domingo, 16 de octubre de 2011

LA INVASION DE LOS VANDALOS
Vivo en una pequeña isla que además de ser un paraíso,  contiene toda la magia de los volcanes, la vegetación y sus gentes, descendientes de los antiguos guanches. Me refiero a la isla de la Palma en Canarias.
En nuestra isla las gentes viven con muy poco, no hay industria, ni producción alguna que no sea el cultivo de plátanos y un poco de turismo.  El número de habitantes no llega a 80.000 personas. Se alcanza el 34% de paro y el 52% de paro juvenil.
La mayoría de los parados viven de los 400 euros que reciben de ayuda del estado y de dos o tres horitas que meten de vez en cuando en el trabajo de los plátanos.  Casi todos tienen familiares con pequeñas huertas y los más audaces se meten en el mar o echan los sedales para pescar algún que otro pescado fresco.
Hasta aquí, todo parecía normal. El que más y el que menos miraba con resignación al cielo, a ver si conseguía trabajo o los políticos y autoridades se dignaban ocuparse de su precariedad cotidiana.
Pero hace tres semanas, llegaron a la isla unos vándalos del siglo XXI, no precisamente con hachas de guerra, ni con cuernos en los cascos ni con caballos. Sus armas, más sofisticadas y más modernas, se componían de un traje con corbata, una calculadora, un móvil, un pequeño ordenador y una maliciosa sonrisa. Se trataba de “inspectores de trabajo”  casi una veintena.
Y comenzaron su invasión. Se adentraron en las plataneras y todas aquellas personas que no estaban aseguradas fueron multadas, se les quitó el subsidio y se impusieron sendas multas al patrono y al trabajador. Hasta aquí las cosas pueden parecer razonables.  El problema está en escuchar a los patronos de los plátanos. Puesto que como el precio de mercado es muy bajo dado que las bananas sudamericanas son mucho más baratas, le es imposible contratar gente en la recolección puesto que a veces dan pérdidas y no pueden pagar los seguros de los peones.  En todo caso la Ley es la ley y habría que aceptar dicho cumplimiento, el problema está en otras diversas actuaciones de estos vándalos, que voy a narrar en pequeños ejemplos.
Acudieron a una platanera donde encontraron entre otros al dueño, jubilado pero haciendo pequeñas chapuzas en su plantación. El inspector le dijo que él no podía trabajar puesto que estaba cobrando una pensión. El jubilado con los ojos perplejos, le dijo  que se trataba de su platanera y que simplemente estaba cuidado su campo y entreteniéndose. La polémica  fue a mayores y el inspector le denunció aplicándole una multa por la cual tenía que devolver los dos últimos años de pensión recibidas y no podía cobrar los tres siguientes, el labrador se lanzó con la herramienta sobre el inspector y si no le apartan seguramente el funcionario habría pasado a mejor vida. El problema es que al viejo trabajador le dio un infarto y terminó en el  hospital y multado severamente.
Resulta triste que un pobre hombre que ha trabajado toda su vida y que ha contribuido a la riqueza y sostenimiento de la nación deba ahora conformarse con una pensión de 600 euros y no puede entrar en su campo ni a plantar flores.
Hablando de flores, en otro caso, los inspectores multaron a otro por tener plantado en su campo plátanos y flores, pues con la cosecha de los plátanos no le daba para vivir y puso flores para poder sacar un extra. El resultado final es que la belleza de las flores se convirtió en la amargura de otra sustanciosa multa por haber diversificado el cultivo, puesto que el labrador recibía subvención por plátanos y no por flores.
Más grave fue otro caso de otro pobre jubilado que fue multado por pintar la fachada de su casa. Al parecer al cobrar de jubilado no podía quitar el puesto de trabajo a un pintor que debería ocuparse de  dicha fachada. Se entiende por tanto que si estás jubilado no puedes hacer nada puesto que el estado te paga una miseria para que simplemente te tumbes a la bartola y no puedas ni ocuparte de lo mínimo en el mantenimiento de tus bienes.
