuego divino pero solo en el
ara de Elijah bajo el fuego del cielo consumiendo el sacrificio. El pueblo viendo aquello pasó a cuchillo a
todos los sacerdotes de Baal y fue instaurado el culto a Yahvé definitivamente.
Prisco abrió los ojos al
comprender el significado del sello que le había dado Cristonio. El cuervo, la espada de la matanza de los
sacerdotes y la llama que bajó del cielo. Y se maravilló del sentido esotérico
de los sabios y de que cada idea, dibujo o número representan conceptos y
esconden secretos.
Juliano conocía algunos
detalles de tal leyenda pues había sido formado en la religión cristina, pero
aquel relato le estaba cautivando y sus ojos estaban abiertos de par en par
pues no existe más deleite en el mundo que el sabor de la sabiduría. Jashir
tomó aliento y prosiguió:
- Elijah era poderoso. Su sabiduría no tenía límites.
Realizó muchos milagros y prodigios ante su pueblo. Pero además era amoroso y
sencillo. No se engrandecía ni era soberbio. Todas las mujeres de Israel lo
amaban aun a pesar de su burdo aspecto. Nuestro pueblo lo nombro Rey de Luz y
aunque nuestros dioses no eran los mismos, nos arrebató su carisma, su fuerza y
su justicia.
- Elijah tenía un discípulo llamado Eliseo que se esforzaba
en seguir a su maestro.
- Elijah fue visitado por un Ángel anunciándole que en breve
sería elevado al cielo en un “carro de fuego”
Eliseo al saber de la marcha de su maestro le pidió que antes de marchar
le diera algo muy importante. Eliseo
pidió a Elijah que le diera dos partes de su propio espíritu. Elijah le
respondió; - Mucho me pides, pero si al marchar atrapas mi manto, tuyas serán.
Una mueca de incertidumbre
en la cara de Juliano hizo reaccionar al mejor maestro de metafísica del aquel
tiempo; Cristonio.
- Cuando Eliseo pide a Elijah dos partes de su espíritu,
está solicitando que cuando se marche el alma de Elijah compenetre al espíritu de
su discípulo; o lo que es lo mismo, que
le inspire o se funda con él en un solo cuerpo.
Juliano afirmó con la
cabeza, pues había entendido. Jashir tomó un poco de agua, pues tanto diálogo
le estaba debilitando, luego prosiguió:
- Un carro de fuego bajó del cielo y arrebató a Elijah. El
tiró su manto y Eliseo lo atrapó. Elijah, al igual que Enoc son los dos seres
que marcharon vivos al cielo y nunca regresaron. Pero la marcha de Elijah fue
el comienzo del poder de Eliseo, que al verse compenetrado por el espíritu de
su maestro hizo milagros asombrosos y maravilló a las gentes. A pesar de que
Elijah le había enseñado que no había que hacer grandes prodigios pues los
milagros atraen a circenses y no a seres con conciencia.
Fue ahora Cristonio quien
prosiguió el relato:
- Elijah reencarnó cientos de años después en Juan el
Bautista, mientras que Eliseo reencarnó como Jesucristo. Este es el misterio
que pocos conocían. Y siguiendo el dictado de su naturaleza espiritual, Juan
vivió como ermitaño predicando y sin hacer prodigios, mientras que los
comportamientos atávicos del karma atraparon a Jesús que si hizo prodigios como
Eliseo los aumentó como Jesucristo.
Una vez repuesto Jashir,
prosiguió con voz pausada:
- Nuestro pueblo nombró Rey de Luz a Juan el Bautista, pues
como lo fuera antaño como Elias, sus virtudes y su aristocracia espiritual le
destacaban sobre cualquier ser humano.
