LOS PARAISOS TERRENALES
La Tierra está dividida en muchos países y cada uno tiene su propio
gobierno. Las naciones suelen combatir entre sí. Pero el Reino de Dios
reemplazará a todos los gobiernos humanos. Será el único gobierno en toda la
Tierra. (Daniel 2:44.) Entonces ya no habrá más guerras, crímenes ni violencia.
Todas las personas vivirán juntas en paz y unidad. (Miqueas 4:3, 4.)
No
cesan ni cesaran por mucho tiempo de llegar los “mensajes” profecías y augurios de que en breve nos
llegará el Reino de Dios sobre la Tierra, o que los extraterrestres nos
rescatarán con sus naves ante el inminente fin del mundo o la catástrofe de
turno. Llevo leyendo mensajes marianos,
espiritas, contactados y otros semejantes desde hace más de cuarenta años. Cada
generación reproduce desde el tiempo de Cristo indefectiblemente el dicho fin
del mundo y el rescate de los buenos y el fin de los malos. Curiosamente a
quien le preguntas se considera bueno, tanto él como su familia, siendo malos
el resto, los otros o los políticos, los capitalistas, los fanáticos, etc, etc,
Bien
adentrado el 2012, todo parece indicar que una vez más no habrá rescate estelar
y seguiremos aquí resolviendo la crisis, que por otra parte, cada día es más
grande y tiene peores augurios para resolverse.
Este
espíritu de liberación de la realidad diaria en que vivimos ya la tenía
Jesucristo y sus apóstoles. El hablaba de la llegada del Reino de Dios y sus
discípulos predicaron esta liberación, pensando que el Reino estaba cerca.
Desafortunadamente se equivocó Jesucristo y por supuesto los apóstoles. Han
pasado más de dos mil años, y se sigue en la misma dinámica. Quizás ahora no
tanto desde el punto de vista religioso, puesto que los errores han sido
enormes, sino desde el punto de vista esotérico o metafísico.
Para
algunos, los Extraterrestres nos vendrán a rescatar ante la subida de las aguas
o el holocausto final de un planeta que se enfrentará a alguna plaga, diluvio o
radiación cósmica. Pues desgraciadamente
no solo no se dará esto, sino que seguiremos por unos cuantos siglos esperando
un Reino de Dios, que no está precisamente fuera de nosotros, ni en el norte o
en el sur. El Reino de Dios debe dejar
paso al Reino del Hombre; es decir, la capacidad que tengamos como raza de
buscar por nosotros mismos, la Justicia, La Paz y el Amor y una vez conseguido
este estatus, los extraterrestres no vendrán a rescatarnos, pues no habrá
necesidad de tal. Entre otras cosas, porque este planeta es el más bello de la
Galaxia y en todo caso, para ellos les resultará más fácil venir a tomar
chocolate con nosotros que no a diezmar o a rescatar a nadie.
La
evolución no es individual, ni siquiera racial. La evolución es planetaria y en
la misma medida que evolucionamos como seres humanos también tiene que
progresar todos y cada uno de los elementos naturales y vitales que conforman
el planeta. No está bien dicho por tanto
“Venga el Reino de Dios a los hombres” pues el sentido egocéntrico de
considerarse el hombre el centro de la Creación no es sino un estado de
conciencia muy primitivo. La Tierra como planeta tiene una conciencia
colectiva, con la que lógicamente todavía no ha conectado la mayoría de la
Humanidad. Y Reino de Dios será tanto para el mosquito, como para el vecino de
al lado o para el aire que respiramos.
El
estado de cosas que tenemos en el planeta nos empuja a liberarnos en todo
momento creando paraísos mentales, y reinos
artificiales, donde vivir nuestra
utopía. La mayoría sueña con crear una comuna en un lugar paradisiaco, donde
todo será armonía, amor y cariño infinito de todos sus miembros. Incluso los más osados, van a construir una comuna donde además de
este clima de amor maravilloso, tengan periódicamente contactos con los dioses
que vendrán a nuestra casa a tomar un café y a decirnos que somos muy buenos y
que por supuesto formamos parte de la Confederación de Mundos.