Seguimos con otros casos pintorescos: Los vándalos de corbata se adentraron en una viña. Había media docena de personas cortando uva. Se reclamó al dueño de la viña que demostrara que los recolectores estaban contratados. El dueño dijo que cómo iba a contratar a su familia y a sus amigos puesto que es costumbre en estos pagos, que cada familia ayude a otra a hacer la recolección de la viña familiar y ayudarse entre unos y otros para que sea menos costoso. Pues le cayó la correspondiente multa por practicar la solidaridad entre vecinos.
A los pocos días en el periódico salió que en la Palma se había batido el record de altas a la seguridad social, debido, claro está, a las presiones ejercidas por estos funcionarios.
A las tres semanas los vándalos salieron corriendo de la isla para seguir con sus desmanes en otros territorios. Aquí en la Palma la conmoción fue terrible y todo el mundo comentaba estos y otros tantos casos.
El tema es delicado en si no tanto porque se pusieron multas y los inspectores realizaron su trabajo con más o menos celo. El problema es donde queda la libertad y la terrible dictadura de un sistema que ahoga el ansia de autonomía y de libertad de la dignidad humana. 
¿Cómo se le puede multar a un jubilado que revisa su campo o que pinta la fachada de su casa para ahorrarse unos euros, dado que con la pensión que cobrar tan solo se puede morir de hambre?... Mientras tanto muchos de los políticos españoles tienes tres o cuatro fuentes de ingresos por diversos cargos y funciones. Y estos pobrecitos ancianos que han trabajado toda su vida no pueden hacer sino pudrirse poco a poco sentados en un sillón mirando al horizonte.
El problema es mucho más grave cuando varias personas se reúnen para hacer el trabajo colectivo de ayuda, primero a uno y luego a otro.  En este caso al ver que el trabajo se hace sin poder cobrar impuestos o gravámenes, el sistema reacciona con furia, puesto que el espíritu de este orden mundial es cobrar por cada acción del ser humano.  Se cobra, por el agua, por el empleo de la energía solar, por tener dos gallinas, por tener dos frutales, por el gas, por la luz, por el seguro de vida, el seguro del coche, el seguro de riesgos laborales, por tener una casa, un coche, un vestido, por la salud, por la comida por todo, absolutamente todo.
Si miramos el orden social de nuestra pequeña isla resulta lo siguiente:
-          El 31% son cargos funcionariales entre ayuntamientos cabildos y corporaciones estatales.
-          Otro casi 30% son jubilados
-          Y otro 32% son parados
Por tanto los que trabajan en forma productiva generando riqueza son un 8% de la población.
¿Cómo puede resistir este sistema que está mal desde su propia constitución y desde su propio planteamiento básico?
Cualquier acto de libertad creativa es ahogado desde su origen por el sistema. Imaginad que inventas un coche que funciona solo con agua y con coste de energía “0” si se te ocurre ponerlo en marcha, tendrías la prohibición inmediata de Industria, de Tráfico y la reacción del sindicato de coches puesto que  perjudicas sus ingresos, además de los petroleros y de los impuestos del estado sobre la gasolina, puesto que simplemente te sales del sistema.
Intenta poner energía fotovoltaica en tu casa. Simplemente para ponerla tienes que seguir un protocolo regulado por un procedimiento legal además de dar el excedente de tu producción a la red comercial. Tienes que pagar por tu instalación un canon legal. ¿Cuál sería la cara de Galileo o de cualquier ciudadano de a pié, en la edad antigua, cuando se le cuente que nos cobran por utilizar el sol?
Los grandes polígonos industriales se crearon para ahorrar costes logísticos  y en torno a ellos se hacinaron los seres humanos en mega-ciudades o colmenas donde los desubicados, parados, parásitos e indefinidos forman una legión apática que vive en una inercia de consumo permanente.  Masas guiadas por eslogan comerciales, modas consumistas y espectáculos deportivos que atontan la creatividad del ser humano. La generación de los plásticos ha sustituido a los maravillosos guisos de la abuela y el olor entrañable de la ropa secada al sol, en la cerca de pasto donde pasta la vaca y crece la huerta que el abuelo riega todos los días.