Era un ser de luz, con una tremenda fuerza en su voz, que seducía hasta
las alimañas del campo cuando predicaba. Juan no hacía prodigios, sino que
utilizaba la razón, la iluminación y llegaba como nadie al corazón de los
afligidos y de los descarriados. Tal y como recogen los textos cristiano
bautizaba por la inmersión del agua, tal y como seguimos haciéndolo en nuestros
días. Eran miles los seguidores de Juan el Bautista, tanto de nuestro pueblo
como de los propios judíos, que veían en él a un ser virtuoso. Juan vivía en un
lugar apartado y vestía al igual que lo hiciera Elijah pieles de camello con un
cinturón de cuero. Comía poco y vivía en meditación y en recogimiento. Pero al
contrario de lo que dicen los cristiano, si tuvo mujer a su lado, pues para los
mandeos no casarse es una falta grave, pues desde antaño sabemos que solo
cuando se juntan el lado positivo y el lado negativo se consigue el Tau o la
perfección. El celibato genera fanatismo y egoísmo. Nuestros cultos ancestrales
dicen que cuando fuimos creados éramos hombre-mujer a la vez y que los dioses
nos separaron. Desde ese momento de la separación todo ser humano debe
encontrar su otra mitad para ser perfecto. Todo nuestro pueblo sigue venerando
a Juan el Bautista pues es el gran profeta y un ser iluminado. Pero no
deificamos a nuestros profetas pues ningún ser humano debe ser adorado como
dios. Esto es una falta grave y ningún mandeo consentiría en ser adorado.
- Nuestros ancianos dicen que Jesucristo retornó a Palestina
hacia los 29 años. Venía de oriente, donde había aprendido a sanar en forma
magistral. Pero al regresar a su pueblo se encontró con una pesada carga que le
llenaba de vergüenza.
Juliano, motivado por el
relato y con un tono de ansiedad dijo;
- ¿Qué carga era esa?
Fue Cristonio quien
respondió esta vez:
- Al llegar Jesucristo a Palestina se avivaron los rumores
sobre la paternidad del Maestro, pues era de dominio entre los judíos que su
madre María le había concebido como consecuencia de su relación con un soldado
romano. Y ningún judío consentía que sus mujeres tuvieran relaciones con nadie,
pero mucho menos con un enemigo invasor. De ahí el odio de los escribas y
fariseos hacia él.
- Jesús supo del magisterio de Juan y de
su fama y no lo dudó un instante, puesto que si quería tener un papel digno y
ser respetado, solo con la aceptación del mayor profeta de Israel en el aquel
tiempo podía acceder al pueblo con el aval de un hombre santo. Jesús lo intentó
varias veces y otras tantas fue rechazado. Finalmente Juan, movido por la
compasión y viendo que era un ser inteligente optó por admitirlo en la orden.
Jashir, como experto en sus
escrituras sagradas retomó la palabra:
- Fue justo al morir el Rey de Luz, Juan a manos de Herodes,
que Jesucristo se marchó de la orden y formó su propio grupo. Él era Judío y no
mandeo y, ni nuestro pueblo estaba cómodo con él, ni él tampoco lo estaba con nosotros. Jesús traía
ideas extrañas que había aprendido en el país donde viven los elefantes y
alteró toda la doctrina que había aprendido de su maestro Juan. Se juntó con la
clase más baja e ignorante de Galilea, pues necesitaba gente que se impresionara
con sus milagros y conspiró para que nuestro pueblo saliese de Palestina.
Nuestras escrituras sagradas dicen que Jesús también era nasurai, pero después
se convirtió en, «un rebelde, un
herético, que descarrió a los hombres, y traicionó las doctrinas secretas ».
- Nuestro libro de Juan cuenta la historia de Juan y Jesús.
El nacimiento de Juan queda anunciado en un sueño y aparece una estrella
flotando sobre Enishbai (Isabel). Su padre es Zakhria (Zacarías) y ambos
progenitores son entrados en edad y no tienen hijos, como en el relato
evangélico cristiano. Después del nacimiento, los judíos conspiran contra el
niño y por eso Anosh (Enoc) se lo lleva para protegerlo y esconderlo en una
montaña sagrada, de donde baja a la edad de veintidós años. Luego se convierte
en caudillo de los mandeos, representado además, y esto es interesante, como un
sanador muy dotado.