Yo
viví este estado de cosas en numerosas ocasiones. Nuestro maestro iluminado nos
advirtió que vendrían tres días de obscuridad, una catástrofe cósmica inminente
o una hambruna tremenda para la Humanidad.
Nos compramos sacos de dormir y metimos en los choches muchos Kg. De frutos secos para sobrevivir en
plena catástrofe. Otros sacaron a los niños de la escuela para crear un rebaño
aparte. Algunos crearon “Arcas de Salvamento” donde tendrían que refugiarse en
breve ante el holocausto que se avecinaba. Los menos, cavaron refugios bajo tierras, y
otros incluso se dotaron de armas por que se preveía ataques de los “no
elegidos” al Arca o el refugio que se había construido. El tiempo pasó y lo único que cosechamos fue
una profunda decepción y una pérdida de tiempo. Y Para la mayoría una pérdida
de fe en el Cielo, en los profetas y en los supuestos Dioses que nos enviaban
dicho mensaje.
Desde
esos años ahora, si han venido varios fines del mundo en Fukusima con 20.000
muertos, o en China con 100.000 muertos en un terremoto o en Subnami de
Indonesia o con 70.000 personas que se mueren al día de hambre. Estos seres si
que han vivido el fin del mundo. A la vez que los dichosos profetas de turno
siguen anunciándonos rescates cósmicos o paraísos terrenales. Los hay aún más
sofisticados, pues nos veden cursos para contactar con los dioses o técnicas de
abstracción de la realidad para entrar en paraísos psicológicos donde no existe
dolor ni sufrimiento.
Curiosamente
a mi me siguen proponiendo irnos a una comuna o crear un nuevo paraíso en tal o
cual paraje o montaña. Lo curioso es que los que me lo proponen no son mejores
que yo. Y vienen de haberse peleado en la pequeña comuna que tenían con su
esposa y sus hijos. Somos seres que no hemos superado la pereza, los hábitos insanos, la crítica, la ira y la
intolerancia. ¿Cómo podemos por tanto ir
a vivir en estos paraísos terrenales? Nos costarán varios cientos de años para
conseguir un mínimo de valores equilibrados que nos permitan vivir en
sociedades armónicas, felices y justas. Pero digo y repito que serán cientos de
años.
Yo
también he vivido dos veces en comunidad y por supuesto pensando que éramos
únicos, elegidos y superiores el resto del colectivo. También mirábamos al
cielo y dejábamos una silla vacía esperando que el extraterrestre de turno nos viniera a
visitar. He llegado a superar los sesenta
y he aprendido que no estamos maduros todavía, puesto que todos los
antiguos miembros de la comunidad salieron disparados y decepcionados de aquel
experimento utópico que habíamos emprendido. He dicho que salimos disparados,
pero por supuesto, con casi todos los matrimonios divorciados, empobrecidos
totalmente, con hijos traumatizados por nuestros sueños irreales. Como en toda comunidad hubo infidelidades
entre los miembros, y discusiones jerárquicas que hacía la vida imposible.
Esta
generación no tiene concedido en su Karma la vida en comunidad. Estamos en un
tiempo de aprendizaje, de experimentación y de conservar y trasmitir a nuestros descendientes los
valores positivos y la tradición esotérica y espiritual que les permita
desarrollar a la siguiente generación, más dotada, los potenciales con los que
han nacido.
El
trabajo es sobre todo individual. Es necesario vencer nuestra flaca naturaleza
humana, sin que la pereza, el egoísmo, los vicios, la desidia, la falta de
caridad y todos y cada uno de los pecados capitales que adornan al humano sean
superados . Es importantísimo vivir la solidaridad, la amistad y el servicio
hacia los demás. Después de vida tras
vida, cuando estemos preparados, no habrá que buscar el Reino de Dios entre los
hombre puesto que el dichoso Reino lo vivirá el hombre en el dia a día de paz,
amor y solidaridad.