Es bueno tener industria, pero repartida proporcionalmente por todo el territorio. De esta manera nadie habría abandonado la tierra que le vio nacer. Todos los días tenía que haber atendido la huerta que antes había regado y cuidado sus antepasados y a media hora tendría la industria, la oficina o la consulta que podía atender sin problemas.  Se trata de vivir en función de la lógica de la tierra, de acuerdo al patrón natural y a la ley fundamental de la conservación armónica del ecosistema. No se puede crecer en función de producto interior bruto de un país, ni de los dictámenes del banco mundial.  El hortelano sabe que si planta más matas de tomate de las que necesita, se verá obligado a tirarlas cuando maduren puesto que no se puede conservar. El hombre de campo sabe que no puede matar a todos los pájaros, puesto que se llenaría de insectos. Necesita la solidaridad del vecino puesto que cuando hay que cortar los sarmientos, la tarea compartida es más relajada. 
El mundo está superpoblado y mal repartido. Es por esto que en el Silicon valley
 de Estados unidos se concentra un monstruo industrial insuperable, mientras que los indios de Arizona viven con las carencias más elementales de asistencia médica, medios y servicios fundamentales para la vida.  
¿Qué pasará mañana si en la isla de la Palma dejan de subvencionar los plátanos; o un atentado terrorista evita la llegada de turismo a nuestro territorio? Pues simplemente que nos morimos de hambre puesto que no hay industrial o medio alternativo de vida.
Tratad de hacer un licor determinado en vuestra casa utilizando determinadas plantas. Pues estáis perdidos, primero porque no se pueden recolectar plantas medicinales y segundo porque la pócima que estáis bebiendo no ha pasado sanidad. Os guste o no tenéis que ir a la licorería y pagar el impuesto del IVA del que se nutre el gobierno para seguir con esta locura social. Lo curioso es que en nombre de la ley y cumpliendo los dictados sanitarios, nos comemos la carne y los productos alimentarios repletos de hormonas y xeno-estrógenos y el nivel de cáncer está por las nubes. Es decir, nos envenenamos en nombre de la Ley. Y no tratéis de hacer unos simples buñuelos para venderlos en la plaza del pueblo, puesto que como no han pasado sanidad y no tienen conservantes y plásticos, no pueden ser vendidos.  Nos gusto o no, se ha legalizado el delito, la estupidez, el envenenamiento en nombre del progreso social y del estado del bienestar.
¿Cómo se puede pagar miles y miles de euros a tal o cual “estrella mediática”
    por salir en un programa de TV injuriando, mintiendo y haciendo obscenidades, y en la     familia de mi vecino viven 5 personas paradas con un subsidio de 400 euros?
Buscad alguna acción individual o colectiva que nos esté regulada por ley, que no esté vigilada o no esté grabada de algún impuesto. Os vais a sorprender, cuando comprobéis que en forma directa o indirecta se nos cobra por absolutamente todo y no existe el acto de libertad intrínseca de las acciones humanas.
Aquí en mi isla enzima de Tazacorte hay unas pequeñas cuevas donde unas decenas de “alternativos” intentan vivir fuera del sistema. Pero la policía municipal les visita cada cierto tiempo y los desaloja por no cumplir las condiciones de salubridad que marca la ley. Al día siguiente vuelven a las cuevas para que por enésima vez la policía les llame al orden diciéndole por activa y por pasiva, que NADIE PUEDE SALIRSE DEL SISTEMA.
¡Cuidado amigos!..... Muchas de la leyes que se aprueban con vuestros votos pueden ser legales, pero son esencialmente inmorales y atentan contra la vida y contra el derecho natural.