- Mientras estaba vivo Juan, Jesús hablaba bien de él y le
respetaba y el conocía perfectamente que Juan era la reencarnación de Elías.
Pero al morir Juan, Jesús nos traicionó. Es por esto que en los libros sagrados
de los cristiano Jesús dice sobre Juan ; -¿Qué habéis visto en el desierto?
¿Una caña movida por el viento? (Refiriéndose a Juan el Bautista) -Yo os digo
más. Él es él Elías que habría de venir y ningún hombre nacido de mujer es
superior a Juan –
- Nuestros rollos sagrados hablan de la traición de Jesús
diciendo que cuando se presenta por primera vez a orillas del Jordán y solicita
el bautismo, Juan duda de sus motivos y valía, y no quiere admitirlo, pero
Jesús acaba por persuadirle. En ese momento se aparece Ruha, la divinidad
tenebrosa, en figura de paloma, y traza una cruz luminosa sobre el Jordán.
- Nuestro pueblo se indignó con tal traición pero los más
ignorantes de los nuestros quedaron seducidos por sus milagros y se pasaron a
su bando. Solo los puros y los observadores de la ley mantuvieron sus
creencias. Pero se presentó un grave problema, puesto que lo seguidores de
Jesús comenzaron a levantar falsos testimonios contra nosotros y sufrimos
graves amenazas de muerte.
Juliano, se levantó del
sitial y acercándose a un armario sacó un rollo escrito. Al parecer era el
Evangelio de Marcos. El Emperador recordaba que cuando lo había leído de niño,
Jesús al tiempo de espirar en la cruz
había llamado a Elias. En ese momento se había preguntado porque había llamado
a Elias, pues no tenía sentido. Ahora comenzaba a entenderlo. Rebuscó en el
pergamino y finalmente lo encontró: “Oyendo gritar a Jesús, algunos pensaron
que llamaba a Elías: «¡Mirad! Está llamando a Elías»” y algunos se mofaban de
él diciendo: -“ Dejad veamos si viene Elias a salvarle” Era el Espíritu de
Eliseo que vivía y era la vida paralela de Jesús, quien llamaba a su antiguo
Maestro Elias, que ahora había venido como Juan el Bautista. Era el espíritu
que llamaba a otro espíritu. Y le
llamaba porque fue su maestro quién le dio la vida espiritual al compenetrarle
y le llamaba arrepentido de haberle traicionado.
Jashir prosiguió:
-
Nuestra asamblea de hombres puros se reunió
en concilio y se decidió emigrar a la tierra de Harrán que es donde vivimos.
Los judíos seguían despreciando a Jesús
y fue avisado de la consecuencia de sus actos, pero la vanidad del nazareno no
tenía límites y esto le causó la muerte.
-
Esta traición tuvo graves consecuencias,
puesto que nuestro pueblo siempre predicó la luz y la vida y recomendó la
humildad, el silencio y la práctica de la virtud. Pero la doctrina de
Jesucristo lleva consigo el dolor, la muerte y el sufrimiento. A Harrán
llegaron noticias de que estos tres siglos de su doctrina han sido miles los
muertos en su nombre y se han vertido torrentes de sangre. Nuestros profetas
auguran todavía más dolor y más sangre. Pues su doctrina nació de una traición
y de una falsedad y en el futuro serán guerras, herejías, cismas y
enfrentamientos que llenarán los ríos de sangre.
-
Cuatro años después de la muerte de Jesús
nuestro pueblo salió de palestina con lágrimas en los ojos. Nuestros hermanos
judíos comprendieron que habíamos sido traicionados e incrementaron el odio
hacia Jesús. Los apóstoles seguidores del maestro mintieron y tergiversaron la
verdad y los discípulos de estos pusieron en sus escritos dichas falsedades,
haciendo que los hijos de los hijos asumieran como doctrina y verdad revelada
una falsedad bien planificada.