Es
importante compartir conocimientos, ayudarse unos a otros, pero de momento,
cada uno en su casa. Cada uno con sus
responsabilidades, con su auto-realización.
Si
los Extraterrestres o dioses vienen a rescatarnos será tremendo porque todos
nos consideramos dignos y elegidos. Quizás solo los niños pequeños puedan vivir
en un mundo nuevo. Recuerdo la película “Señales del Futuro” con Keanu Rives ,
donde el padre resignado debe dejar paso a su hijo para que sean ellos y solo
ellos lo que hereden un mundo nuevo o un Reino de Dios sobre la Tierra.
Mientras tanto vamos a ver si podemos convivir sin tensiones con nuestra
esposa, o nuestros hijos o el puñetero jefe de la oficina, que seguro que la ha
tomado conmigo.
Tenemos
codificado en nuestro inconsciente el “mito del Héroe” por el cual debemos
morir en la cruz, rescatar a la doncella prisionera del demonio o salvar a la
patria de la invasión de los enemigos.
No prestamos atención al heroísmo y el sacrificio de levantarse por las
mañanas a correr, del tremendo esfuerzo que implica no contestar a la agresión
o ir a visitar a la pesada de la abuela a la clínica, que no termina de morirse
de una vez. El heroísmo de pasar desapercibido limpiando un bosque, consolando
a un niño perdido o tomándose un café con el pesado de turno que te cuenta sus
miedos y quimeras.
El
heroísmo del padre Vicente Ferrer, que no solo no construyó ningún paraíso
terrenal ni contacto con los extraterrestres, sino que se metió en el lodazal
de la vida y en las cloacas humanas para hacer pozos de agua y sembrar la
tierra para que los indúes comieran. El
de la madre Teresa de Calcuta, que convivió con la pobreza extrema, la lepra y
la miseria humana, sin pedir nada a cambio.
En
la Selva Negra de Alemania existe un parque repleto de vegetación y de encinas,
que fue plantado por un héroe silencioso. Este pastor cada día plantaba cien
bellotas, en el suelo con una barra de hierro. Día tras día desde la Primera a
la Segunda Guerra Mundial. Murió en un
asilo resignado, sin medallas, sin reconocimiento alguno, pero feliz de haber
realizado su pequeña-gran misión existencial de sembrar vida.
El
problema fundamental del ser humano es considerar que en su corta vida, se debe
realizar todos y cada uno de los misterios y profecías habidas y por haber.
Cuando la vida misma no es sino un suspiro en el devenir humano, y aún menos
que un suspiro en la autoselección de la Tierra. Y casi insignificante en el
devenir del cosmos.
La clave está en conseguir la a-temporalidad,
es decir, vivir en este tiempo sin tiempo. Mi cuerpo está aquí, pero mi mente
es inmortal, es un estado sutil pero asequible. Estoy aquí pero sin prisa, pues
el tiempo y yo somos una misma cosa. Vivir y morir no son sino pequeñas fases
existenciales, pues yo era antes y soy ahora para perpetuarme después. Este es el verdadero estado de libertad
profunda. Este es el verdadero Reino de Dios, que provoca inconscientemente una
sonrisa de bondad y una tremenda alegría en la mirada. Es la atemporalidad del
anciano que sentado en el umbral de su vieja casa ve pasar las complicaciones
humanas sin que le afecten, pues su mirada esta en otro tiempo en el paraíso de
la maravillosa paz interior.
Hay
un buen libro que nos habla de este estado atemporal. “El poder del Ahora” De
Edgar Tholle. Es este el verdadero Reino de Dios en nosotros. No en la cima de
un monte aislando el cuerpo pero sofocando la mente.
Lice moreno
www.heliocentro.org
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