¿Cómo me pueden decir que meta dinero en el banco, cuando estoy retroalimentando la injustificada insolidaridad de ricos y pobres?.... pero si tratáis de meter vuestros ahorros bajo tierra, veréis que Hacienda os persigue por no declarar vuestra riqueza. Dado que de vuestra riqueza viven gestores, administradores, intermediarios, asesores, etc,etc.
Seguro que es legal votar, pero en estos momentos, dada la situación en que vivimos los seres humanos no es moral votar o generar con nuestras acciones hechos que puedan dar aliento a un sistema de vida equivocado. Si no voto y no ingreso dinero en los bancos, tendrá que cambiar el sistema es cuestión de tiempo. Pero en la medida que hay reflexionar si nuestros actos pasivos e inertes facilitan la perpetuación del sistema como es el voto o prestar atención al sistema que gobiernan los pueblos, debemos incrementar los procesos de solidaridad con nuestros vecinos, sobre todo con las personas que pasan necesidades, debemos cuidar la naturaleza, buscar incrementar la cultura y preservar los valores humanos, y hay que hacerlo en silencio, sin pedir nada a cambio, pero buscando no formar parte de esta locura “legal” del mundo en el que vivimos. Yo no voto, pues no puedo alimentar este sistema, pero no me quedo pasivo, busco y me comprometo en soluciones que dignifiquen al ser humano.  Y ciertamente tiene su valor el acudir cientos de miles de personas a protestar a una plaza, pero esta protesta no es sino el resorte previsible y manejable del propio sistema. Lo que hay que hacer es prescindir con la máxima autosuficiencia personal y colectiva del sistema en el que vivimos. 
Bueno quizás sean reflexiones simples de un pobre palurdo, pero os aseguro que si los vándalos que vinieron a nuestra isla no se hubieran marchado a las tres semanas, algún tiesto descarriado habría caído de algún balcón, encima de sus cabezas, o misteriosamente un grupo de inadaptados les habría dado algún susto.
Qué bueno hubiera sido que en la media que multaban, hubieran traído las soluciones para crear más puestos de trabajo, ayudar a bajar las tarifas de avión para traer más turistas a la isla o bien,  que antes de aplicar la ley, hubieran conocido a nuestras gentes, nuestras necesidades y nuestras precariedades. No se puede multar a unos pobres nativos que viven 5 y 6 personas con 400 euros, dos conejos, y dos gallinas. No se puede multar a un  pobre diablo que coge una caña de pescar para dar de comer a los suyos aunque no haya pagado la licencia de pesca.  Pues el mar no es del gobierno sino del ser humano. 
Señores vándalos Vds., están al servicio de un sistema caduco y mortecino y se sentirán avergonzados cuando madure su conciencia; pues la obediencia debida no los exime del sentido moral y ético de las acciones como seres humanos, antes que funcionarios.
¡Déjenos en paz! No vengan a quitarnos lo que no tenemos y si vienen hoy los vándalos, vengan mañana los que aporten soluciones y trabajo.
Mientras tanto en cada bar en cada rincón y en cada casa se habla del horror de esta invasión que no esperábamos y que ha desestabilizado la vida pacífica y alegre de nuestra isla. Incluso el volcán avisa con tiempo antes de verter la lava, pero las invasiones de los esbirros del sistema, entran como ladrón en la noche en nuestro sembrados, en nuestras huertas y en nuestras quebradas expoliando la ingenuidad de nuestras gentes la bondad de nuestros niños y la hombría de nuestros trabajadores.
¡Pobre Tanausú!  Bien sabías tú que cuando los españoles conquistasen nuestra isla se acabaría la vida y comenzaría la supervivencia. Aún suenan en la caldera tus gritos angustiados….¡Vacaguaré, Vacaguaré…..Vacaguaré! Que en castellano quiere decir: ¡Quiero morir!.......y quisiste morir porque con la llegada de aquellos invasores se terminaba la unión del hombre con la vida y con el derecho y la ley natural que tus guanches practicaban en libertad.  Hoy se ha dado otra invasión y tus gritos se oyen de nuevo en la caldera como un eco de dolor y de amargura.
Giovanni Colombo

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