Todos quedaron en silencio.
El relato había sido revelador y por otra parte, muy duro y determinante. Juliano por fin
entendía, la tremenda violencia de los cristianos en las ciudades del Imperio.
Él había sido bautizado y obligado a aceptar dogmas que iban contra la razón y
la lógica de los maestros platónicos y socráticos, contra la retórica y el humanismo. Por otra pare los Obispos no
hablaba de estas historias a sus fieles y la mentira se había
institucionalizado creando una doctrina falsa. Pero lo más grave era que se
había deificado a Jesús, igualándole al Dios Creador del Universo. ¿Cómo podía
ser un mentiroso y un traidor igual al Dios de todo el Cosmos?
Cristonio, el maestro de la
metafísica sagrada tomó la palabra diciendo:
- A lo largo de la historia muchas han sido las doctrinas
creadas por el hombre. Muchas las castas sacerdotales que las alimentan y todas
pretenden ser las verdaderas. Pero nosotros los pobres mortales no conocemos
los designios de dios. Si los cristianos son o no necesarios o complacen al
Dios Universal, nunca lo sabremos, pero aceptar la deificación de un hombre es
asemejar al Supremo Monarca Creador a un pobre mortal con defectos, con
debilidades y con limitaciones y esto induce a sus seguidores a mermar a Dios.
A empobrecer y anular el ansia de soñar, de crecer y de vislumbrar virtudes más
altas, poderes más elevados y amor infinito. Y cada nueva generación atribuirá
al ser deificado una nueva virtud, una nueva mentira, haciendo que el Jesús de
sus contemporáneos nada tenga que ver con las siguientes generaciones. Y el
soldado evocará a su Dios para matar, el ladrón llamará al robo justicia y
robará; el impuro tomara a la mujer del prójimo citando el amor y el tirano
dictará leyes injustas y abusivas siguiendo el mandato del dios complaciente
que se ha creado como instrumento de sus
seguidores. Siempre fue así en el pasado y así está siendo con los seguidores
de Jesús.
Jashir replicó:
- Dios es la Suprema Inteligencia sin forma, sin medida y sin
límites. No podemos entenderlo, pero si sentirlo en lo más profundo del
corazón.
El Emperador se levantó y
con una voz determinante y airada dijo: - ¡Malditos galileos, hijos del dolor,
de la muerte y de la mentira! Y desde aquel día Juliano se propuso acabar con
el cristianismo, restaurando los viejos cultos del imperio, las ciencias, la ética y la razón como modelo
del Estado. Y promulgó decretos y leyes para cerrar las iglesias y las escuelas
cristianas. Y los cristianos le llamarón el Apóstata pues no se doblegó a la
ignorancia al dogma y al fanatismo. Y los historiadores romanos hablaron de él
como un gran Emperador, mientras que para los historiados cristianos fue un
herético pagano.
Cristonio y Jashir abrazaron
a Máximo y a Crispo y tomaron el camino de retorno a Alejandría y a Harrán.
Pero nunca llegaron a su casa pues murieron en el viaje asesinados por unos
esbirros que vestidos de negro llevaban una cruz al pecho. Al parecer el
sirviente de palacio que había estado en la reunión con Juliano y los ancianos
era poco sirviente y si un fanático cristiano, espía del Obispo. Los dos
venerables muertos fueron recogidos por unos desconocidos que curiosamente
tenían dibujado en su pecho un círculo con un punto en su centro y los
enterraron en Constantinopla.
Aquel espía fue clave para
programar la muerte de Juliano, puesto que extrañamente una lanza que no era
del enemigo, sino de las propias tropas del Emperador le causó la muerte en la
última batalla de Juliano contra los persas.
El resto de los personajes
cumplieron su destino. De Máximo dice la Historia: “Máximo siguió gozando del
favor imperial durante el reinado de Joviano, pero tras la muerte de este los
enemigos del filósofo se movilizaron contra él. En el verano del 364 se le
acusó de haber causado una prolongada enfermedad a los nuevos emperadores
Valentiniano I y Valente. La acusación no pudo sustentarse y Máximo quedó en
libertad, pero sus numerosos oponentes no se dieron por vencidos. En los años
365/366 se le arrestó de nuevo, acusado de haberse enriquecido de forma
ilícita. Se le impuso una gran multa y se le envió «a Asia» (probablemente, a
su patria natal) para que reuniera el dinero. Incapaz de pagar, lo torturaron.
Eunapio cuenta que Máximo quería suicidarse junto a su esposa, pues no veía
posible soportar más el dolor. Su mujer le consiguió veneno y ella fue la
primera en beber. Sin embargo, Máximo cambió de idea y no probó el líquido. Más
tarde, el procónsul de Asia, Clearco, que era partidario de la religión
antigua, ayudó al prisionero. Dejó en libertad al filósofo e hizo que se le
reintegraran buena parte de sus propiedades, que había perdido. Máximo volvió a
enseñar filosofía e incluso se atrevió a regresar a Constantinopla. Finalmente,
se le acusó de participar en una conspiración contra el emperador en el
invierno del 371/372. Se dice que Máximo profetizó que Valente «moriría de
forma extraña y no recibiría entierro ni el honor de una tumba». Valente hizo
que le llevaran a su presencia en Antioquía. El juicio comenzó de forma favorable
a Máximo, pero después lo enviaron a su patria, Éfeso, donde el nuevo procónsul
de Asia, Festo, hizo que lo estrangularan a comienzos del año 372”
Prisco tuvo más suerte pues después de la
muerte del Emperador regresó a Atenas y enseñó Filosofía durante treinta años
más. Unos días antes de morir tuvo una extraña visita. Se trataba de una mujer
sabia. Venía de Alejandría. Al parecer siendo adolescente había conocido a una
extraña mujer llamada Erectia que le educó e inició en los valores de la Fraternidad
Solar.
- Mi nombre es Hipatia, soy hija del Astrónomo Teón de
Alejandría. Erectia, a quien tú conoces me indicó antes de morir que viniera a
verte.
Hipatia se abrió con
suavidad la manga de su brazo y apareció
dibujado el círculo con el punto en el centro. Crispo que yacía en la cama con
fiebre deslizó con suavidad el lienzo que le cubría hasta la altura de su pecho
dejando al descubierto un viejo círculo arrugado por la piel envejecida y un punto
en su centro. El anciano tomó del interior de la mesilla que estaba en su
cabecera un envoltorio de piel que contenía dentro un extraño sello que tenía
dibujado en su interior un cuervo, una espada y una llama y se la dio a
Hipatia.
- Hermana mía. Guarda este sello hasta que te sea reclamado
por otro Illuminati, por otro Hijo del Sol, tal es el mandato que te impongo.
Prisco murió con una sonrisa
en los labios y con los ojos cegados por un extraño resplandor que iluminó su
rostro. Una fragancia parecida al sándalo inundó durante tres días la
habitación. Cientos de alumnos le visitaron y todos se maravillaban del olor y
la luz que rodeaban a un hombre sabio, a un illuminati, a un Hijo del Sol.
Hipatia, la mujer más sabia
de su tiempo regresó a Alejandría y mantuvo el sello sagrado hasta unos días
antes de su muerte. Un mercader de joyas que al parecer había venido desde la
Harrán le había visitado. En su pecho llevaba pintado un círculo con un punto en el centro y se hizo
cargo del sello para entregarlo a una pequeña tribu que se hacían llamar los
Mandeos y que tenían a Juan el Bautista como su Rey de Luz.
De Hipatia no hablaremos en
este relato, es mejor que lo haga su biografía, no tanto para contar los
infinitos méritos de su persona y obra, sino para denunciar la barbarie y el
crimen de los que se hacían llamar cristianos:
“Hipatia murió a una edad
avanzada, 45 o 60 años (dependiendo de cuál sea su fecha correcta de
nacimiento), linchada por una turba de cristianos. La motivación de los
asesinos y su vinculación o no con la autoridad eclesiástica ha sido objeto de
muchos debates. El asesinato se produjo en el marco de la hostilidad cristiana
contra el declinante paganismo y las luchas políticas entre las distintas
facciones de la Iglesia, el patriarcado alejandrino y el poder imperial,
representado en Egipto por el prefecto Orestes, ex alumno de la filósofa.
Sócrates Escolástico, el historiador más cercano a los hechos, afirma que la
muerte de Hipatia fue causa de «no poco oprobio» para el patriarca Cirilo y la
iglesia de Alejandría, y fuentes posteriores, tanto paganas como cristianas, le
achacan directamente el crimen, por lo que muchos historiadores consideran
probada o muy probable la implicación de Cirilo, si bien el debate al respecto
sigue abierto.
En plena Cuaresma, un grupo
de fanáticos dirigidos por un lector de nombre Pedro se abalanzó sobre la
filósofa mientras regresaba en carruaje a su casa, la golpearon y la
arrastraron por toda la ciudad hasta llegar al Cesáreo, magno templo edificado
por Augusto tras su victoria sobre Marco Antonio y convertido en catedral de
Alejandría. Allí, tras desnudarla, la golpearon con piedras y tejas hasta
descuartizarla y sus restos fueron paseados en triunfo por la ciudad hasta
llegar a un lugar denominado el Cinareo (por su nombre, se supone que es un
crematorio), donde los incineraron.”
¿Qué fue del sello sagrado?
…. Pasaron más de 500 años hasta que unos caballeros que habían venido de
Europa pasaron por Harrán, camino de las Cruzadas contra los musulmanes. Estos
caballeros que luego fueron llamados Templarios, escucharon la misma leyenda
que a su vez escuchara la reencarnación de Alejandro el Magno, es decir,
Juliano el Apóstata y les fue entregado un sello que durante 300 años fue
custodiado en la sede de los Templarios en Francia.
Unos días antes de la muerte
del Gran Maestre de la Orden del Temple, Jacobo de Molay en 1314 varios
caballeros templarios al mando de Jean de Lorena, partieron en una extraña
misión para Hispania. Se dirigieron a un lugar llamado Desolium (Desierto de
olivos) y bajo el olivo sagrado enterraron el sello y el pergamino que contenía
esta vieja crónica de una traición bien escondida por la Iglesia de Cristo.
Se dice que los templarios
en sus ceremonias iniciáticas pisaban la cruz de cristo, pues le consideraban
un tradidor. También fueron acusados por el rey Felipe y el Papa Clemente de
otras barbaridades y blasfemias. Para algunos resultaba curioso que los
templarios se pusieran bajo la advocación de Juan el Bautista.
666 años después de que el
caballero templario Jean de Lorena dejara el sello sagrado bajo el olivo, otros
Hijos del Sol recogieron esta historia y el sello y me contaron cuanto aquí he
escrito.
Será a cada uno a analizar
su contenido. ¿Verdad o mentira? Para algunos será una aberración histórica,
para otros una blasfemia, pero quizás para unos pocos
sea la motivación de una búsqueda del conocimiento. Para unos Jesús el
Cristo es su modelo de vida y el hijo único de Dios. Para otros quizás un mito
histórico y para unos pocos un impostor. Para unos este relato será un cuento,
para otros una referencia histórica tergiversada y para unos pocos un documento
iniciático que ahora sale a la luz. No
seré yo quien lo juzgue y con todos mis respetos para los cristianos y para el
mismo Jesús el Cristo; el Dios que yo concibo es la Suprema Inteligencia que
mueve ciento cincuenta billones de Universos.
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